viernes, 18 de agosto de 2017

Crónicas de un sueño 14



Todo comienza con la aparición de una chica y la intención de forjar una nueva amistad. Aunque el comienzo lo tengo algo borroso si recuerdo como un compañero me animaba a declarar mi amor hacia ella y con valentía renovada me encaminé a la casa donde se alojaba.

La entrada a la casa se componía con una gruesa y pesada sábana a modo de puerta, sin permiso para entrar asomé solamente la cabeza y clamé su presencia. No recuerdo muy bien de lo que hablábamos pero si me invade un sentimiento placentero al escribir sobre ella (aunque también un resquemor arañaba mis sentidos, era algo contradictorio).

El sueño da un salto, yo cogía un taxi en otro pueblo para mudarme a un piso compartido con la chica. Sin recordar mucho sobre el largo trayecto en el automóvil por fin me bajaba frente a mi nuevo hogar. Una última charla con el chófer incluía las explicaciones y excusas por las que yo iba a estudiar ese mismo año y sin pensárselo demasiado pidió una cifra que casualmente yo llevaba en la mano, pagué y se marchó. Al entrar en el edificio todo se encontraba mezclado entre una siniestra penumbra y un triste silencio. La chica iba y venía, siempre con aires de indiferencia y con un trato distante hacía mi persona (quizás el resquemor del que hablé antes se debía a esto que comento en esta frase). Una de las veces que intenté hablar con ella se marchó a dormir a su habitación y a la espera de que se levantara de su letargo empecé a jugar con mi hermano en la sala de estar (Que también era la cocina) a un extraño juego donde del suelo emanaba unas pequeñas burbujas a una gran velocidad y teníamos que pillarlas rápidamente puesto que algunas contenían una pequeñísima esfera que nos puntuaba. Al cabo del rato la chica se despertó y con desdén nos preguntó que diantres hacíamos portando una mueca de asco.

Aquí vuelve a ver otro corte en el sueño situándome en la casa de la chica, una gigantesca mansión en la que no había estado desde nuestra infancia. Era extraño, recordaba una estantería con premios, donde cada balda estada adornada con el nombre del premiado. Multitud de trofeos, Manga aparecían allí y que lo relacionaba con mi propia familia, como si aquella austera mansión fuera en realidad mi hogar, pero no era así. Nos sentamos a dibujar en una mesa de madera algo destartalada, vieja y sucia. Ella me enseñó una enorme carpeta azul llena de dibujos y sin previo aviso la madre apareció frente a mi persona duplicando los aires de indiferencia y descortesía clavándome una mirada de odio que penetraba en mis entrañas. Saqué de no se donde mi propia carpeta de dibujos para compararlas, algo que no debí hacer porque el nivel de odio de aquella señora iba aumentando considerablemente. La hora de trabajó acabó cuando un bote de pegamento de contacto se rompió en mis dedos manchándome de un líquido anaranjado pegajoso. Solicité poder enjuagarme en un grifo en el cuarto de al lado.

"¿Que grifo? Allí no existe ningún grifo" aullaba la señora con una mirada que hacía dudar incluso de mis propios recuerdos. Lo medité tanto que me salí del sueño pero tras volver con la cabeza fría ordené las palabras adecuadas para responder en balde dado que otra pregunta fue arrojada de sus fauces al grito de "¿Acaso me llamas embustera, TÚ a MI?" señalando un grifo a sus espaldas "¿Acaso no ves que siempre estuvo el grifo aquí?". Jamás estuvo eso ahí pero no debía soltarlo si deseaba conservar la cabeza, y de repente cuando supe que todo había acabado, cuando no había salvación en el diálogo silbé todo lo fuerte que pude como reclamo a mis mas fieles aliados, mis dos lobos huargos junto a mi loba parlante bípeda. Uno de ellos sin previo aviso se lanzó sobre la endemoniada señora con el fin de ganar tiempo en mi huida. Mientras bajaba las escaleras de caracol vislumbré a un hombre llevando sobre sus hombros a la chica como si de un fajo de carne se tratara. Ella gritaba y se sacudía sin ningún resultado hecho que hacía cobrar mas significado el deja vu que tuve en la sala "inexistente" del grifo donde predije el cadáver de un torso humano, sin extremidades sobre una enorme tabla de madera de cortar carne. "¡Pídeme que te rescate y lo haré, vamos pídemelo!" le gritaba una y otra vez, pero su orgullo e inferencia se anteponían a su propia vida, ¿cómo podía ser eso posible? y sin el más mínimo atisbo de suplica se desvaneció frente a mis ojos. Adiós pequeña, te amaba muchísimo frente a tus defectos, deseaba salvar tu vida pero era algo que tú detestabas, preferías morir antes que alguien como yo te rescatase.

La loba me agarró del brazo y me sugirió seguir adelante y salir de aquel apestoso lugar, ella impartía un rol maternal más fiero que ninguna madre y su bondad y amor eran infinitamente mayores a cualquier humana. Abajo; justo antes de salir, una repisa a la izquierda contenía la colección de tebeos de la chica, donde mi loba sugirió que si me gustara algunos que me los llevase ya que todo iba a caer en llamas muy pronto y así hice antes de salir a la calle.