martes, 15 de julio de 2014

Inerion9


Capítulo noveno
Las tierras de Inerion

Estuve persiguiendo al hombre hasta que llegamos a una extraña cueva en la que en su interior aguardaban cofres y víveres, lo suficiente como para aguantar unos meses tranquilamente. La cueva era oscura y tenebrosa pero no tenía miedo porque sabía que aquel hombre misterioso no me haría nada.
Después de andar un buen rato, el hombre se paró, se volvió hacia mí y me dijo…
- aquí estaremos seguros, ahora te responderé a todas tus preguntas
- ¿dónde estoy?- pregunté
- estás en las tierras de Inerion, un mundo paralelo al tuyo- me respondió
- ¿sabes quien es Yuchiko?
- no, ¿así es como la llamas en tu mundo?- me preguntó pensativo
- ¿Qué quieres decir con eso?
- en este mundo las personas u otros seres se llaman diferentes a como los llaman en tu mundo
- ¿entonces Yuchiko tiene otro nombre aquí?
- a sí es, exacto
- ¿y entonces como haré para encontrarla?- pregunté algo confuso
- tendrás que preguntar en la ciudad principal
- ¿está muy lejos de aquí?
- a unos tres días, más o menos- respondió calculando mentalmente
- ¡¿qué!?- grité.
Tras aquella respuesta se me descompuso el estómago, se me quitaron todas las ganas de viajar pero no había otra solución, si quería reunirme con Yuchiko tendría que ir, sea como sea.
- bueno… pues me voy- dije decidido
- espera, todavía no te he dicho mi nombre, es Mashuo, ¿y el tuyo?
- Alberto
- me temo que habrá que limpiar ese nombre- contestó
- ¿y eso como se hace?- pregunté
- tendré que llevarte a la ciudad principal para que te vea la reina Alshajara y te dé un nuevo nombre 
para esta dimensión
- ¿y qué pasará con el mío?- pregunté
- eso es lo malo, lo irás olvidando sin darte cuenta y sin él nunca podrás volver a tu dimensión- me contestó seriamente
- pues entonces no me lo cambio y punto- contesté feliz
- entonces será peor aún, la reina te encontrará y te convertirá en una rata o te matará con un simple chasquido de sus dedos.
Aquella frase me dejó los pelos de punta, creía que solo era un sueño pero con más que me peñiscara no me despertaba porque todo esto era real.
Decidido le contesté que sí con la cabeza y con un rápido movimiento cogió los suficientes víveres 
como para llegar a la ciudad; salimos a la superficie y con un simple silbido llamó a una especie de ciervo azul con tres cuernos y mas bien peludo que se montó sobre él y cogió los sacos de alimentos y los puso detrás suyo como de un caballo se tratase y me invitó a montar; me dio la mano para ayudarme a subir y me acomodé detrás de él, aguantando los sacos por si se caían y emprendimos un viaje hacia 
la ciudad principal.

Había pasado un cuarto de hora desde que emprendimos el viaje, yo estaba callado e inmóvil contemplando el paisaje que era precioso; el verde prado con finas hierbas, el cielo azul, los extraños animalejos que asomaban la cabeza desde pequeños agujeros y la fresca brisa que solo se encontraba en las montañas. Por lo que me había contado, los animales con los que me cruzaba se llamaban Risjus 
que en su país significaban pequeños seres come fuego, aunque me pareció extraño, aquellos seres se parecían a pequeñas ardillas rojas con fuertes garras de tres puntas. Aquel camino que seguíamos 
parecía interminable, no solo por el grandísimo prado, sino por la tranquilidad del ciervo azul; hasta que me preguntó Mashuo…
- ¿de dónde has sacado esa espada?- me preguntó algo nervioso
- me la regaló Yuchiko, ¿por qué lo preguntas?
- esa es una espada elemental
-¿eh?
- son espadas que pueden absorber los poderes de los cuatro elementos de estas tierras, el viento, el fuego, el agua y la tierra, si consiguieras alguno de esos poderes serías un gran guerrero y conseguirías habilidades únicas- me respondió emocionado
- pero si yo no sé pelear y además, si tengo menos fuerza que una rata- respondí avergonzado
- eso no tiene nada que ver, si consiguieras por casualidad alguno de los elementos tus fuerzas e habilidades se incrementarían por cien
- entonces… ¿si es tan poderosa esta espada, por qué me la daría?- pregunté mientras observaba mi katana
- no lo sé, pero lo que sí sé que solo existen dos espadas como esa, las “sin” y la “con”, si llegaran a juntarse serías el ser más poderoso de estas tierras y las de tu mundo.
Tras aquella explicación pude ver como ardía una cabaña a lo lejos…
- ¡Mashuo, mira allí!- grité.
Y con un fuerte movimiento, golpeó al ciervo con el pie y éste empezó a correr hacia la cabaña. 
El humo era muy espeso y se podía ver a una legua pero cuando llegamos era demasiado tarde, las llamas habían consumido todo, solo quedaban cenizas pero por sorpresa una muchacha de unos veinte años se acercó a nosotros y calló al suelo con respiraciones leves, Mashuo y yo nos bajamos y corrimos a ayudarla, por lo que me explicaba Mashuo se encontraba fuera de peligro, volvió hacia su fiel corcel y dentro de un saco recogió una gran espada de hierro, la desvainó y gritó…
- ¡salid malditos orcos!
De repente tras aquel grito empezaron a salir seres verdes, feos con mazos y martillos de piedra que debían pesar por lo menos cien kilos cada uno, median casi dos metros cincuenta de altura y estaban “cuadrados” que quiere decir que tenían músculos hasta en las orejas así, que debían de ser orcos, verdaderos orcos. Hablaban otra lengua distinta a la mía pero con los gestos que hacían no era muy difícil de comprenderlos, querían matarnos.
Había unos quince pero Mashuo se dispuso a luchar contra ellos, se me adelantó y me aconsejó…
- no te preocupes llegarás vivo a la ciudad.
Tras aquello, empezó una encarnizada pelea, aunque parecía imposible de que ganara Mashuo, él repartía mandobles a diestro y siniestro como se suele decir. En cambio yo no podía mover un solo 
dedo, estaba atemorizado, aquellos rostros de los orcos asustarían hasta al más fiero de las bestias, por 
lo menos en mi dimensión. Traté muchas veces de desvainar mi katana pero mis brazos no me respondían, así que me dispuse solo a contemplar aquella batalla.


Mashuo había tumbado ya ha cinco de los quince, en su rostro pude observar la cara de cansancio pero
 él no se rendía y seguía luchando hasta que el destino le hizo resbalarse y caer al suelo, yo me 
sorprendí pero él seguía peleando aunque en desventaja, él no se rendía pero lo que temí se cumplió, sin que él se diera cuenta un orco se le estaba acercando por la espalda y en ese momento mi cuerpo respondió solo y mi adrenalina empezó a subir, desvainé mi katana y me uní a la lucha.
Rápido pero sigilosamente me acercaba al orco que pretendía atacar a Mashuo por la espalda pero cuando le iba a golpear le pude reventar los tendones del pie y calló al suelo sangrando como un cerdo y sin más dilación le clavé la katana en la frente, salpicándome a mí de sangre y gracias a aquella acción que realicé, Mashuo pudo levantarse y acabar con los orcos que quedaban y así poder descansar de una vez.
- gracias por venir en mi ayuda- me agradeció Mashuo
- ja, de nada- respondí mientras envainaba mi katana.
Pero como de costumbre la tranquilidad no es eterna y de repente un orco violeta con el doble de 
tamaño que los que había visto se acercó a nosotros y nos dijo algo en otro idioma al que yo no le entendí y lo que Mashuo sí entendió.
Los gestos faciales del orco eran escalofriantes y más cuando lo tenía a solo unos metros delante de mí. Mashuo parecía entender al orco lo que me dejó asombrado y tras  esas palabras me susurró…
- escóndete, rápido.
Y con un sigiloso movimiento me estuve alejando del orco hasta que éste golpeó el suelo con su mazo 
de piedra…
- ¡ahora, corre, vete con el ciervo azul!- me gritó Mashuo.
Los nervios no me dejaron pensar y le obedecí al pie de la letra, así que, sin más dilación me monté en
 el ciervo azul y me alejé del terreno mientras observaba como empezaban a luchar entre ellos. Aquella pelea era espectacular, Mashuo esquivaba todos los golpes de su adversario mientras que éste atacaba a lo loco y sin control.
Cuando me alejé lo suficiente como para estar a salvo la muchacha que estaba a mis espaldas a lomo de la bestia se despertó por fin y…
- ¿dónde estoy, qué ha pasado?- me preguntó confusa
-te encontramos inconsciente en tu casa, así que te ayudamos- le contesté
- ¿y los orcos del bosque?
- mi amigo Mashuo les está dando una lección, tranquila, todo saldrá bien.
Tras aquella conversación volví mi atención a la batalla, Mashuo seguía esquivando los golpes del orco aunque podía notar su cansancio pero en cambio su contrincante estaba tan fresco como en el principio hasta que en un descuido de Mashuo lo mandó al suelo de un grandísimo golpe en la yugular, creía que lo había matado pero parecía que solo le había hecho un rasguño y tras aquello, Mashuo empezó a concentrar todo su poder durante un corto periodo de tiempo y lo liberó en su puño derecho, lo golpeó y le decapitó, la sangre que derramaba era descomunal, parecía un grifo a presión, estuvo desangrándose durante un buen rato hasta que decidí reunirme con Mashuo.
- ¡¿cómo has hecho eso!?- le pregunté
- es una técnica secreta que me enseñó mi maestro
- oye… yo… esto…, gracias por lo que has hecho por mí- dijo la muchacha
- ¿cómo te llamas preciosa?- preguntó Mashuo
- Ashley

- pues yo Mashuo y este individuo es un sangre roja, Alberto.

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