martes, 15 de julio de 2014

Inerion8


Capítulo octavo
Comienza la aventura

Al día siguiente, nada más levantarme cogí mi katana y la observé durante un buen rato mientras pensaba en Yuchiko. Miré el reloj y marcaba las siete y media, quedaba una hora para mi “cita” por llamarlo de alguna forma, cuando iba a coger un trapo para limpiar la hoja empezaron a llamar a la puerta y acto seguido la abrí y resultó ser Yuchiko que con un rápido movimiento cogió la katana y se marchó corriendo, yo no entendía muy bien lo que pasaba pero de repente me vino a la cabeza un recuerdo inquietante, la carta que me dejó Ganondorf que decía…

Dentro de unos días tendrás que superar una prueba que tú no podrás seleccionar, una prueba que 
solo habrá un camino, al final de éste encontrarás tu auténtico destino.

Me puse los zapatos viejos que se situaban a la entrada de la casa y la perseguí.
- ¡Yuchiko, para, ¿pero que te pasa?!- grité sin parar de correr.
Aunque no tuviese ninguna respuesta yo no me daba por vencido, después de un rato corriendo me di cuenta de que se dirigía al monte.
Cuando llegué, Yuchiko sin decir palabra se dirigió hacia un árbol que parecía que era milenario por lo grueso que era y lo alto que se encontraba la copa. Yuchiko se paró delante del gran árbol, desvainó la katana y la clavó en el “corazón” del árbol.
No sabía ni lo que hacía ni lo que iba a ocurrir y sin más dilación le pregunté…
- ¿Se puede saber lo que pretendes hacer?
- Lo siento Alberto, pero la visita de Sanlúcar va a tener que ser anulada.- me contestó mientras observaba como caía la sabia del árbol.
- Pero… ¿por qué?- volví a preguntar acercándome a ella sigilosamente.
- Por favor, no te acerques más.
- lo siento pero no voy a hacerte caso, te prometí estar siempre a tu lado.
Y acto seguido, Yuchiko desclavó la katana del árbol y me apuntó con ella. En ningún momento pensé en huir, después de lo que pasé en la chatarrería, esto no era nada.
- ¿Qué pasa, no me entiendes?- aclaró Yuchiko.
Y seguido de la pregunta me clavó la katana en el hombro izquierdo, yo soporté el dolor aunque no 
pude aguantar las lágrimas.
- ¿Por qué no te marchas a tu casa de una vez?- Yuchiko empezó a llorar- ¿no ves que como no te marches vas a morir?
- ¡Ja, ja, ja! ¿Es que no te enteras?, no pienso irme sin saber lo que te pasa- dije dolorido en el suelo mientras miraba a Yuchiko con la mirada más firme que nunca tuve.
Yuchiko se arrodilló en el suelo junto a mí y empezó a llorar, yo no sabía que hacer y además, con la herida que me hizo ya tenía diversión para rato.
Empecé a observar el árbol al que Yuchiko había clavado la katana; la sabia seguía cayendo rigurosamente y volviéndose cada vez más roja, al color de la sangre.
Después de un rato en llantos y penas, conseguí cortar la hemorragia pero me temía perder el conocimiento por la cantidad de sangre que había derramado.
- Tranquilo, no he alcanzado ningún punto vital- me dijo Yuchiko como si supiese lo que iba ha decir 
en ese mismo instante.
- ¿Por qué no me dijiste que sabías empuñar armas?- le pregunté con asombro.
Aunque ella no me contestó yo sabía más o menos sus intenciones; no sabía lo que iba a ocurrir pero lo que sí sabía era que no me quería involucrar.
Yo estaba mareado y fatigado pero en ningún momento bajé la guardia y estuve firme al lado de Yuchiko sin separarme de ella, hasta que…
- Gracias, sabía que no me abandonarías- me dijo Yuchiko dejándose caer en mi hombro derecho.
- je, a partir de ahora yo seré tu guardaespaldas- contesté decidido.
- creo que ya está a punto- se dijo para si Yuchiko mientras observaba la sabia del árbol que fluía como la sangre- ¿estás preparado?
- ¿para qué?- pregunté.
- si de verdad te importo, acompáñame- me contestó Yuchiko agarrándome del brazo.
Cuando nos levantamos, Yuchiko recogió la katana del suelo, la guardó en la vaina y me la volvió a entregar.
- lo siento por la herida, pero en el otro abismo así es como las armas eligen a sus dueños; derramando 
la sangre de quien las empuña- después de aquella frase, Yuchiko se dirigió hacia el árbol y pasó algo que cambiaría mi vida para siempre, algo que nunca me hubiera imaginado, mientras caminábamos 
hacia el árbol, éste se desvanecía como un espejismo que daba lugar a un portal tridimensional hacía yo que sé donde, pero me pude dar cuenta que por la cara de Yuchiko empezaron a derramarles lágrimas y acto seguido perdí el conocimiento.
Cuando me desperté me encontraba en otro lugar diferente a la Algaida, un lugar que nunca había visto ni imaginado, un lugar siniestro y a la vez reconfortable. Yo me encontraba en un prado de verdes hierbas, me puse boca arriba, tendido en el suelo viendo las nubes en el cielo azul hasta que me situé un poco en el asunto.
- Yuchiko, ella dijo algo sobre un portal tridimensional- susurré.
- ¡¿Qué haces aquí sangre roja?!- me gritó un extraño ser mientras me levantaba con una sola mano.
No podía articular palabra alguna, estaba atemorizado pero cuando pude verle el rostro al ser que tenía ante mí resultó ser un hombre normal y corriente, o al menos eso creía.
- ¡¿no sabes que es peligroso estar aquí, al aire libre, sangre roja!?- me gritó el hombre mientras me devolvía a tierra firme
- ¿yo, sangre roja, y eso que es?- pregunté
- los sangre roja son humanos de la dimensión terrestre
- ¿dimensión?, espera un momento y empieza desde el principio porque no me sitúo.
No me dio tiempo a parpadear que de repente el hombre se abalanzó sobre mí y nos escabullimos entre la hierba, como pude observar me estaba ocultando de un monstruo alado parecido a un dragón. En ese momento no me podía mover, estaba asombrado con el ser que tenía a kilómetros de mí aunque parecieron metros con lo gigantesco que era.
Pasó un par de minutos hasta que el monstruo se alejó de nosotros y después de aquello el hombre me susurró…
- venga, persígueme y no te pares.

Acto seguido se puso a correr silenciosamente y no tuve mas remedio que seguirle sin saber lo que me esperaba, solo quería saber donde me encontraba y porque.

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