Capítulo séptimo
Noches de
luna llena
Han pasado tres días desde lo
de la chatarrería, mis heridas ya se han curado milagrosamente, solo tenía
vendado el antebrazo izquierdo y la pierna derecha aunque podía caminar
tranquilamente, pero en cambio no volví a ver
a Yuchiko desde la pelea y me preocupaba de que Mercedes, su tía, no la
dejase salir de su casa hasta que se fuera a Madrid. Esa misma tarde subí a la
azotea de mi casa y observé
desde aquella distancia de que Yuchiko estaba en su
cuarto. La ventana de su habitación estaba abierta con la luz encendida pero de
repente escuché los pasos de alguien subiendo y cuando me doy cuenta
veo a mi
amigo Iván y…
- ¿y esas vendas, te has
caído?- me preguntó
- calla- dije.
Cuando me volví hacía la
ventana de Yuchiko ya estaba cerrada y con las cortinas bajadas.
- ¿qué miras?- me preguntó
mientras intentaba averiguar lo que yo observaba- ¡ey, responde!
- maldita sea- murmuré
- tranquilo, tranquilo, que ya
te dejo- dijo apartándose de mi lado.
- ¿para qué has venido?- le
pregunté
- para pasar el rato
- pues ya puedes irte
- ¿y si no quiero?
- pues abúrrete ahí sentado
porque yo me voy a quedar aquí hasta la noche- le contesté mientras volvía mi
mirada hacia la ventana de Yuchiko.
Después de pasar un buen rato
callados vi como una muchacha salía de la casa de Mercedes, debía ser Yuchiko por
el pañuelo rojo que siempre le veía puesto y se dirigía hacia el final de la
calle y sin más dilación me levanté y fui directo hacia ella sin recordar la
visita de Iván que después se marchó a su
casa enfadado.
Ya casi se veía la jaula del
perro de caza de un vecino que se situaba al final de la calle y que doblando
hacia la derecha en un camino entre un invernadero y un pequeño puente de unos
tres metros nos
situaba en el final del terreno y el transcurso del río
Guadalquivir, allí estaba Yuchiko, sentada y
mirando al río pensativa y con tristeza;
me acerqué y le dije:
- buenas noches, Yuchiko
-……..
- ¿te gusta este sitio?
-…….si
- ¿Cómo estás?.... lo digo por
lo del otro día
-……bien.
Aquella conversación no llegaba
a ninguna parte, estaba muy recaída, casi a punto de llorar y cabizbaja contestó…
- …. El tres de enero me marcho
a Madrid
- ¡¿tan pronto?!- grité
sorprendido- pero, ¿pero cuando te lo han dicho?
- después de lo de la pelea, mi
tía llamó a mi padre para que me recogiera antes de tiempo
- tranquila mujer, todavía
quedan un par de días, no pasa nada
- pero si nochevieja es pasado
mañana
- (¡¿eh?! Jo, como pasan los
días) pues mañana nos iremos a Sanlúcar de Barrameda por la mañana temprano
hasta la noche y tú verás lo bien que nos lo pasamos
- va…le, mañana a las ocho y
media, ¿de acuerdo?- contestó secándose unas lágrimas que le caían de la cara
- ¡así me gusta, con entusiasmo!
- Je- me sonrió Yuchiko.
Le ofrecí mi mano para que
Yuchiko pudiera levantarse más fácilmente y nos fuimos a nuestras respectivas
casas. Por el camino de vuelta, caminando por un extremo de la carretera y bajo
la luna
llena podía observar la belleza que emitía la cara y los ojos de
Yuchiko; era hermosa, no podía permitir perder la amistad que tenía con ella
por nada en el mundo. Yo me quedé mirándola sonrojado y de repente ella me
devolvió la mirada como si ella supiera desde el primer momento que yo la
estaba mirando y me dijo:
- ¿te ocurre algo?
- ¡¿?! No, nada- contesté
desviando mi mirada hacia el suelo.
Estuvimos un par de minutos en
silencio, a lo legos ya se veía la casa de Mercedes, cuando entonces….
- lo siento, yo quería quedarme
más tiempo aquí pero…- me dijo mientras caminábamos
- no lo sientas, yo también
quería que te quedaras más pero si no se puede… ¡que le vamos ha hacer, ja, ja,
ja!….- contesté con una mentira.
Yo no soportaba que Yuchiko se
fuera pero no podía impedírselo a su padre por mucho que insistiera. Cuando
llegamos a la casa de Mercedes, Yuchiko y yo nos paramos en la puerta y nos
miramos mutuamente hasta que Mercedes salió y nos dijo:
- ¿Qué hacéis ahí fuera?,
venga, entrad
- ¿yo… también?- pregunté
señalándome con el dedo
- ¡claro!- prosiguió Yuchiko.
Yuchiko me agarró del brazo y
me llevó hasta su habitación y consecutivamente cerró la puerta.
El tamaño de la habitación era
como la mía, normal para un muchacho de quince años, lo suficientemente grande
como para que quepa una cama, un ropero, un escritorio y algo más de por medio.
Tenía un reloj arriba del escritorio que éste a su vez se situaba a la
izquierda de la habitación, la cama se situaba frente a la puerta y en la pared
de la cama estaba la ventana, a la derecha de la puerta estaba el ropero que
llevaba colgado en el pomo izquierdo un peluche de un conejo blanco con ojos
rojos y por último; la pared era de color blanca.
Yo me senté en su cama y
Yuchiko en su silla de escritorio, yo no sabía que decir en ese momento, solo
dejaba pasar el tiempo hasta que…
- oye, yo…- me dijo Yuchiko
interrumpiéndose
- ¿eh?
- Alberto… yo lo…
- ¿Qué te pasa Yuchiko?
Y de repente Yuchiko sin yo saber
porque me abrazó y empezó a llorar, yo no sabía que hacer en estos casos, solo
la abracé y me mantuve en silencio hasta que Mercedes….
- Alberto, déjala, ven un
momento.
No tuve más remedio que soltarla
y salir de la habitación, Mercedes cerró la puerta y la seguí hasta el salón
donde me ofreció sentarme en el sofá.
- ¿Qué le pasa a Yuchiko?-
pregunté
- su madre está muy enferma.
Aquella respuesta me hubiera
gustado no oírla, era por eso por lo que Yuchiko estaba tan recaída y
triste.
- ¿Qué le ocurre?- pregunté
asustado por la respuesta que me iba a dar
-tiene mucha fiebre y los
doctores no saben porque
- ¿Cuánto lleva así?
- un par de semanas.
No sabía que contestar, solo
estuve en silencio hasta que miré el reloj del vídeo y ya eran más de las
diez
de la noche.
- ya es muy tarde- contestó
Mercedes levantándose del sofá
- adiós- dije mientras me
dirigía a la salida.
Cuando llegué a mi casa no
podía dejar de pensar en lo mal que lo estaba pasando Yuchiko y en lo triste
que la veía, pero recordaba cuando estábamos en el final de la calle hablando y
que mañana a las ocho y media iríamos a Sanlúcar pero…. con lo de su madre no
sabría decir que fuese lo mejor para ella salir ese día. Pasara lo que pasara
yo siempre estaría con ella en todo momento. Terminé de cenar, me acosté y como
no podía conciliar el sueño me puse a pensar en Yuchiko, pasaron un par de
horas y mi familia estaba dormida, eran las dos de la noche, me levanté y me
asomé por la ventana del salón para ver lo
que hacía Yuchiko, en el momento que
puse mi mirada sobre la casa de Mercedes vi como Yuchiko
salía y se dirigía
nuevamente al final de la calle. Me prometí a mí mismo que siempre estaría con
Yuchiko, y decidido me vestí y me fui detrás de ella.
Cuando llegué al final de la
calle, Yuchiko ya estaba allí sentada en el suelo y mirando al río; me
acerqué
cuidadosamente y me incorporé a su lado.
- Mercedes me lo ha contado-
dije- pero tranquila, todo saldrá bien, valla que sí
- ¿sabes una cosa?
- ¿el qué?- pregunté mirándola
- ¿sabes que si a las dos de la
madrugada sales a mirar al mar con alguien que te importa los males
desaparecen?- dijo Yuchiko levantando la cabeza
- jo, no lo sabía, esto…
¿sigues queriendo ir mañana a Sanlúcar?
- no lo sé- me contestó
volviendo su mirada hacia el río- espera aquí un momento- dijo levantándose
- ¿A dónde vas?- pregunté con
curiosidad
- tranquilo, espera aquí, ahora
vuelvo.
No sabía lo que iba a hacer
pero salió corriendo hacia la casa de su tía, la esperé durante un cuarto de
hora más o menos hasta que volvió con algo en las manos, estaba envuelto en una
tela y….
- toma, es para ti- me dijo
Yuchiko entregándome el objeto que llevaba en las manos.
No podía aguantar la curiosidad
y cuando lo abrí era…. ¡una katana!
- ¿Dónde has sacado esto?-
pregunté desvainando la katana
- era de mi tatarabuelo
- ¿y me la das, así, sin más?-
volví a preguntar envainándola
- pues claro, gracias a ti ya
me siento mejor y además… tenía que darte las gracias de algún modo por
lo que
hiciste por mí en la chatarrería
- con las gracias sobraba,
bueno… de todas formas… gracias, Yuchiko.
Vi como Yuchiko se sonrojaba, y
después de aquella ofrenda nos fuimos a dormir.
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