martes, 15 de julio de 2014

inerion6


Capítulo sexto
En los límites de la desesperación



Yo estaba enfrente de Jesulito, observándolo, cuidadosamente, los  demás de su pandilla estaban a nuestro alrededor y por lo tanto yo no podía escaparme ni ocultarme, el edificio estaba a oscuras y mi visión solo me permitía ver a mi rival. No sabía la situación en la que se encontraba Yuchiko y por mucho que intentaba averiguarlo no lo conseguía por los “ladridos” de los maleantes, así que me decidí 
a enfrentarme definitivamente a Jesulito.
- ¿y tu compañero?- pregunté
- ¿Cuáles de ellos, el herido o los que van a matarte?- dijo mientras los señalaban
- el herido
- ¡ja!, ¿te crees muy gracioso, verdad?- dijo mientras se crujía los dedos
- ¿Qué conseguirás con todo esto?
- diversión, humillación… ¿sangre quizás?... y lo mejor, a tu amiguita Yuchiko- contestó mientras se tocaba la entrepierna
- ¡nunca lo conseguirás!- esas últimas palabras y gestos me pusieron furioso y mi adrenalina comenzó a subir considerablemente.
Y con un rápido movimiento corrí hacia a él, le golpeé en la cara con todas mis fuerzas y lo tumbé, pero como ya había imaginado, mis fuerzas aunque mi adrenalina esté por las nubes no eran suficientes como para dejarlo inconsciente, se levantó y…
- ¿crees que me puedes ganar?- dijo mientras escupía en el suelo.
Di un salto atrás y me preparé para lo peor. Los esbirros de Jesulito empezaron a acorralarme hasta dejarme sin espacio para atacar y en un abrir y cerrar de ojos empezaron a aporrearme con los tubos de hierro, yo intentaba cubrirme pero eran cinco y yo no tenía suficiente fuerza y caí al suelo, dolorido a punto de desmayarme escuché…
 - parad, yo le daré el golpe de gracia- dijo Jesulito.
Los esbirros se apartaron y le dejaron paso a Jesulito que como pude observar, tenía una sonrisa malévola. Caminaba despacio hacia mí con intención de matarme pero de repente un ruido de cajas y objetos metálicos empezaron a caer desde la otra parte del edificio, y con el jaleo todos miraron hacia 
allí descuidando mi situación, en ese instante supe que Yuchiko estaba allí, intentando de algún modo ayudarme a salir de aquella paliza que me estaban dando, me levanté pero el pie derecho no me respondió y caí de rodillas y no pude evitar dar un grito y de nuevo los maleantes se volvieron hacia mí y…
- ¿no estarías intentando escapar, verdad?- me dijo Jesulito mientras preparaba el tubo de hierro para golpearme.
Pero un instante antes un objeto metálico redondo le golpeó a Jesulito en la cabeza lo que le hizo una brecha, con un gesto se tocó en la herida y al ver que estaba sangrando gritó:
- ¡maldita zorra, espera a que te coja!
Jesulito tiró el tubo de hierro contra el suelo dándome a mí en la cara, se giró en donde se suponía que se encontraba Yuchiko y se fue en su busca. Volvieron a descuidar mi posición y con ayuda del tubo de hierro me puse en pie y me escondí entre las cajas.
Entre la oscuridad pude observar la silueta de una muchacha que debía ser Yuchiko, me encaminé hacia a ella pero siempre con cuidado de que no me descubrieran y después de un par de minutos llegué a su lado.
- Yuchiko, tienes que salir de aquí- le dije apoyando mi mano en su hombro- si no escapas de atraparán 
y quien sabe las cosas que te harán
- pero…
- por favor Yuchiko, vete
- ¿y tú que harás?- me murmuró Yuchiko preocupada
- yo intentaré ganar tiempo mientras que tú buscas a alguien
- vale…pero… ten cuidado- dijo mientras se marchaba por el agujero.
Cuando la vi salir del edificio me quedé muy tranquilo pero había algo sospechoso, no había rastro de los maleantes ni de Jesulito por ninguna parte, miré por los alrededores del edificio pero nada, no los veía, salí de mi escondrijo y de repente alguien me golpea por la espalda y por un acto reflejo noto como se me rompen dos costillas y caigo al suelo muy dolorido casi sin conocimiento. No se como pude caer en su trampa, me habían engañado por completo y por ese descuido casi me cuesta la vida. Tenía que hacer tiempo pero estaba acabado, mi cuerpo no me respondía, mi dolor me nublaba la vista y no podía pensar con claridad de cómo salir de aquel aprieto.
- ¿te rindes?- me gritó Jesulito mientras me golpeaba en el estómago- todo ha terminado pero para ti chaval
- mal…di…to…- contesté con el poco aliento que me quedaba.
Nada más terminar mis palabras me volvió a pegar en el estómago, ya no tenía fuerzas ni para respirar, solo quería descansar pero si lo hacia significaría su victoria y acabaría con mi vida sin importarle las consecuencias que eso acarreaba, así que intenté levantarme pero mi cuerpo no me respondía.
Sin esperarlo, un hombre mayor de unos cuarenta años vino en mi ayuda junto a Yuchiko, al ver que lo habían descubierto, Jesulito y sus esbirros intentaron huir pero cuando iban a salir de la chatarrería la policía les esperaba en la entrada, yo, en cambio me alegré al ver que Yuchiko estaba bien y que por lo menos lo malo había pasado. Con ayuda de Yuchiko me pude sentar en el suelo apoyando mi espalda contra la pared, aunque estaba medio muerto nunca estuve tan feliz de haber tenido aquella aventura; que al principio iba ganando yo, y que después me busqué un par de buenos cardenales. Cuando las cosas se pusieron más tranquilas y yo había recuperado el aliento observé que Yuchiko siempre estaba a mi lado sin separarse de mí en ningún momento.
- gracias por cuidar de mí toda la noche- me decía Yuchiko con una expresión de sonrisa en su cara
- ¿cómo le golpeaste en la cabeza a Jesulito?- le pregunté mientras me rascaba la cabeza
- yo estaba escondida entre las cajas y de repente entre mis pies me encuentro con un ratón que se metió en un agujero y a su lado estaba aquello, el cacho de metal redondo, lo cogí y se lo tiré en la cabeza
- jo, que puntería- le contesté.
Y mientras terminaba la frase un señor que parecía ser un inspector nos dijo con firmeza:
- esos tipos nos han dicho que solo estabais jugando “a ver quien tiene más resistencia”
- pero…-y antes que terminara mi frase…
- como os vuelva a ver en esta situación os vais a enterar- después de decir aquello se marchó firme como en el primer momento.
Yuchiko y yo volvimos a casa y les contamos; yo a mis padres y Yuchiko a su tía, que solo estábamos en una fiesta y que yo me había caído de un segundo piso. No quería preocuparlos con el asunto del Jesulito, así que yo y Yuchiko, guardamos el secreto y estoy completamente seguro que los maleantes aquellos no nos volverían a molestar porque estaban avisados de que nos “chivaremos” a la policía si nos hacían algo.
Y con respecto a mis heridas al cabo de dos días se me curaron milagrosamente.

Pero algo me corroía por dentro, y en el lugar en dónde ocurrió la aventura; la chatarrería, había alguien atrapado entre los escombros, el esbirro al que yo herí, estaba solo y pidiendo ayuda pero eso ya es otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario