Capítulo sexto
En los
límites de la desesperación
Yo estaba enfrente de Jesulito,
observándolo, cuidadosamente, los demás
de su pandilla estaban a nuestro alrededor y por lo tanto yo no podía escaparme
ni ocultarme, el edificio estaba a oscuras y mi visión solo me permitía ver a
mi rival. No sabía la situación en la que se encontraba Yuchiko y por mucho que
intentaba averiguarlo no lo conseguía por los “ladridos” de los maleantes, así
que me decidí
a enfrentarme definitivamente a Jesulito.
- ¿y tu compañero?- pregunté
- ¿Cuáles de ellos, el herido o
los que van a matarte?- dijo mientras los señalaban
- el herido
- ¡ja!, ¿te crees muy gracioso,
verdad?- dijo mientras se crujía los dedos
- ¿Qué conseguirás con todo
esto?
- diversión, humillación…
¿sangre quizás?... y lo mejor, a tu amiguita Yuchiko- contestó mientras se
tocaba la entrepierna
- ¡nunca lo conseguirás!- esas
últimas palabras y gestos me pusieron furioso y mi adrenalina comenzó a subir
considerablemente.
Y con un rápido movimiento
corrí hacia a él, le golpeé en la cara con todas mis fuerzas y lo tumbé, pero
como ya había imaginado, mis fuerzas aunque mi adrenalina esté por las nubes no
eran suficientes como para dejarlo inconsciente, se levantó y…
- ¿crees que me puedes ganar?-
dijo mientras escupía en el suelo.
Di un salto atrás y me preparé
para lo peor. Los esbirros de Jesulito empezaron a acorralarme hasta dejarme
sin espacio para atacar y en un abrir y cerrar de ojos empezaron a aporrearme
con los tubos de hierro, yo intentaba cubrirme pero eran cinco y yo no tenía
suficiente fuerza y caí al suelo, dolorido a punto de desmayarme escuché…
- parad, yo le daré el golpe de gracia- dijo
Jesulito.
Los esbirros se apartaron y le
dejaron paso a Jesulito que como pude observar, tenía una sonrisa malévola.
Caminaba despacio hacia mí con intención de matarme pero de repente un ruido de
cajas y objetos metálicos empezaron a caer desde la otra parte del edificio, y
con el jaleo todos miraron hacia
allí descuidando mi situación, en ese instante
supe que Yuchiko estaba allí, intentando de algún modo ayudarme a salir de
aquella paliza que me estaban dando, me levanté pero el pie derecho no me
respondió y caí de rodillas y no pude evitar dar un grito y de nuevo los
maleantes se volvieron hacia mí y…
- ¿no estarías intentando
escapar, verdad?- me dijo Jesulito mientras preparaba el tubo de hierro para
golpearme.
Pero un instante antes un
objeto metálico redondo le golpeó a Jesulito en la cabeza lo que le hizo una
brecha, con un gesto se tocó en la herida y al ver que estaba sangrando gritó:
- ¡maldita zorra, espera a que
te coja!
Jesulito tiró el tubo de hierro
contra el suelo dándome a mí en la cara, se giró en donde se suponía que se
encontraba Yuchiko y se fue en su busca. Volvieron a descuidar mi posición y
con ayuda del tubo de hierro me puse en pie y me escondí entre las cajas.
Entre la oscuridad pude
observar la silueta de una muchacha que debía ser Yuchiko, me encaminé hacia a
ella pero siempre con cuidado de que no me descubrieran y después de un par de
minutos llegué a su lado.
- Yuchiko, tienes que salir de
aquí- le dije apoyando mi mano en su hombro- si no escapas de atraparán
y quien
sabe las cosas que te harán
- pero…
- por favor Yuchiko, vete
- ¿y tú que harás?- me murmuró
Yuchiko preocupada
- yo intentaré ganar tiempo
mientras que tú buscas a alguien
- vale…pero… ten cuidado- dijo
mientras se marchaba por el agujero.
Cuando la vi salir del edificio
me quedé muy tranquilo pero había algo sospechoso, no había rastro de los
maleantes ni de Jesulito por ninguna parte, miré por los alrededores del
edificio pero nada, no los veía, salí de mi escondrijo y de repente alguien me
golpea por la espalda y por un acto reflejo noto como se me rompen dos
costillas y caigo al suelo muy dolorido casi sin conocimiento. No se como pude
caer en su trampa, me habían engañado por completo y por ese descuido casi me
cuesta la vida. Tenía que hacer tiempo pero estaba acabado, mi cuerpo no me
respondía, mi dolor me nublaba la vista y no podía pensar con claridad de cómo
salir de aquel aprieto.
- ¿te rindes?- me gritó
Jesulito mientras me golpeaba en el estómago- todo ha terminado pero para ti
chaval
- mal…di…to…- contesté con el
poco aliento que me quedaba.
Nada más terminar mis palabras
me volvió a pegar en el estómago, ya no tenía fuerzas ni para respirar, solo
quería descansar pero si lo hacia significaría su victoria y acabaría con mi
vida sin importarle las consecuencias que eso acarreaba, así que intenté
levantarme pero mi cuerpo no me respondía.
Sin esperarlo, un hombre mayor
de unos cuarenta años vino en mi ayuda junto a Yuchiko, al ver que lo habían
descubierto, Jesulito y sus esbirros intentaron huir pero cuando iban a salir
de la chatarrería la policía les esperaba en la entrada, yo, en cambio me
alegré al ver que Yuchiko estaba bien y que por lo menos lo malo había pasado.
Con ayuda de Yuchiko me pude sentar en el suelo apoyando mi espalda contra la
pared, aunque estaba medio muerto nunca estuve tan feliz de haber tenido
aquella aventura; que al principio iba ganando yo, y que después me busqué un par
de buenos cardenales. Cuando las cosas se pusieron más tranquilas y yo había
recuperado el aliento observé que Yuchiko siempre estaba a mi lado sin
separarse de mí en ningún momento.
- gracias por cuidar de mí toda
la noche- me decía Yuchiko con una expresión de sonrisa en su cara
- ¿cómo le golpeaste en la
cabeza a Jesulito?- le pregunté mientras me rascaba la cabeza
- yo estaba escondida entre las
cajas y de repente entre mis pies me encuentro con un ratón que se metió en un
agujero y a su lado estaba aquello, el cacho de metal redondo, lo cogí y se lo
tiré en la cabeza
- jo, que puntería- le
contesté.
Y mientras terminaba la frase
un señor que parecía ser un inspector nos dijo con firmeza:
- esos tipos nos han dicho que
solo estabais jugando “a ver quien tiene más resistencia”
- pero…-y antes que terminara
mi frase…
- como os vuelva a ver en esta
situación os vais a enterar- después de decir aquello se marchó firme como en
el primer momento.
Yuchiko y yo volvimos a casa y
les contamos; yo a mis padres y Yuchiko a su tía, que solo estábamos en una fiesta
y que yo me había caído de un segundo piso. No quería preocuparlos con el
asunto del Jesulito, así que yo y Yuchiko, guardamos el secreto y estoy
completamente seguro que los maleantes aquellos no nos volverían a molestar
porque estaban avisados de que nos “chivaremos” a la policía si nos hacían
algo.
Y con respecto a mis heridas al
cabo de dos días se me curaron milagrosamente.
Pero algo me corroía por
dentro, y en el lugar en dónde ocurrió la aventura; la chatarrería, había
alguien atrapado entre los escombros, el esbirro al que yo herí, estaba solo y
pidiendo ayuda pero eso ya es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario