miércoles, 9 de julio de 2014

Inerion4


Capítulo cuarto
¡Yuchiko en apuros!


Después de llegar a los llanos y mirar las bicis aparcadas enfrente del campo de fútbol supuse que no estaba aquí, miré atrás y…
- Yuchiko nos… ¿Yuchiko, ¡Yuchiko!?- grité desesperado.
Busqué por detrás de una casa pero no la encontré, me temía lo peor, con lo guapa que era seguro que la panda de Jesulito (el tío más despiadado de la algaida y de los llanos juntos) la abría secuestrado o… algo peor… ¡VIOLADO!, me enfurecí tanto de solo pensarlo que me fui dirección a casa de Jesulito.
Pensé en las “perrerías” que le irían a hacer a Yuchiko si yo no llegaba a tiempo y en ese mismo 
instante mi adrenalina empezó a subir y empecé a pedalear muchísimo más rápido de como lo había hecho nunca y en un “plís plás” llegué a la choza de Jesulito.
Me asomé cuidadosamente desde mi bicicleta pero solo veía a unos cuantos niños con tubos de hierro, eran las 18:30 de la tarde.
Mientras intentaba buscar un escondrijo para rescatarla me encontré con… ¡Jesulito!
- ¿vienes a por ella?- me preguntó chuleándose
- ¡dónde está!- grité
- pues  para que te enteres, he engendrado un hijo en ella
- ¡¿QUÉ?!- me volvió a subir la adrenalina y fui directo hacia él.
 Intenté tirarlo al suelo de un puñetazo pero no tuve tanta fuerza y me devolvió el golpe
- tú a mí no me ganas- me dijo preparándose para pelear  
- ghrrrrr…
- ¡traed a la chica!- gritó mientras alargaba el brazo hacia arriba.
Después de unos segundos, uno de sus secuaces trajo a Yuchiko atada de brazos, pero me tranquilicé cuando la vi vestida, lo único que el pañuelo que siempre tenía puesto en la cabeza lo tenía atado en la boca…
-Yuchiko, ¿verdad que tienes un hijo mío?
- umhm… - negó Yuchiko con la cabeza.
Y en ese mismo instante Jesulito le pegó una bofetada a Yuchiko y mi adrenalina sobrepasó los límites…
- ¡te mataré!- dije mientras corría hacia él.
Le pegué un buen puñetazo por la nariz y le hice sangrar, y entonces me golpeó tres veces antes de que yo pudiera reaccionar y caí al suelo dolorido, en ese mismo instante se puso a pegarme patadas por las costillas y después de unos 7 o 10 minutos golpeándome me dijo cansado:
- bien, ya estoy de buen humor, aquí te dejo a tu chica pero quiero que sepas que no la he tocado ni he engendrado nada- y se fue.
Con mis últimas fuerzas fui arrastrándome hasta llegar a donde se encontraba ella, la miré y observé que estaba llorando y tenía la cara colorada, la desaté y me desmayé.
Cuando me desperté Yuchiko me estaba abrazando y llorando diciendo mí nombre una y otra vez y contesté:
- ¿es… tas bien, Yuchiko?
Al escucharme, Yuchiko me volvió a abrazar todavía más fuerte. Después de que me situara y recobrara toda mi energía…
- Alberto, estamos en una chatarrería- me dijo Yuchiko mientras se secaba las lágrimas
- ¿Qué hora es?
- las 1:00 más o menos- contestó contemplando la luna llena.
Cuando ya me pude levantar Yuchiko y yo buscamos un coche en el cual pudiéramos pasar la noche, intentamos entrar en un “opel astra” pero estaba lleno de telarañas, buscamos otro que sí era bueno para pasar la noche, nos sentamos en el sillón de detrás y empezamos a mirar la luna pensativos.
Después de un rato en silencio miré a mi lado y Yuchiko se había quedado dormida. La contemplé,
 tenía una mirada tan dulce, que por un instante me entró ganas de besarla pero me contuve, no quería fastidiar su amistad, y así que me volví y de repente vi unas sombras entre la oscuridad, me agaché y desperté a Yuchiko con cuidado de no llamar mucho la atención y entonces…
- ¿qué pasa Alberto?- me dijo adormecida
- creo que nos persigue Jesulito y su pandilla
- ¡¿QUÉEE?!
- no grites Yuchiko- le susurré al oído mientras le tapaba la boca con la mano.
En ese mismo instante las sombras se pararon frente a la entrada de la chatarrería y por lo que pude observar eran unos siete, de sus bolsillos sacaron unas linternas y alumbraron los coches uno por uno;
 no me equivocaba, era Jesulito y sus secuaces.
- ¿qué vamos hacer?- me dijo Yuchiko preocupada
- tranquila
- pero…
- tú quédate aquí y no salgas por ninguna razón, ¿has entendido, Yuchiko?
- sí.
Tras esa respuesta salí del coche en silencio y me oculté en la oscuridad.

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