Capítulo cuarto
¡Yuchiko en apuros!
Después de llegar a los llanos
y mirar las bicis aparcadas enfrente del campo de fútbol supuse que no estaba
aquí, miré atrás y…
- Yuchiko nos… ¿Yuchiko, ¡Yuchiko!?-
grité desesperado.
Busqué por detrás de una casa
pero no la encontré, me temía lo peor, con lo guapa que era seguro que la panda
de Jesulito (el tío más despiadado de la algaida y de los llanos juntos) la
abría secuestrado o… algo peor… ¡VIOLADO!, me enfurecí tanto de solo pensarlo
que me fui dirección a casa de Jesulito.
Pensé en las “perrerías” que le
irían a hacer a Yuchiko si yo no llegaba a tiempo y en ese mismo
instante mi
adrenalina empezó a subir y empecé a pedalear muchísimo más rápido
de como lo había hecho nunca y en un “plís plás” llegué a la choza de Jesulito.
Me asomé cuidadosamente desde
mi bicicleta pero solo veía a unos cuantos niños con tubos de hierro, eran las
18:30 de la tarde.
Mientras intentaba buscar un
escondrijo para rescatarla me encontré con… ¡Jesulito!
- ¿vienes a por ella?- me
preguntó chuleándose
- ¡dónde está!- grité
- pues para que te enteres, he engendrado un hijo en
ella
- ¡¿QUÉ?!- me volvió a subir la
adrenalina y fui directo hacia él.
Intenté tirarlo al suelo de un puñetazo pero
no tuve tanta fuerza y me devolvió el golpe
- tú a mí no me ganas- me dijo
preparándose para pelear
- ghrrrrr…
- ¡traed a la chica!- gritó
mientras alargaba el brazo hacia arriba.
Después de unos segundos, uno
de sus secuaces trajo a Yuchiko atada de brazos, pero me tranquilicé cuando la
vi vestida, lo único que el pañuelo que siempre tenía puesto en la cabeza lo
tenía atado en la boca…
-Yuchiko, ¿verdad que tienes un
hijo mío?
- umhm… - negó Yuchiko con la
cabeza.
Y en ese mismo instante
Jesulito le pegó una bofetada a Yuchiko y mi adrenalina sobrepasó los límites…
- ¡te mataré!- dije mientras
corría hacia él.
Le pegué un buen puñetazo por
la nariz y le hice sangrar, y entonces me golpeó tres veces antes de que yo
pudiera reaccionar y caí al suelo dolorido, en ese mismo instante se puso a
pegarme patadas por las costillas y después de unos 7 o 10 minutos golpeándome
me dijo cansado:
- bien, ya estoy de buen humor,
aquí te dejo a tu chica pero quiero que sepas que no la he tocado ni he
engendrado nada- y se fue.
Con mis últimas fuerzas fui
arrastrándome hasta llegar a donde se encontraba ella, la miré y observé que
estaba llorando y tenía la cara colorada, la desaté y me desmayé.
Cuando me desperté Yuchiko me
estaba abrazando y llorando diciendo mí nombre una y otra vez y contesté:
- ¿es… tas bien, Yuchiko?
Al escucharme, Yuchiko me
volvió a abrazar todavía más fuerte. Después de que me situara y recobrara toda
mi energía…
- Alberto, estamos en una
chatarrería- me dijo Yuchiko mientras se secaba las lágrimas
- ¿Qué hora es?
- las 1:00 más o menos-
contestó contemplando la luna llena.
Cuando ya me pude levantar Yuchiko
y yo buscamos un coche en el cual pudiéramos pasar la noche, intentamos entrar
en un “opel astra” pero estaba lleno de telarañas, buscamos otro que sí era
bueno para pasar la noche, nos sentamos en el sillón de detrás y empezamos a
mirar la luna pensativos.
Después de un rato en silencio
miré a mi lado y Yuchiko se había quedado dormida. La contemplé,
tenía una
mirada tan dulce, que por un instante me entró ganas de besarla pero me
contuve, no quería fastidiar su amistad, y así que me volví y de repente vi
unas sombras entre la oscuridad, me agaché y desperté a Yuchiko con cuidado de
no llamar mucho la atención y entonces…
- ¿qué pasa Alberto?- me dijo
adormecida
- creo que nos persigue
Jesulito y su pandilla
- ¡¿QUÉEE?!
- no grites Yuchiko- le susurré
al oído mientras le tapaba la boca con la mano.
En ese mismo instante las
sombras se pararon frente a la entrada de la chatarrería y por lo que pude
observar eran unos siete, de sus bolsillos sacaron unas linternas y alumbraron
los coches uno por uno;
no me equivocaba, era Jesulito y sus secuaces.
- ¿qué vamos hacer?- me dijo
Yuchiko preocupada
- tranquila
- pero…
- tú quédate aquí y no salgas
por ninguna razón, ¿has entendido, Yuchiko?
- sí.
Tras esa respuesta salí del
coche en silencio y me oculté en la oscuridad.
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