martes, 15 de julio de 2014

Inerion10


Capítulo décimo
¡A 300 kilómetros por hora!


Después de presentarnos, Ashley nos invitó a cenar bajo la luz de las estrellas pero mientras preparaba 
la comida como pudo; porque tenía la cabaña destrozada, Mashuo y yo estuvimos practicando artes de esgrima. Aunque hubo veces en las que me quise rendir Mashuo me animaba a seguir hasta que la
 noche calló. La cena que había preparado Ashley tenía un aspecto delicioso pero un olor más bien raro.
- vamos, come- me dijo Mashuo.
Pero yo continuaba observando la comida que estaba servida en un cuenco de madera.
- si no comes nunca se te irá ese olor a sangre roja- me volvió a decir Mashuo saboreando su plato de comida.
Y sin más contemplaciones cogí un trozo que parecía un pescado y me lo llevé a la boca y me puse a saborearlo con cara de asco pero la verdad era que estaba buenísimo, nunca en mi vida había probado algo tan sabroso y hasta repetí.
Después de cenar me dediqué a contarle a Mashuo como conocí a Yuchiko pero a la mitad de mi 
historia se quedó dormido…
- es normal, el pobre a tenido una tarde bastante ajetreada- me comentó Ashley mientras arropaba a Mashuo.
Y en ese mismo momento no pude aguantarme y empecé a llorar, echaba de menos a mi familia, mi hogar, mis costumbres a sentarme delante del videojuego sin preocuparme de nada, solo había pasado 
un día pero sin embargo parecían semanas, lo único que tenía era la katana que me había regalado Yuchiko.
- tranquilo, al final acabarás acostumbrándote- me dijo sinceramente Ashley
- pero… “snif” ¿nunca más podré volver con mi familia?- pregunté esperando una respuesta positiva.
Ashley agachó la cabeza, por su cara pude observar que me temía lo peor, que no.
Al cabo de las horas cuando Ashley se quedó dormida me puse a contemplar las estrellas 
preguntándome que habría pasado con Yuchiko, porque no estaba conmigo al despertarme en esta dimensión y cuando volvería a verla o si volvería a verla.
No me podía quedar dormido, miré la hora de mi reloj pero no funcionaba, en la pantalla solo salían ceros y unos, no me preocupé mucho por eso, con lo que me estaba sucediendo como para preocuparme de la hora de mi reloj; así que me acosté y al cabo de un rato me dormí.
A la mañana siguiente, nada más levantarme,  Mashuo y Ashley hacían el equipaje para marcharnos…
- tranquilo, descansa un poco más si quieres que no te vamos a dejar aquí- me dijo Mashuo riéndose
- eso, eso, que todavía queda un largo camino- terminó Ashley.
Pero aunque les hubiera hecho caso yo no podría volver a coger el sueño…
- ¿os ayudo en algo?- pregunté mientras cogía mi katana
- bueno, vale, ve al bosque y tráeme un poco de madera- me pidió Mashuo
- entendido pero me llevo tu ciervo azul.
Y corrí hacia a él que se encontraba a unos metros de la cabaña, me monté y nos dirigimos al bosque.



Pasaron un par de minutos desde que entré en el bosque, ya me sentía un poco más animado que anoche. Pude observar un árbol que estaba destrozado y caído en el suelo, desvainé mi katana y me puse mano a la obra. Corté un par de troncos que eran más o menos rectangulares, los cargué a lomos del ciervo azul y continuamos nuestra travesía.
El bosque era grandísimo, con una extensa hierva que cubría gran parte de los árboles, los Risjus asomaban sus pequeñas cabezas entre sus madrigueras, a lo lejos pude observar como entre tantos árboles había uno que destacaba, uno que relucía, uno dos veces más grandes que los demás y así que; sin más dilación me dirigí hacia allí.
Cuando llegué al lugar donde se situaba el gran árbol me detuve, me bajé del ciervo azul y contemplé el esplendor de aquel árbol cuyas hojas musitaban con las aves de los alrededores.
Me acerqué un poco al árbol hasta que…
- quien osa perturbar la tranquilidad de este lugar- habló el árbol.
No tuve palabras para contestarle, estaba perplejo.
- veo que has descuartelado a uno de mis hermanos caídos- replicó el árbol
- esto, yo…- aunque quise darle alguna excusa no pude.
- nadie osa dañar a mis queridos hermanos sin salir de aquí ileso- contestó el furioso árbol y en un abrir
 y cerrar de ojos me agarró con una de sus raíces y me introdujo en su interior.
Cuando recobré un poco el sentido estaba cayendo en una especie de tobogán, no tenía mucha visión porque en el interior del árbol no había claridad alguna.
- estarás cayendo eternamente en lo más oscuro de mis entrañas- gruñó el árbol.
Aquello parecía interminable, por más que bajaba no se terminaba hasta que se me ocurrió algo…
- ¡lo siento árbol!- grité.
Y con un rápido movimiento desvainé mi katana y la clavé en uno de los extremos del acueducto; gracias a esto me pude frenar…
- ¡¿AHHhhhgrrr?! ¡Se puede saber que estas haciendo!- gritó el árbol dolorido
- lo siento, pero yo me voy de aquí, tengo una promesa que cumplir
- ¿promesa?
- le prometí a una amiga que la protegería pero la he perdido y tengo que encontrarla
- ¿se puede saber quién es esa mozuela?- preguntó el árbol con gran interés
- es Yuchiko, ¿no sabrás donde está, verdad?
- ¡¿Yuchiko?!
- ¡¿la conoces?!- grité.
Después de aquello el árbol no volvió a dar señales de vida alguna y todo calló en un profundo silencio. No me quedaba más remedio que intentar salir con mis propios medios y sin ayuda de nadie, estuve allí quieto hasta se me ocurrió algo que podría salvarme de este aprieto. Gracias a la estrechez del tobogán, me pude aguantar con los pies en los extremos; desclavar la catana con la boca y volviéndola a la clavar un poco más arriba, así sucesivamente durante un buen rato hasta que un fortísimo viento me empujó,  perdí pie y salí rodando cuesta abajo nuevamente como al principio…
-¡gran árbol, por qué me haces esto!
Pero el árbol seguía sin contestar. No me imaginaba que estaría tan enfadado por cuatro trozos de troncos muertos. Cuando recobré un poco el equilibrio, a lo lejos, muy al fondo, se podía observar una tenue luz blanca entre toda la oscuridad.


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