martes, 15 de julio de 2014

Inerion13


Capítulo 13
Conflicto

Por fin, después de dos horas de salir del pueblo por fin llegamos a la ciudad principal, la ciudad en la que se encuentra la reina Alshajara; la que debe proporcionarme mi nuevo nombre y de paso responderme algunas preguntillas.
Allí estaba yo, frente a un gran portón de madera que daba paso a la ciudad.
- ¿y ahora qué, Mashuo?- pregunté
- pues comunicar nuestra llegada
- estarás contento, ¿no, Alberto?- me preguntó Ashley
- si- contesté
Tras un rato de espera apareció un soldado que debía ser el guardia…
- ¡quién va!- gritó
- Mashuo, general de la guardia de la reina Alshajara- contestó
-¡¿general?!- me sorprendí.
El guardia sin responded abrió el portón y entramos en la ciudad. Las calles estaban a rebosar de 
gente; niños jugando en callejones, tenderos vendiendo sus mercancías, señoras mayores cotilleando…todo lo que se puede encontrar en ciudades, la verdad es que me esperaba otras cosas porque esta 
ciudad era exactamente como las son en mi dimensión; con sus tiendas, bares, pescaderías…todo. Nos adentramos hasta llegar a la calle mayor donde nos detuvimos.
- ¿Qué te ha parecido la ciudad?- me preguntó Mashuo
- pues… la verdad es que es como las de mi dimensión- contesté
- ¿de verdad?-se preguntó
- un momento, ¡¿eres un general de yo se qué más?!- le pregunté
- ¿no se lo habías dicho?- le preguntó Ashley.
Pero un inesperado suceso nos interrumpió y sin saber de donde la reina Alshajara apareció para darnos la bienvenida…
- valla, general ¿quién es ese muchacho?- le preguntó la reina
- es mi discípulo, su majestad. Está aquí por lo que usted ya conoce- respondió
- sí, lo sé, viene a presentarse al campeonato por el honor a llevar un nombre de ésta, nuestra dimensión
- exactamente, su majestad
- pues no me defraudes mozuelo- dijo dirigiéndose a mí.
Y acto seguido desapareció  sin dejar el menor rastro. Como pude observar, si esa era la reina, era una señora de avanzada edad, nariz gruesa, estatura pequeña e iba vestida con un camisón negro como si fuera de luto…
- disculpa Mashuo, esto… ¿y vuestro rey?- pregunté
- pues murió hace un año aproximadamente
- ¿por qué?

- por motivos familiares, cuando nuestra princesa decidió renunciar al trono, nuestro rey cayó en una profunda depresión. 

Inerion12


Capítulo 12
La verdad por delante


Cuando me desperté me encontraba en una habitación acostado en una cama, pude observar que era de día porque en la ventana entraban unos rayos de sol. Me senté sobre la cama y observé que tenía vendas en el costado y en el brazo izquierdo, no llevaba puesta mi camisa, doloroso me acerqué al borde y no encontraba mis zapatos, a mi alrededor solo encontré el saco de viaje de Mashuo por lo que me imaginé que no se encontraba muy lejos. Intenté levantarme pero mis piernas no me respondían así que me 
volví a acostar. Pasado cierto tiempo ví entrar a Ashley que al verme despierto me dirigió una sonrisa…
- ¿cómo estás?- me preguntó
- algo cansado- contesté mientras me apretaba las vendas
- tranquilo, descansa, Mashuo ha ido a comprarte ropa más cómoda
- ¿y la mía?- pregunté buscándola
- estaba demasiada gastada, además, llamarías mucho la atención con ropas de la otra dimensión- contestó muy segura.
Tras aquello hubo un par de minutos de silencio hasta que vi entrar a Mashuo por la puerta con una 
caja de cartón en las manos que con un rápido movimiento la depositó en la cama.
- veo que ya estás mejor- se alegró Mashuo- venga, pruébate la ropa.
No tuve mas remedio que probármelas aunque casi no me podía levantar por las heridas pero una vez puestas comprobé que Ashley no se equivocaba, las prendas que llevaba eran comodísimas, ligeras y
 de una buena tela o al menos eso parecía.
La camisa de mangas cortas interior era roja con un símbolo azul en el centro de una espada y en la espalda una letra también azul en la escritura de esta dimensión que era diferente al español, Mashuo 
me dijo que significaba “valor, coraje o furia”. El pantalón era de color negro con dos bolsillos laterales y por la rodilla tenía una línea gruesa de color rojo. Los zapatos de deporte iban a juego con el resto, 
eran rojos y por los extremos de color negro y por último y más representativo de mi nuevo equipamiento era la cazadora negra, tenía en la espalda un símbolo rojo en el centro de un ala de murciélago y por los codos unas líneas gruesas rojas.
- te quedan fenomenal- confirmó Mashuo
- Je, me han encantado, te lo juro- contesté emocionado
- está atardeciendo, será mejor que bajemos a cenar- dijo Ashley
- un momento, todavía no se donde me encuentro- pregunté
- estás en un pueblo al este del bosque de los cien espíritus- contestó Ashley
- ¿aquel bosque en el que…?
- sí, aquel en el que te enfrentaste con Iván- me interrumpió Mashuo.
Tras aquellas preguntas pudimos escuchar un grito de alguien del piso inferior que nos reclamaba en la mesa para cenar y sin más dilación bajamos para degustarlas.
Cuando bajamos el propietario del hotel en el que me encontraba me saludó preguntándome por mi 
salud a la que yo contesté con un…
- bien, gracias.
Me senté en el lado izquierdo de la mesa esperando a que me trajeran la comida pero mientras, en la espera…


- Alberto, después tenemos que hablar de algo en privado- me dijo Mashuo seriamente
- ¿de qué?- pregunté
- tranquilo, ya hablaremos en su debido momento
¡¿Y mi katana!?- grité acordándome
- está arriba, detrás del saco de Mashuo- contestó Ashley.
Antes de poder decir nada más, el propietario nos trajo la cena la cuál tenía un aspecto raro para mí, aunque parece que en esta dimensión las apariencias engañan; la probé y no me equivocaba, estaba deliciosa.
- ¿te gusta?- me preguntó el propietario como si supiera que yo era de otra dimensión
- ¡está buenísima!- le contesté degustándola
- pues come despacio que te vas a atragantar- me advirtió el propietario- ¡AH!, son cuatrocientas monedas de oro- le dijo dirigiéndose a Mashuo
- ¿monedas de oro, no tenéis euros ni pesetas ni siquiera guiles?- interrumpí
- ¿euros, pesetas? No conozco ninguna de esas monedas.
Yo fui el último en terminar de cenar y una vez reposado del banquete Ashley y Mashuo me dirigieron una mirada y…
- Alberto, ya va siendo hora de hablar de cosas más serias, venga ven conmigo fuera- dijo Mashuo levantándose de la mesa.
Me quedé mirándole sin decirle nada, temía malas noticias así que, cogí aire y le seguí.
Una vez fuera de la posada contemplé el cielo estrellado que era exactamente igual que el de mi dimensión y a un par de metros vi a Mashuo de espaldas a mí…
- Alberto, quiero que sepas que ya se te ha ido el olor a sangre roja- dijo seriamente Mashuo
- pues… bien, ¿no?- contesté asustado
- dentro de un par de días, tres como mucho llegaremos a la ciudad principal, pero hay algo que no te 
he contado
- ¿el qué?
- que para pertenecer definitivamente a esta dimensión te conté que necesitabas que la reina te 
cambiase el nombre, ¿lo recuerdas?
- sí
- pues hay algo más, para que la reina acepte cambiarte el nombre necesitas pasar cierta prueba-contestó Mashuo en el mismo tono que al principio
-¿…cuál?- pregunté intimidado
- necesitas ganar un torneo de gladiadores
- ¿¡QUÉ!?- grité sabiendo que no tenía ninguna posibilidad- ¿y… que sucede si pierdo?
- eso depende de la reina, si le gustara la actuación te dejaría con vida pero si no… te decapitaría con la mirada
- ¡¿tanto poder tiene esa reina!?
- más de lo que te puedes imaginar.
Tras aquella charla hubo un momento de silencio el cuál pensé en las consecuencias que acarreaba la situación en la que me encontraba pero no tardé mucho en decidirme y dije en voz alta…
- ¡tranquilo Mashuo, no hace falta que te preocupes por mí, te vuelvo a repetir que hice una promesa a una amiga la cual no pienso defraudar, juro que entrenaré duro y ganaré ese campeonato cueste lo que cueste!- contesté terminando con una sonrisa
- Ja, me sorprendes, pues si te lo tomas así, nada mas llegar a la ciudad empezaremos tu entrenamiento- dijo Mashuo volviendo a la posada- por cierto… espero que consigas encontrar a tu amada
- ¿¡qué, amada, pero…pero si solo es una amiga!?- tartamudeé sonrojado
- vale, vale.
Nada mas entrar Mashuo en la posada y quedándome solo a la luz de las estrellas pensé nuevamente donde podría encontrarse Yuchiko en estos momentos y me dirigí directo a la cama.
A la mañana siguiente, nada más salir el sol, Ashley me despertó para continuar nuestra travesía y una vez preparados y listos para seguir el viaje el posadero me despidió con un regalo que resultaron ser unos brazaletes los cuales como me explicó duplicaban el poder ofensivo de quien los llevaba puestos. Me 
los puse, se lo agradecí y seguimos nuestro viaje hacia la ciudad principal.
Pasaron un par de horas de viaje, Ashley estaba montada en el ciervo azul y Mashuo llevaba las riendas y yo en cambio me situaba atrás sujetando con la mano derecha mi katana hasta que me sugirió Mashuo…
- ¿por qué no te colocas la katana en la espalda?
- ¿con qué?- pregunté
- toma esto- dijo regalándome una correa.
Nada más colocármela en la espalda me sentí mas aliviado, ya no tenía que sujetarla en las manos y si por algún casual nos atacaran la desenvainaría fácilmente.
- oye, Mashuo, ¿por qué me ayudas?- pregunté
- tiene que ser el destino
- ¿el destino?
- el destino ha decidido que nos encontráramos para yo enseñarte el arte de la espada
- esto… ¿Cuál será mi entrenamiento? – pregunté
- ya lo verás- terminó Mashuo.
Después de aquello pude contemplar a lo lejos una ciudad rodeada por una gran muralla…
- ahí está muchacho, la ciudad principal- dijo Mashuo.
Tras esas supuestas palabras me adelanté para verla más de cerca pero pude notar algo escalofriante 
justo detrás de mí, me volví y una extraña silueta encapuchada se acercó a mí y me dijo…
- toma, coge este amuleto- dijo mientras depositaba en mis manos un amuleto redondo con un diamante rojo en el centro
- ¿Qué es, para mí?- pregunté, pero fue demasiado tarde, ya se había marchado.
Estuve inmóvil hasta que llegaron Mashuo y Ashley…
- ¿Qué te pasa Alberto?- preguntó Mashuo
- nada- contesté ocultando el amuleto y la aparición.

Y proseguimos nuestro viaje.

Inerion11


Capítulo 11
Viejos conocidos


Cuando llegué al fondo del tobogán, podía observar que el lugar en el que me encontraba era como una especie de biblioteca llena de libros a rebosar, no veía a nadie hasta que…
- encantado de volver a verte- replicó una voz
- ¿quién anda ahí?- pregunté asustado
- ¿es que ya no te acuerdas de mí?...
- ¡déjate ver!- grité buscando mi katana que se me debió haber caído cuando me deslizaba por el
 tobogán
- ¿buscas esto?
Nada más volverme, entre estanterías pude ver una silueta recogiendo del suelo lo que parecía ser mi katana pero justo antes de tocarla me dijo…
- ¿es que ya no te acuerdas de tu viejo amigo Iván?
Un gran escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
- ¿de verdad… eres tú?- pregunté emocionado
- entonces quien sino te haría… ¡esto!- contestó lanzándome un kunai dorado.
Fue un milagro que no me alcanzara, mis piernas no me respondían y caí al suelo muerto de miedo…
- ¡¿no puedes ser tú?!- pregunté
- ¿de verdad crees eso, Alberto?
- ¡el Iván que yo conozco no haría una cosa así!
- lo siento pero ya no soy tu compañero de juegos
- ¡¿?!
- tengo órdenes de eliminarte y gracias a esa persona me han proporcionado todo el poder que siempre deseé
- ¡como puedes hacerme esto!- grité corriendo hacia a él para golpearle
- no conseguirás nada con eso- contestó Iván adivinando mis intenciones.
Tras aquellas palabras me detuve, en su oscuro rostro pude contemplar una mirada fría y escalofriante, con más que lo observaba seguía sin creerme que era él.
- … escoria- dijo mientras desenvainaba mi katana con la mano izquierda
- me has defraudado- contesté desviando mi vista hacia el suelo.
Después de que desenvainara mi arma, con la mano derecha desenvainó otra katana.
- ¿Sabes lo que voy a hacer ahora?- dijo Iván con una sonrisa sarcástica
- ¡Devuélveme mi katana!- grité
- ¿la “con”?- preguntó mientras la golpeaba contra la pared
- ¡dámela cabrón!- grité enfurecido
- no me ha gustado esa respuesta, así que…
Y con un rápido y sigiloso movimiento la clavó en el techo de la habitación. Aquella  acción realizada por mi viejo amigo me hizo desconfiar de él definitivamente…
- Alberto, esta será tu tumba- dijo Iván mientras se preparaba para atacarme
- siento que no sea así, tengo una promesa que cumplir y hasta entonces… tendrás que esperar…a…mi….go- tras aquello mi adrenalina empezó a subir aumentando considerablemente mis habilidades externas como internas
- bien, ya se verá quien tiene aquí la razón.
Tras aquellas palabras empezó a levitar y recogió mi katana entregándomela consecutivamente.
- ya estamos igualados, que empiece la pelea- terminó Iván.

Empezó golpeando él, que me dio de lleno en el pecho con el mango de la katana lo que me hizo un 
gran daño y caí al suelo dolorido sin poder respirar...
- ¿ya ha terminado todo?- preguntó Iván autoproclamándose campeón
- no… tan…. Rápido… Aarghhh…- dije mientras vomitaba.
Sin esperar un segundo me volvió a golpear con el pie en la cabeza y rodé un par de vueltas mientras
 me retorcía de dolor. Tras aquello pude ver por un acto reflejo sus intenciones y me pude apartar de la trayectoria de su arma que se quedó clavada en el suelo; recobré los ánimos, me levanté y le clavé mi katana en el hombro derecho lo que me salpicó toda la sangre en la cara.
- has… mejorado tus habilidades- me confesó Iván.
Y sin dirigirle la palabra intenté decapitarlo pero se desvaneció como si fuera humo y reapareció 
detrás de mí y me dio una patada horizontal lo que me dañó algunas costillas.
-nunca conseguirás ganarme- dijo Iván levitando por encima de mí
- Ja… ¿crees que ya he llegado a todo mi potencial?- contesté apuntándole con mi katana.
- demuéstrame que me equivoco.
Después de aquello apreté bien fuerte mi arma y fui directo hacia Iván, salté y di un golpe vertical 
que él bloqueó fácilmente con  la hoja de su arma en posición horizontal.
- creo que esto debe acabar ya- contestó Iván apresurado.
Tras aquello repelió mi katana con un simple movimiento y tan rápido como llegué al suelo una fuerte explosión azotó el terreno el cual el mismo árbol empezó a gruñir…
- AAaHGRhrRrr… ¡malditos parásitos, que me estáis haciendo!
Los gritos no cesaban y el árbol no paraba de balancearse crujiendo toda la habitación cayéndose así todos los libros de las estanterías hasta que a lo lejos por el tobogán por el cuál yo había venido bajó 
una persona de la que yo si confiaba… Mashuo.
- ¿estás bien?- me preguntó.
Me alegraba verle pero el caso de Iván me había dejado sin palabras.
- veo que has venido, Mashuo- dijo Iván como si lo conociera de toda la vida
- ¿Qué tienes en contra de este muchacho?- preguntó Mashuo
- eso te lo tendrá que responder la reina Alshajara
- ¿qué tienes tú que ver con la reina?
- todo y nada a la vez.
Tras aquella conversación el árbol dio un previo aviso para que nos fuéramos de su interior y sin más dilación Iván se desvaneció y en ese momento me faltaron las fuerzas y caí al suelo desmayado. Lo último que sentí y escuché fue a Mashuo aupándome en su espalda e intentando reanimarme pero era demasiado tarde, mis fuerzas me habían abandonado.














Inerion10


Capítulo décimo
¡A 300 kilómetros por hora!


Después de presentarnos, Ashley nos invitó a cenar bajo la luz de las estrellas pero mientras preparaba 
la comida como pudo; porque tenía la cabaña destrozada, Mashuo y yo estuvimos practicando artes de esgrima. Aunque hubo veces en las que me quise rendir Mashuo me animaba a seguir hasta que la
 noche calló. La cena que había preparado Ashley tenía un aspecto delicioso pero un olor más bien raro.
- vamos, come- me dijo Mashuo.
Pero yo continuaba observando la comida que estaba servida en un cuenco de madera.
- si no comes nunca se te irá ese olor a sangre roja- me volvió a decir Mashuo saboreando su plato de comida.
Y sin más contemplaciones cogí un trozo que parecía un pescado y me lo llevé a la boca y me puse a saborearlo con cara de asco pero la verdad era que estaba buenísimo, nunca en mi vida había probado algo tan sabroso y hasta repetí.
Después de cenar me dediqué a contarle a Mashuo como conocí a Yuchiko pero a la mitad de mi 
historia se quedó dormido…
- es normal, el pobre a tenido una tarde bastante ajetreada- me comentó Ashley mientras arropaba a Mashuo.
Y en ese mismo momento no pude aguantarme y empecé a llorar, echaba de menos a mi familia, mi hogar, mis costumbres a sentarme delante del videojuego sin preocuparme de nada, solo había pasado 
un día pero sin embargo parecían semanas, lo único que tenía era la katana que me había regalado Yuchiko.
- tranquilo, al final acabarás acostumbrándote- me dijo sinceramente Ashley
- pero… “snif” ¿nunca más podré volver con mi familia?- pregunté esperando una respuesta positiva.
Ashley agachó la cabeza, por su cara pude observar que me temía lo peor, que no.
Al cabo de las horas cuando Ashley se quedó dormida me puse a contemplar las estrellas 
preguntándome que habría pasado con Yuchiko, porque no estaba conmigo al despertarme en esta dimensión y cuando volvería a verla o si volvería a verla.
No me podía quedar dormido, miré la hora de mi reloj pero no funcionaba, en la pantalla solo salían ceros y unos, no me preocupé mucho por eso, con lo que me estaba sucediendo como para preocuparme de la hora de mi reloj; así que me acosté y al cabo de un rato me dormí.
A la mañana siguiente, nada más levantarme,  Mashuo y Ashley hacían el equipaje para marcharnos…
- tranquilo, descansa un poco más si quieres que no te vamos a dejar aquí- me dijo Mashuo riéndose
- eso, eso, que todavía queda un largo camino- terminó Ashley.
Pero aunque les hubiera hecho caso yo no podría volver a coger el sueño…
- ¿os ayudo en algo?- pregunté mientras cogía mi katana
- bueno, vale, ve al bosque y tráeme un poco de madera- me pidió Mashuo
- entendido pero me llevo tu ciervo azul.
Y corrí hacia a él que se encontraba a unos metros de la cabaña, me monté y nos dirigimos al bosque.



Pasaron un par de minutos desde que entré en el bosque, ya me sentía un poco más animado que anoche. Pude observar un árbol que estaba destrozado y caído en el suelo, desvainé mi katana y me puse mano a la obra. Corté un par de troncos que eran más o menos rectangulares, los cargué a lomos del ciervo azul y continuamos nuestra travesía.
El bosque era grandísimo, con una extensa hierva que cubría gran parte de los árboles, los Risjus asomaban sus pequeñas cabezas entre sus madrigueras, a lo lejos pude observar como entre tantos árboles había uno que destacaba, uno que relucía, uno dos veces más grandes que los demás y así que; sin más dilación me dirigí hacia allí.
Cuando llegué al lugar donde se situaba el gran árbol me detuve, me bajé del ciervo azul y contemplé el esplendor de aquel árbol cuyas hojas musitaban con las aves de los alrededores.
Me acerqué un poco al árbol hasta que…
- quien osa perturbar la tranquilidad de este lugar- habló el árbol.
No tuve palabras para contestarle, estaba perplejo.
- veo que has descuartelado a uno de mis hermanos caídos- replicó el árbol
- esto, yo…- aunque quise darle alguna excusa no pude.
- nadie osa dañar a mis queridos hermanos sin salir de aquí ileso- contestó el furioso árbol y en un abrir
 y cerrar de ojos me agarró con una de sus raíces y me introdujo en su interior.
Cuando recobré un poco el sentido estaba cayendo en una especie de tobogán, no tenía mucha visión porque en el interior del árbol no había claridad alguna.
- estarás cayendo eternamente en lo más oscuro de mis entrañas- gruñó el árbol.
Aquello parecía interminable, por más que bajaba no se terminaba hasta que se me ocurrió algo…
- ¡lo siento árbol!- grité.
Y con un rápido movimiento desvainé mi katana y la clavé en uno de los extremos del acueducto; gracias a esto me pude frenar…
- ¡¿AHHhhhgrrr?! ¡Se puede saber que estas haciendo!- gritó el árbol dolorido
- lo siento, pero yo me voy de aquí, tengo una promesa que cumplir
- ¿promesa?
- le prometí a una amiga que la protegería pero la he perdido y tengo que encontrarla
- ¿se puede saber quién es esa mozuela?- preguntó el árbol con gran interés
- es Yuchiko, ¿no sabrás donde está, verdad?
- ¡¿Yuchiko?!
- ¡¿la conoces?!- grité.
Después de aquello el árbol no volvió a dar señales de vida alguna y todo calló en un profundo silencio. No me quedaba más remedio que intentar salir con mis propios medios y sin ayuda de nadie, estuve allí quieto hasta se me ocurrió algo que podría salvarme de este aprieto. Gracias a la estrechez del tobogán, me pude aguantar con los pies en los extremos; desclavar la catana con la boca y volviéndola a la clavar un poco más arriba, así sucesivamente durante un buen rato hasta que un fortísimo viento me empujó,  perdí pie y salí rodando cuesta abajo nuevamente como al principio…
-¡gran árbol, por qué me haces esto!
Pero el árbol seguía sin contestar. No me imaginaba que estaría tan enfadado por cuatro trozos de troncos muertos. Cuando recobré un poco el equilibrio, a lo lejos, muy al fondo, se podía observar una tenue luz blanca entre toda la oscuridad.


Inerion9


Capítulo noveno
Las tierras de Inerion

Estuve persiguiendo al hombre hasta que llegamos a una extraña cueva en la que en su interior aguardaban cofres y víveres, lo suficiente como para aguantar unos meses tranquilamente. La cueva era oscura y tenebrosa pero no tenía miedo porque sabía que aquel hombre misterioso no me haría nada.
Después de andar un buen rato, el hombre se paró, se volvió hacia mí y me dijo…
- aquí estaremos seguros, ahora te responderé a todas tus preguntas
- ¿dónde estoy?- pregunté
- estás en las tierras de Inerion, un mundo paralelo al tuyo- me respondió
- ¿sabes quien es Yuchiko?
- no, ¿así es como la llamas en tu mundo?- me preguntó pensativo
- ¿Qué quieres decir con eso?
- en este mundo las personas u otros seres se llaman diferentes a como los llaman en tu mundo
- ¿entonces Yuchiko tiene otro nombre aquí?
- a sí es, exacto
- ¿y entonces como haré para encontrarla?- pregunté algo confuso
- tendrás que preguntar en la ciudad principal
- ¿está muy lejos de aquí?
- a unos tres días, más o menos- respondió calculando mentalmente
- ¡¿qué!?- grité.
Tras aquella respuesta se me descompuso el estómago, se me quitaron todas las ganas de viajar pero no había otra solución, si quería reunirme con Yuchiko tendría que ir, sea como sea.
- bueno… pues me voy- dije decidido
- espera, todavía no te he dicho mi nombre, es Mashuo, ¿y el tuyo?
- Alberto
- me temo que habrá que limpiar ese nombre- contestó
- ¿y eso como se hace?- pregunté
- tendré que llevarte a la ciudad principal para que te vea la reina Alshajara y te dé un nuevo nombre 
para esta dimensión
- ¿y qué pasará con el mío?- pregunté
- eso es lo malo, lo irás olvidando sin darte cuenta y sin él nunca podrás volver a tu dimensión- me contestó seriamente
- pues entonces no me lo cambio y punto- contesté feliz
- entonces será peor aún, la reina te encontrará y te convertirá en una rata o te matará con un simple chasquido de sus dedos.
Aquella frase me dejó los pelos de punta, creía que solo era un sueño pero con más que me peñiscara no me despertaba porque todo esto era real.
Decidido le contesté que sí con la cabeza y con un rápido movimiento cogió los suficientes víveres 
como para llegar a la ciudad; salimos a la superficie y con un simple silbido llamó a una especie de ciervo azul con tres cuernos y mas bien peludo que se montó sobre él y cogió los sacos de alimentos y los puso detrás suyo como de un caballo se tratase y me invitó a montar; me dio la mano para ayudarme a subir y me acomodé detrás de él, aguantando los sacos por si se caían y emprendimos un viaje hacia 
la ciudad principal.

Había pasado un cuarto de hora desde que emprendimos el viaje, yo estaba callado e inmóvil contemplando el paisaje que era precioso; el verde prado con finas hierbas, el cielo azul, los extraños animalejos que asomaban la cabeza desde pequeños agujeros y la fresca brisa que solo se encontraba en las montañas. Por lo que me había contado, los animales con los que me cruzaba se llamaban Risjus 
que en su país significaban pequeños seres come fuego, aunque me pareció extraño, aquellos seres se parecían a pequeñas ardillas rojas con fuertes garras de tres puntas. Aquel camino que seguíamos 
parecía interminable, no solo por el grandísimo prado, sino por la tranquilidad del ciervo azul; hasta que me preguntó Mashuo…
- ¿de dónde has sacado esa espada?- me preguntó algo nervioso
- me la regaló Yuchiko, ¿por qué lo preguntas?
- esa es una espada elemental
-¿eh?
- son espadas que pueden absorber los poderes de los cuatro elementos de estas tierras, el viento, el fuego, el agua y la tierra, si consiguieras alguno de esos poderes serías un gran guerrero y conseguirías habilidades únicas- me respondió emocionado
- pero si yo no sé pelear y además, si tengo menos fuerza que una rata- respondí avergonzado
- eso no tiene nada que ver, si consiguieras por casualidad alguno de los elementos tus fuerzas e habilidades se incrementarían por cien
- entonces… ¿si es tan poderosa esta espada, por qué me la daría?- pregunté mientras observaba mi katana
- no lo sé, pero lo que sí sé que solo existen dos espadas como esa, las “sin” y la “con”, si llegaran a juntarse serías el ser más poderoso de estas tierras y las de tu mundo.
Tras aquella explicación pude ver como ardía una cabaña a lo lejos…
- ¡Mashuo, mira allí!- grité.
Y con un fuerte movimiento, golpeó al ciervo con el pie y éste empezó a correr hacia la cabaña. 
El humo era muy espeso y se podía ver a una legua pero cuando llegamos era demasiado tarde, las llamas habían consumido todo, solo quedaban cenizas pero por sorpresa una muchacha de unos veinte años se acercó a nosotros y calló al suelo con respiraciones leves, Mashuo y yo nos bajamos y corrimos a ayudarla, por lo que me explicaba Mashuo se encontraba fuera de peligro, volvió hacia su fiel corcel y dentro de un saco recogió una gran espada de hierro, la desvainó y gritó…
- ¡salid malditos orcos!
De repente tras aquel grito empezaron a salir seres verdes, feos con mazos y martillos de piedra que debían pesar por lo menos cien kilos cada uno, median casi dos metros cincuenta de altura y estaban “cuadrados” que quiere decir que tenían músculos hasta en las orejas así, que debían de ser orcos, verdaderos orcos. Hablaban otra lengua distinta a la mía pero con los gestos que hacían no era muy difícil de comprenderlos, querían matarnos.
Había unos quince pero Mashuo se dispuso a luchar contra ellos, se me adelantó y me aconsejó…
- no te preocupes llegarás vivo a la ciudad.
Tras aquello, empezó una encarnizada pelea, aunque parecía imposible de que ganara Mashuo, él repartía mandobles a diestro y siniestro como se suele decir. En cambio yo no podía mover un solo 
dedo, estaba atemorizado, aquellos rostros de los orcos asustarían hasta al más fiero de las bestias, por 
lo menos en mi dimensión. Traté muchas veces de desvainar mi katana pero mis brazos no me respondían, así que me dispuse solo a contemplar aquella batalla.


Mashuo había tumbado ya ha cinco de los quince, en su rostro pude observar la cara de cansancio pero
 él no se rendía y seguía luchando hasta que el destino le hizo resbalarse y caer al suelo, yo me 
sorprendí pero él seguía peleando aunque en desventaja, él no se rendía pero lo que temí se cumplió, sin que él se diera cuenta un orco se le estaba acercando por la espalda y en ese momento mi cuerpo respondió solo y mi adrenalina empezó a subir, desvainé mi katana y me uní a la lucha.
Rápido pero sigilosamente me acercaba al orco que pretendía atacar a Mashuo por la espalda pero cuando le iba a golpear le pude reventar los tendones del pie y calló al suelo sangrando como un cerdo y sin más dilación le clavé la katana en la frente, salpicándome a mí de sangre y gracias a aquella acción que realicé, Mashuo pudo levantarse y acabar con los orcos que quedaban y así poder descansar de una vez.
- gracias por venir en mi ayuda- me agradeció Mashuo
- ja, de nada- respondí mientras envainaba mi katana.
Pero como de costumbre la tranquilidad no es eterna y de repente un orco violeta con el doble de 
tamaño que los que había visto se acercó a nosotros y nos dijo algo en otro idioma al que yo no le entendí y lo que Mashuo sí entendió.
Los gestos faciales del orco eran escalofriantes y más cuando lo tenía a solo unos metros delante de mí. Mashuo parecía entender al orco lo que me dejó asombrado y tras  esas palabras me susurró…
- escóndete, rápido.
Y con un sigiloso movimiento me estuve alejando del orco hasta que éste golpeó el suelo con su mazo 
de piedra…
- ¡ahora, corre, vete con el ciervo azul!- me gritó Mashuo.
Los nervios no me dejaron pensar y le obedecí al pie de la letra, así que, sin más dilación me monté en
 el ciervo azul y me alejé del terreno mientras observaba como empezaban a luchar entre ellos. Aquella pelea era espectacular, Mashuo esquivaba todos los golpes de su adversario mientras que éste atacaba a lo loco y sin control.
Cuando me alejé lo suficiente como para estar a salvo la muchacha que estaba a mis espaldas a lomo de la bestia se despertó por fin y…
- ¿dónde estoy, qué ha pasado?- me preguntó confusa
-te encontramos inconsciente en tu casa, así que te ayudamos- le contesté
- ¿y los orcos del bosque?
- mi amigo Mashuo les está dando una lección, tranquila, todo saldrá bien.
Tras aquella conversación volví mi atención a la batalla, Mashuo seguía esquivando los golpes del orco aunque podía notar su cansancio pero en cambio su contrincante estaba tan fresco como en el principio hasta que en un descuido de Mashuo lo mandó al suelo de un grandísimo golpe en la yugular, creía que lo había matado pero parecía que solo le había hecho un rasguño y tras aquello, Mashuo empezó a concentrar todo su poder durante un corto periodo de tiempo y lo liberó en su puño derecho, lo golpeó y le decapitó, la sangre que derramaba era descomunal, parecía un grifo a presión, estuvo desangrándose durante un buen rato hasta que decidí reunirme con Mashuo.
- ¡¿cómo has hecho eso!?- le pregunté
- es una técnica secreta que me enseñó mi maestro
- oye… yo… esto…, gracias por lo que has hecho por mí- dijo la muchacha
- ¿cómo te llamas preciosa?- preguntó Mashuo
- Ashley

- pues yo Mashuo y este individuo es un sangre roja, Alberto.

Inerion8


Capítulo octavo
Comienza la aventura

Al día siguiente, nada más levantarme cogí mi katana y la observé durante un buen rato mientras pensaba en Yuchiko. Miré el reloj y marcaba las siete y media, quedaba una hora para mi “cita” por llamarlo de alguna forma, cuando iba a coger un trapo para limpiar la hoja empezaron a llamar a la puerta y acto seguido la abrí y resultó ser Yuchiko que con un rápido movimiento cogió la katana y se marchó corriendo, yo no entendía muy bien lo que pasaba pero de repente me vino a la cabeza un recuerdo inquietante, la carta que me dejó Ganondorf que decía…

Dentro de unos días tendrás que superar una prueba que tú no podrás seleccionar, una prueba que 
solo habrá un camino, al final de éste encontrarás tu auténtico destino.

Me puse los zapatos viejos que se situaban a la entrada de la casa y la perseguí.
- ¡Yuchiko, para, ¿pero que te pasa?!- grité sin parar de correr.
Aunque no tuviese ninguna respuesta yo no me daba por vencido, después de un rato corriendo me di cuenta de que se dirigía al monte.
Cuando llegué, Yuchiko sin decir palabra se dirigió hacia un árbol que parecía que era milenario por lo grueso que era y lo alto que se encontraba la copa. Yuchiko se paró delante del gran árbol, desvainó la katana y la clavó en el “corazón” del árbol.
No sabía ni lo que hacía ni lo que iba a ocurrir y sin más dilación le pregunté…
- ¿Se puede saber lo que pretendes hacer?
- Lo siento Alberto, pero la visita de Sanlúcar va a tener que ser anulada.- me contestó mientras observaba como caía la sabia del árbol.
- Pero… ¿por qué?- volví a preguntar acercándome a ella sigilosamente.
- Por favor, no te acerques más.
- lo siento pero no voy a hacerte caso, te prometí estar siempre a tu lado.
Y acto seguido, Yuchiko desclavó la katana del árbol y me apuntó con ella. En ningún momento pensé en huir, después de lo que pasé en la chatarrería, esto no era nada.
- ¿Qué pasa, no me entiendes?- aclaró Yuchiko.
Y seguido de la pregunta me clavó la katana en el hombro izquierdo, yo soporté el dolor aunque no 
pude aguantar las lágrimas.
- ¿Por qué no te marchas a tu casa de una vez?- Yuchiko empezó a llorar- ¿no ves que como no te marches vas a morir?
- ¡Ja, ja, ja! ¿Es que no te enteras?, no pienso irme sin saber lo que te pasa- dije dolorido en el suelo mientras miraba a Yuchiko con la mirada más firme que nunca tuve.
Yuchiko se arrodilló en el suelo junto a mí y empezó a llorar, yo no sabía que hacer y además, con la herida que me hizo ya tenía diversión para rato.
Empecé a observar el árbol al que Yuchiko había clavado la katana; la sabia seguía cayendo rigurosamente y volviéndose cada vez más roja, al color de la sangre.
Después de un rato en llantos y penas, conseguí cortar la hemorragia pero me temía perder el conocimiento por la cantidad de sangre que había derramado.
- Tranquilo, no he alcanzado ningún punto vital- me dijo Yuchiko como si supiese lo que iba ha decir 
en ese mismo instante.
- ¿Por qué no me dijiste que sabías empuñar armas?- le pregunté con asombro.
Aunque ella no me contestó yo sabía más o menos sus intenciones; no sabía lo que iba a ocurrir pero lo que sí sabía era que no me quería involucrar.
Yo estaba mareado y fatigado pero en ningún momento bajé la guardia y estuve firme al lado de Yuchiko sin separarme de ella, hasta que…
- Gracias, sabía que no me abandonarías- me dijo Yuchiko dejándose caer en mi hombro derecho.
- je, a partir de ahora yo seré tu guardaespaldas- contesté decidido.
- creo que ya está a punto- se dijo para si Yuchiko mientras observaba la sabia del árbol que fluía como la sangre- ¿estás preparado?
- ¿para qué?- pregunté.
- si de verdad te importo, acompáñame- me contestó Yuchiko agarrándome del brazo.
Cuando nos levantamos, Yuchiko recogió la katana del suelo, la guardó en la vaina y me la volvió a entregar.
- lo siento por la herida, pero en el otro abismo así es como las armas eligen a sus dueños; derramando 
la sangre de quien las empuña- después de aquella frase, Yuchiko se dirigió hacia el árbol y pasó algo que cambiaría mi vida para siempre, algo que nunca me hubiera imaginado, mientras caminábamos 
hacia el árbol, éste se desvanecía como un espejismo que daba lugar a un portal tridimensional hacía yo que sé donde, pero me pude dar cuenta que por la cara de Yuchiko empezaron a derramarles lágrimas y acto seguido perdí el conocimiento.
Cuando me desperté me encontraba en otro lugar diferente a la Algaida, un lugar que nunca había visto ni imaginado, un lugar siniestro y a la vez reconfortable. Yo me encontraba en un prado de verdes hierbas, me puse boca arriba, tendido en el suelo viendo las nubes en el cielo azul hasta que me situé un poco en el asunto.
- Yuchiko, ella dijo algo sobre un portal tridimensional- susurré.
- ¡¿Qué haces aquí sangre roja?!- me gritó un extraño ser mientras me levantaba con una sola mano.
No podía articular palabra alguna, estaba atemorizado pero cuando pude verle el rostro al ser que tenía ante mí resultó ser un hombre normal y corriente, o al menos eso creía.
- ¡¿no sabes que es peligroso estar aquí, al aire libre, sangre roja!?- me gritó el hombre mientras me devolvía a tierra firme
- ¿yo, sangre roja, y eso que es?- pregunté
- los sangre roja son humanos de la dimensión terrestre
- ¿dimensión?, espera un momento y empieza desde el principio porque no me sitúo.
No me dio tiempo a parpadear que de repente el hombre se abalanzó sobre mí y nos escabullimos entre la hierba, como pude observar me estaba ocultando de un monstruo alado parecido a un dragón. En ese momento no me podía mover, estaba asombrado con el ser que tenía a kilómetros de mí aunque parecieron metros con lo gigantesco que era.
Pasó un par de minutos hasta que el monstruo se alejó de nosotros y después de aquello el hombre me susurró…
- venga, persígueme y no te pares.

Acto seguido se puso a correr silenciosamente y no tuve mas remedio que seguirle sin saber lo que me esperaba, solo quería saber donde me encontraba y porque.

Inerion7


Capítulo séptimo
Noches de luna llena


Han pasado tres días desde lo de la chatarrería, mis heridas ya se han curado milagrosamente, solo tenía vendado el antebrazo izquierdo y la pierna derecha aunque podía caminar tranquilamente, pero en cambio no volví a ver  a Yuchiko desde la pelea y me preocupaba de que Mercedes, su tía, no la dejase salir de su casa hasta que se fuera a Madrid. Esa misma tarde subí a la azotea de mi casa y observé 
desde aquella distancia de que Yuchiko estaba en su cuarto. La ventana de su habitación estaba abierta con la luz encendida pero de repente escuché los pasos de alguien subiendo y cuando me doy cuenta 
veo a mi amigo Iván y…
- ¿y esas vendas, te has caído?- me preguntó
- calla- dije.
Cuando me volví hacía la ventana de Yuchiko ya estaba cerrada y con las cortinas bajadas.
- ¿qué miras?- me preguntó mientras intentaba averiguar lo que yo observaba- ¡ey, responde!
- maldita sea- murmuré
- tranquilo, tranquilo, que ya te dejo- dijo apartándose de mi lado.
- ¿para qué has venido?- le pregunté
- para pasar el rato
- pues ya puedes irte
- ¿y si no quiero?
- pues abúrrete ahí sentado porque yo me voy a quedar aquí hasta la noche- le contesté mientras volvía mi mirada hacia la ventana de Yuchiko.
Después de pasar un buen rato callados vi como una muchacha salía de la casa de Mercedes, debía ser Yuchiko por el pañuelo rojo que siempre le veía puesto y se dirigía hacia el final de la calle y sin más dilación me levanté y fui directo hacia ella sin recordar la visita de Iván que después se marchó a su 
casa enfadado.
Ya casi se veía la jaula del perro de caza de un vecino que se situaba al final de la calle y que doblando hacia la derecha en un camino entre un invernadero y un pequeño puente de unos tres metros nos 
situaba en el final del terreno y el transcurso del río Guadalquivir, allí estaba Yuchiko, sentada y 
mirando al río pensativa y con tristeza; me acerqué y le dije:
- buenas noches, Yuchiko
-……..
- ¿te gusta este sitio?
-…….si
- ¿Cómo estás?.... lo digo por lo del otro día
-……bien.
Aquella conversación no llegaba a ninguna parte, estaba muy recaída, casi a punto de llorar y cabizbaja contestó…
- …. El tres de enero me marcho a Madrid
- ¡¿tan pronto?!- grité sorprendido- pero, ¿pero cuando te lo han dicho?
- después de lo de la pelea, mi tía llamó a mi padre para que me recogiera antes de tiempo
- tranquila mujer, todavía quedan un par de días, no pasa nada
- pero si nochevieja es pasado mañana
- (¡¿eh?! Jo, como pasan los días) pues mañana nos iremos a Sanlúcar de Barrameda por la mañana temprano hasta la noche y tú verás lo bien que nos lo pasamos
- va…le, mañana a las ocho y media, ¿de acuerdo?- contestó secándose unas lágrimas que le caían de la cara
- ¡así me gusta, con entusiasmo!
- Je- me sonrió Yuchiko.
Le ofrecí mi mano para que Yuchiko pudiera levantarse más fácilmente y nos fuimos a nuestras respectivas casas. Por el camino de vuelta, caminando por un extremo de la carretera y bajo la luna 
llena podía observar la belleza que emitía la cara y los ojos de Yuchiko; era hermosa, no podía permitir perder la amistad que tenía con ella por nada en el mundo. Yo me quedé mirándola sonrojado y de repente ella me devolvió la mirada como si ella supiera desde el primer momento que yo la estaba mirando y me dijo:
- ¿te ocurre algo?
- ¡¿?! No, nada- contesté desviando mi mirada hacia el suelo.
Estuvimos un par de minutos en silencio, a lo legos ya se veía la casa de Mercedes, cuando entonces….
- lo siento, yo quería quedarme más tiempo aquí pero…- me dijo mientras caminábamos
- no lo sientas, yo también quería que te quedaras más pero si no se puede… ¡que le vamos ha hacer, ja, ja, ja!….- contesté con una mentira.
Yo no soportaba que Yuchiko se fuera pero no podía impedírselo a su padre por mucho que insistiera. Cuando llegamos a la casa de Mercedes, Yuchiko y yo nos paramos en la puerta y nos miramos mutuamente hasta que Mercedes salió y nos dijo:
- ¿Qué hacéis ahí fuera?, venga, entrad
- ¿yo… también?- pregunté señalándome con el dedo
- ¡claro!- prosiguió Yuchiko.
Yuchiko me agarró del brazo y me llevó hasta su habitación y consecutivamente cerró la puerta.
El tamaño de la habitación era como la mía, normal para un muchacho de quince años, lo suficientemente grande como para que quepa una cama, un ropero, un escritorio y algo más de por medio. Tenía un reloj arriba del escritorio que éste a su vez se situaba a la izquierda de la habitación, la cama se situaba frente a la puerta y en la pared de la cama estaba la ventana, a la derecha de la puerta estaba el ropero que llevaba colgado en el pomo izquierdo un peluche de un conejo blanco con ojos rojos y por último; la pared era de color blanca.
Yo me senté en su cama y Yuchiko en su silla de escritorio, yo no sabía que decir en ese momento, solo dejaba pasar el tiempo hasta que…
- oye, yo…- me dijo Yuchiko interrumpiéndose
- ¿eh?
- Alberto… yo lo…
- ¿Qué te pasa Yuchiko?
Y de repente Yuchiko sin yo saber porque me abrazó y empezó a llorar, yo no sabía que hacer en estos casos, solo la abracé y me mantuve en silencio hasta que Mercedes….
- Alberto, déjala, ven un momento.
No tuve más remedio que soltarla y salir de la habitación, Mercedes cerró la puerta y la seguí hasta el salón donde me ofreció sentarme en el sofá.
- ¿Qué le pasa a Yuchiko?- pregunté
- su madre está muy enferma.
Aquella respuesta me hubiera gustado no oírla, era por eso por lo que Yuchiko estaba tan recaída y
 triste.
- ¿Qué le ocurre?- pregunté asustado por la respuesta que me iba a dar
-tiene mucha fiebre y los doctores no saben porque
- ¿Cuánto lleva así?
- un par de semanas.
No sabía que contestar, solo estuve en silencio hasta que miré el reloj del vídeo y ya eran más de las 
diez de la noche.
- ya es muy tarde- contestó Mercedes levantándose del sofá
- adiós- dije mientras me dirigía a la salida.
Cuando llegué a mi casa no podía dejar de pensar en lo mal que lo estaba pasando Yuchiko y en lo triste que la veía, pero recordaba cuando estábamos en el final de la calle hablando y que mañana a las ocho y media iríamos a Sanlúcar pero…. con lo de su madre no sabría decir que fuese lo mejor para ella salir ese día. Pasara lo que pasara yo siempre estaría con ella en todo momento. Terminé de cenar, me acosté y como no podía conciliar el sueño me puse a pensar en Yuchiko, pasaron un par de horas y mi familia estaba dormida, eran las dos de la noche, me levanté y me asomé por la ventana del salón para ver lo 
que hacía Yuchiko, en el momento que puse mi mirada sobre la casa de Mercedes vi como Yuchiko 
salía y se dirigía nuevamente al final de la calle. Me prometí a mí mismo que siempre estaría con Yuchiko, y decidido me vestí y me fui detrás de ella.
Cuando llegué al final de la calle, Yuchiko ya estaba allí sentada en el suelo y mirando al río; me 
acerqué cuidadosamente y me incorporé a su lado.
- Mercedes me lo ha contado- dije- pero tranquila, todo saldrá bien, valla que sí
- ¿sabes una cosa?
- ¿el qué?- pregunté mirándola
- ¿sabes que si a las dos de la madrugada sales a mirar al mar con alguien que te importa los males desaparecen?- dijo Yuchiko levantando la cabeza
- jo, no lo sabía, esto… ¿sigues queriendo ir mañana a Sanlúcar?
- no lo sé- me contestó volviendo su mirada hacia el río- espera aquí un momento- dijo levantándose
- ¿A dónde vas?- pregunté con curiosidad
- tranquilo, espera aquí, ahora vuelvo.
No sabía lo que iba a hacer pero salió corriendo hacia la casa de su tía, la esperé durante un cuarto de hora más o menos hasta que volvió con algo en las manos, estaba envuelto en una tela y….
- toma, es para ti- me dijo Yuchiko entregándome el objeto que llevaba en las manos.
No podía aguantar la curiosidad y cuando lo abrí era…. ¡una katana!
- ¿Dónde has sacado esto?- pregunté desvainando la katana
- era de mi tatarabuelo
- ¿y me la das, así, sin más?- volví a preguntar envainándola
- pues claro, gracias a ti ya me siento mejor y además… tenía que darte las gracias de algún modo por 
lo que hiciste por mí en la chatarrería
- con las gracias sobraba, bueno… de todas formas… gracias, Yuchiko.
Vi como Yuchiko se sonrojaba, y después de aquella ofrenda nos fuimos a dormir.   
   



inerion6


Capítulo sexto
En los límites de la desesperación



Yo estaba enfrente de Jesulito, observándolo, cuidadosamente, los  demás de su pandilla estaban a nuestro alrededor y por lo tanto yo no podía escaparme ni ocultarme, el edificio estaba a oscuras y mi visión solo me permitía ver a mi rival. No sabía la situación en la que se encontraba Yuchiko y por mucho que intentaba averiguarlo no lo conseguía por los “ladridos” de los maleantes, así que me decidí 
a enfrentarme definitivamente a Jesulito.
- ¿y tu compañero?- pregunté
- ¿Cuáles de ellos, el herido o los que van a matarte?- dijo mientras los señalaban
- el herido
- ¡ja!, ¿te crees muy gracioso, verdad?- dijo mientras se crujía los dedos
- ¿Qué conseguirás con todo esto?
- diversión, humillación… ¿sangre quizás?... y lo mejor, a tu amiguita Yuchiko- contestó mientras se tocaba la entrepierna
- ¡nunca lo conseguirás!- esas últimas palabras y gestos me pusieron furioso y mi adrenalina comenzó a subir considerablemente.
Y con un rápido movimiento corrí hacia a él, le golpeé en la cara con todas mis fuerzas y lo tumbé, pero como ya había imaginado, mis fuerzas aunque mi adrenalina esté por las nubes no eran suficientes como para dejarlo inconsciente, se levantó y…
- ¿crees que me puedes ganar?- dijo mientras escupía en el suelo.
Di un salto atrás y me preparé para lo peor. Los esbirros de Jesulito empezaron a acorralarme hasta dejarme sin espacio para atacar y en un abrir y cerrar de ojos empezaron a aporrearme con los tubos de hierro, yo intentaba cubrirme pero eran cinco y yo no tenía suficiente fuerza y caí al suelo, dolorido a punto de desmayarme escuché…
 - parad, yo le daré el golpe de gracia- dijo Jesulito.
Los esbirros se apartaron y le dejaron paso a Jesulito que como pude observar, tenía una sonrisa malévola. Caminaba despacio hacia mí con intención de matarme pero de repente un ruido de cajas y objetos metálicos empezaron a caer desde la otra parte del edificio, y con el jaleo todos miraron hacia 
allí descuidando mi situación, en ese instante supe que Yuchiko estaba allí, intentando de algún modo ayudarme a salir de aquella paliza que me estaban dando, me levanté pero el pie derecho no me respondió y caí de rodillas y no pude evitar dar un grito y de nuevo los maleantes se volvieron hacia mí y…
- ¿no estarías intentando escapar, verdad?- me dijo Jesulito mientras preparaba el tubo de hierro para golpearme.
Pero un instante antes un objeto metálico redondo le golpeó a Jesulito en la cabeza lo que le hizo una brecha, con un gesto se tocó en la herida y al ver que estaba sangrando gritó:
- ¡maldita zorra, espera a que te coja!
Jesulito tiró el tubo de hierro contra el suelo dándome a mí en la cara, se giró en donde se suponía que se encontraba Yuchiko y se fue en su busca. Volvieron a descuidar mi posición y con ayuda del tubo de hierro me puse en pie y me escondí entre las cajas.
Entre la oscuridad pude observar la silueta de una muchacha que debía ser Yuchiko, me encaminé hacia a ella pero siempre con cuidado de que no me descubrieran y después de un par de minutos llegué a su lado.
- Yuchiko, tienes que salir de aquí- le dije apoyando mi mano en su hombro- si no escapas de atraparán 
y quien sabe las cosas que te harán
- pero…
- por favor Yuchiko, vete
- ¿y tú que harás?- me murmuró Yuchiko preocupada
- yo intentaré ganar tiempo mientras que tú buscas a alguien
- vale…pero… ten cuidado- dijo mientras se marchaba por el agujero.
Cuando la vi salir del edificio me quedé muy tranquilo pero había algo sospechoso, no había rastro de los maleantes ni de Jesulito por ninguna parte, miré por los alrededores del edificio pero nada, no los veía, salí de mi escondrijo y de repente alguien me golpea por la espalda y por un acto reflejo noto como se me rompen dos costillas y caigo al suelo muy dolorido casi sin conocimiento. No se como pude caer en su trampa, me habían engañado por completo y por ese descuido casi me cuesta la vida. Tenía que hacer tiempo pero estaba acabado, mi cuerpo no me respondía, mi dolor me nublaba la vista y no podía pensar con claridad de cómo salir de aquel aprieto.
- ¿te rindes?- me gritó Jesulito mientras me golpeaba en el estómago- todo ha terminado pero para ti chaval
- mal…di…to…- contesté con el poco aliento que me quedaba.
Nada más terminar mis palabras me volvió a pegar en el estómago, ya no tenía fuerzas ni para respirar, solo quería descansar pero si lo hacia significaría su victoria y acabaría con mi vida sin importarle las consecuencias que eso acarreaba, así que intenté levantarme pero mi cuerpo no me respondía.
Sin esperarlo, un hombre mayor de unos cuarenta años vino en mi ayuda junto a Yuchiko, al ver que lo habían descubierto, Jesulito y sus esbirros intentaron huir pero cuando iban a salir de la chatarrería la policía les esperaba en la entrada, yo, en cambio me alegré al ver que Yuchiko estaba bien y que por lo menos lo malo había pasado. Con ayuda de Yuchiko me pude sentar en el suelo apoyando mi espalda contra la pared, aunque estaba medio muerto nunca estuve tan feliz de haber tenido aquella aventura; que al principio iba ganando yo, y que después me busqué un par de buenos cardenales. Cuando las cosas se pusieron más tranquilas y yo había recuperado el aliento observé que Yuchiko siempre estaba a mi lado sin separarse de mí en ningún momento.
- gracias por cuidar de mí toda la noche- me decía Yuchiko con una expresión de sonrisa en su cara
- ¿cómo le golpeaste en la cabeza a Jesulito?- le pregunté mientras me rascaba la cabeza
- yo estaba escondida entre las cajas y de repente entre mis pies me encuentro con un ratón que se metió en un agujero y a su lado estaba aquello, el cacho de metal redondo, lo cogí y se lo tiré en la cabeza
- jo, que puntería- le contesté.
Y mientras terminaba la frase un señor que parecía ser un inspector nos dijo con firmeza:
- esos tipos nos han dicho que solo estabais jugando “a ver quien tiene más resistencia”
- pero…-y antes que terminara mi frase…
- como os vuelva a ver en esta situación os vais a enterar- después de decir aquello se marchó firme como en el primer momento.
Yuchiko y yo volvimos a casa y les contamos; yo a mis padres y Yuchiko a su tía, que solo estábamos en una fiesta y que yo me había caído de un segundo piso. No quería preocuparlos con el asunto del Jesulito, así que yo y Yuchiko, guardamos el secreto y estoy completamente seguro que los maleantes aquellos no nos volverían a molestar porque estaban avisados de que nos “chivaremos” a la policía si nos hacían algo.
Y con respecto a mis heridas al cabo de dos días se me curaron milagrosamente.

Pero algo me corroía por dentro, y en el lugar en dónde ocurrió la aventura; la chatarrería, había alguien atrapado entre los escombros, el esbirro al que yo herí, estaba solo y pidiendo ayuda pero eso ya es otra historia.

miércoles, 9 de julio de 2014

inerion5


Capítulo quinto
En la oscuridad


La noche era oscura, la luna se ocultaba entre las nubes, Jesulito y sus esbirros; con palo de hierro en derecha y linterna en izquierda, se paseaban con cautela entre la chatarra, yo, en cambio, me ocultaba entre la niebla de la oscuridad de la noche, sin rastro de ruido alguno me encaminaba para asesinar a esos matones que raptaron a Yuchiko y vengarme de la paliza que me dieron. Aunque me había recuperado, tenía alguna costilla rota porque el brazo izquierdo no me respondía como debía.
Pasó un rato desde que salí del coche y no podía dejar de mirar la situación de Yuchiko ni la de Jesulito. Uno de sus secuaces, al que yo no conocía, lo vi dirigirse al coche donde se encontraba ella y sin más dilación actué deprisa y con cautela, me situé detrás de él y con un trozo de hierro, el que más moho tenía se lo clavé por el cuello, yo no acostumbraba ha ver sangre,  así que mi adrenalina empezó a subir al ver salpicar la sangre de mi víctima que se retorcía de dolor en el suelo mientras la sangre fluía. Otro de los secuaces que estaba cerca se enteró y fue corriendo en su ayuda y en el instante en el que la linterna iba dirigida a mí me volví a ocultar en la oscuridad.
Al chaval que acababa de apuñalar no le quedaría mucho tiempo de vida por dos razones; una, por la sangre que estaba perdiendo y la otra, por el moho que se le infectaría y no tendrían tiempo de llevarlo a urgencias para vacunarlo.
Jesulito y los otros se reunieron torno al herido y mientras daba unas arcadas de las que estuve a punto de vomitar, gritó:
- quien puñetas eres, me las pagarás cabrón.
Ni me inmuté, la furia por hacer daño a Yuchiko me dejó con la mente en blanco sin saber lo que hacer, yo no controlaba mis actos y al pensar que como me descubrieran en ese momento, me habría cargado mi futuro y mi vida y no solo la mía sino también la de mi familia pero no podía detenerme, si no actuaba yo lo harían ellos, y por lo tanto acabarían conmigo y quien sabe las cosas que le harían a la inofensiva Yuchiko. Me puse firme y esperé el momento apropiado para atacar, pero mientras 
observaba lo que decían:
- no podemos huir como cobardes- dijo Jesulito a los demás- y como uno solo de vosotros se marche, lo mataré yo personalmente.
Después de escuchar la conversación, se pusieron en pie y empezaron a correr cada uno por un lado. No podía dejar a Yuchiko allí, en el coche, así que escalé a un árbol que había en una de las esquinas de a chatarrería, lo que me extrañaba era que no hubiera nadie aquí, vigilando la chatarrería, pero no había tiempo para pensar en eso, y me puse a buscar algún sitio en donde ocultar a Yuchiko mientras yo acababa con los maleantes. Y entre la oscuridad pude apreciar un pequeño hueco en el que Yuchiko podría entrar en el edificio y no estaba muy lejos del lugar en donde se encontraba ahora.
Sin más dilación bajé del árbol y volví a entrar en el coche, Yuchiko estaba agachada en el asiento trasero, pude observar la cara que tenía; una cara asustada más o menos como la mía pero ella seguía firme y apoyándome en todo momento en mis acciones. La miré y le dije:
- Yuchiko, tienes que salir de aquí
- pero…- me contestó mientras soltaba algunas lágrimas- ¿y si nos descubren?
- tranquila, no pasará nada, por lo menos a ti- dije mientras observaba a los maleantes
- vale- contestó Yuchiko.
Mientras que yo le daba la señal a Yuchiko para salir en dirección al edificio me encaminé hacia a ellos siempre entre las sombras y me situé justo en medio del grupo de maleantes y levanté la mano en señal de que ya podía salir.
Yuchiko salió corriendo hacia el edificio, pero vi que unos volvían la cabeza en dirección a ella y no tuve más remedio que gritar para distraer la atención y en ese mismo instante escuché:
- ¡es él, el asesino!
No debía moverme de aquel sitio si quería que Yuchiko entrara en el edificio, calculé más o menos la distancia y la velocidad que llevaba, pero Jesulito me cogió desprevenido y me golpeó en el brazo izquierdo; el que no me respondía bien, y con un grito caí al suelo dolorido…
- ¿creías que podrías escapar de mí “piltrafa”?- me dijo Jesulito con aires de satisfacción.
Lo de piltrafa era un insulto como otros que ya había escuchado salir de su boca. Aunque me quedaban pocas fuerzas pude observar que Yuchiko se había escondido en el edificio, lo que me alivió, la
 verdad.
- ésta será tu tumba – me dijo Jesulito furioso
- je, je, je… ¿crees de verdad que has acabado conmigo?- le contesté sonriendo.
- GHRRRGhrrr…- gruñó Jesulito.
Ya estaba más recuperado después de estar descansando en el suelo, aunque dolorido me pude poner en pie, pero esa acción no la permitió Jesulito y con un palo de hierro me golpeó de nuevo en el brazo izquierdo, pero lo aguanté y me escondí, como lo había hecho en ocasiones anteriores, en la oscuridad.
A medida que transcurrían los minutos, los maleantes estaban cada vez más atareados y nerviosos, y 
con los primeros rayos de sol, decidieron entrar en el edificio. Aunque ya no había tanta oscuridad 
como antes, la neblina de la madrugada servía perfectamente para escabullirme sin ser detectado.
Yo estaba escondido detrás de un coche y podía mirar cada paso y movimientos de Jesulito y los suyos. Con una gran embestida, todos juntos, rompieron la puerta que daba lugar al interior del edificio, con el miedo de que descubrieran a Yuchiko, me decidí a entrar.
A primera vista no parecían que hubieran encontrado a Yuchiko pero no podía cantar victoria porque todavía quedaban algunas horas para que el dueño de la chatarrería llegara, en ese momento escuché
 que unas cajas se cayeron al suelo.
- debe ser Yuchiko- murmuré.
No tuve más remedio que salir de mi escondrijo si quería salvarla, y con salto me puse enfrente de Jesulito y…
- ¿cómo has hecho para esconderte de esa forma?- preguntó Jesulito.
- utilizando la técnica de la niebla oculta de la hoja- le contesté mientras me preparaba para luchar.