Capítulo noveno
Las tierras
de Inerion
Estuve persiguiendo al hombre
hasta que llegamos a una extraña cueva en la que en su interior aguardaban
cofres y víveres, lo suficiente como para aguantar unos meses tranquilamente.
La cueva era oscura y tenebrosa pero no tenía miedo porque sabía que aquel
hombre misterioso no me haría nada.
Después de andar un buen rato,
el hombre se paró, se volvió hacia mí y me dijo…
- aquí estaremos seguros, ahora
te responderé a todas tus preguntas
- ¿dónde estoy?- pregunté
- estás en las tierras de
Inerion, un mundo paralelo al tuyo- me respondió
- ¿sabes quien es Yuchiko?
- no, ¿así es como la llamas en
tu mundo?- me preguntó pensativo
- ¿Qué quieres decir con eso?
- en este mundo las personas u
otros seres se llaman diferentes a como los llaman en tu mundo
- ¿entonces Yuchiko tiene otro
nombre aquí?
- a sí es, exacto
- ¿y entonces como haré para
encontrarla?- pregunté algo confuso
- tendrás que preguntar en la
ciudad principal
- ¿está muy lejos de aquí?
- a unos tres días, más o
menos- respondió calculando mentalmente
- ¡¿qué!?- grité.
Tras aquella respuesta se me
descompuso el estómago, se me quitaron todas las ganas de viajar pero no había
otra solución, si quería reunirme con Yuchiko tendría que ir, sea como sea.
- bueno… pues me voy- dije
decidido
- espera, todavía no te he
dicho mi nombre, es Mashuo, ¿y el tuyo?
- Alberto
- me temo que habrá que limpiar ese nombre- contestó
- ¿y eso como se hace?- pregunté
- tendré que llevarte a la ciudad principal para que te vea la reina Alshajara
y te dé un nuevo nombre
para esta dimensión
- ¿y qué pasará con el mío?- pregunté
- eso es lo malo, lo irás olvidando sin darte cuenta y sin él nunca podrás
volver a tu dimensión- me contestó seriamente
- pues entonces no me lo cambio y punto- contesté feliz
- entonces será peor aún, la reina te encontrará y te convertirá en una
rata o te matará con un simple chasquido de sus dedos.
Aquella frase me dejó los pelos de punta, creía que solo era un sueño pero
con más que me peñiscara no me despertaba porque todo esto era real.
Decidido le contesté que sí con la cabeza y con un rápido movimiento cogió
los suficientes víveres
como para llegar a la ciudad; salimos a la superficie y
con un simple silbido llamó a una especie de ciervo azul con tres cuernos y mas
bien peludo que se montó sobre él y cogió los sacos de alimentos y los puso
detrás suyo como de un caballo se tratase y me invitó a montar; me dio la mano
para ayudarme a subir y me acomodé detrás de él, aguantando los sacos por si se
caían y emprendimos un viaje hacia
la ciudad principal.
Había pasado un cuarto de hora desde que emprendimos el viaje, yo estaba callado
e inmóvil contemplando el paisaje que era precioso; el verde prado con finas
hierbas, el cielo azul, los extraños animalejos que asomaban la cabeza desde
pequeños agujeros y la fresca brisa que solo se encontraba en las montañas. Por
lo que me había contado, los animales con los que me cruzaba se llamaban Risjus
que en su país significaban pequeños seres come fuego, aunque me pareció
extraño, aquellos seres se parecían a pequeñas ardillas rojas con fuertes
garras de tres puntas. Aquel camino que seguíamos
parecía interminable, no solo
por el grandísimo prado, sino por la tranquilidad del ciervo azul; hasta que me
preguntó Mashuo…
- ¿de dónde has sacado esa espada?- me preguntó algo nervioso
- me la regaló Yuchiko, ¿por qué lo preguntas?
- esa es una espada elemental
-¿eh?
- son espadas que pueden absorber los poderes de los cuatro elementos de
estas tierras, el viento, el fuego, el agua y la tierra, si consiguieras alguno
de esos poderes serías un gran guerrero y conseguirías habilidades únicas- me
respondió emocionado
- pero si yo no sé pelear y además, si tengo menos fuerza que una rata-
respondí avergonzado
- eso no tiene nada que ver, si consiguieras por casualidad alguno de los
elementos tus fuerzas e habilidades se incrementarían por cien
- entonces… ¿si es tan poderosa esta espada, por qué me la daría?- pregunté
mientras observaba mi katana
- no lo sé, pero lo que sí sé que solo existen dos espadas como esa, las “sin”
y la “con”, si llegaran a juntarse serías el ser más poderoso de estas tierras y
las de tu mundo.
Tras aquella explicación pude ver como ardía una cabaña a lo lejos…
- ¡Mashuo, mira allí!- grité.
Y con un fuerte movimiento, golpeó al ciervo con el pie y éste empezó a
correr hacia la cabaña.
El humo era muy espeso y se podía ver a una legua pero
cuando llegamos era demasiado tarde, las llamas habían consumido todo, solo
quedaban cenizas pero por sorpresa una muchacha de unos veinte años se acercó a
nosotros y calló al suelo con respiraciones leves, Mashuo y yo nos bajamos y
corrimos a ayudarla, por lo que me explicaba Mashuo se encontraba fuera de
peligro, volvió hacia su fiel corcel y dentro de un saco recogió una gran
espada de hierro, la desvainó y gritó…
- ¡salid malditos orcos!
De repente tras aquel grito empezaron a salir seres verdes, feos con mazos
y martillos de piedra que debían pesar por lo menos cien kilos cada uno, median
casi dos metros cincuenta de altura y estaban “cuadrados” que quiere decir que
tenían músculos hasta en las orejas así, que debían de ser orcos, verdaderos
orcos. Hablaban otra lengua distinta a la mía pero con los gestos que hacían no
era muy difícil de comprenderlos, querían matarnos.
Había unos quince pero Mashuo se dispuso a luchar contra ellos, se me
adelantó y me aconsejó…
- no te preocupes llegarás vivo a la ciudad.
Tras aquello, empezó una encarnizada pelea, aunque parecía imposible de que
ganara Mashuo, él repartía mandobles a diestro y siniestro como se suele decir.
En cambio yo no podía mover un solo
dedo, estaba atemorizado, aquellos rostros
de los orcos asustarían hasta al más fiero de las bestias, por
lo menos en mi
dimensión. Traté muchas veces de desvainar mi katana pero mis brazos no me
respondían, así que me dispuse solo a contemplar aquella batalla.
Mashuo había tumbado ya ha cinco de los quince, en su rostro pude observar
la cara de cansancio pero
él no se rendía y seguía luchando hasta que el
destino le hizo resbalarse y caer al suelo, yo me
sorprendí pero él seguía
peleando aunque en desventaja, él no se rendía pero lo que temí se cumplió, sin
que él se diera cuenta un orco se le estaba acercando por la espalda y en ese
momento mi cuerpo respondió solo y mi adrenalina empezó a subir, desvainé mi katana
y me uní a la lucha.
Rápido pero sigilosamente me acercaba al orco que pretendía atacar a Mashuo
por la espalda pero cuando le iba a golpear le pude reventar los tendones del
pie y calló al suelo sangrando como un cerdo y sin más dilación le clavé la katana
en la frente, salpicándome a mí de sangre y gracias a aquella acción que
realicé, Mashuo pudo levantarse y acabar con los orcos que quedaban y así poder
descansar de una vez.
- gracias por venir en mi ayuda- me agradeció Mashuo
- ja, de nada- respondí mientras envainaba mi katana.
Pero como de costumbre la tranquilidad no es eterna y de repente un orco
violeta con el doble de
tamaño que los que había visto se acercó a nosotros y
nos dijo algo en otro idioma al que yo no le entendí y lo que Mashuo sí
entendió.
Los gestos faciales del orco eran escalofriantes y más cuando lo tenía a
solo unos metros delante de mí. Mashuo parecía entender al orco lo que me dejó
asombrado y tras esas palabras me
susurró…
- escóndete, rápido.
Y con un sigiloso movimiento me estuve alejando del orco hasta que éste
golpeó el suelo con su mazo
de piedra…
- ¡ahora, corre, vete con el ciervo azul!- me gritó Mashuo.
Los nervios no me dejaron pensar y le obedecí al pie de la letra, así que,
sin más dilación me monté en
el ciervo azul y me alejé del terreno mientras
observaba como empezaban a luchar entre ellos. Aquella pelea era espectacular,
Mashuo esquivaba todos los golpes de su adversario mientras que éste atacaba a
lo loco y sin control.
Cuando me alejé lo suficiente como para estar a salvo la muchacha que
estaba a mis espaldas a lomo de la bestia se despertó por fin y…
- ¿dónde estoy, qué ha pasado?- me preguntó confusa
-te encontramos inconsciente en tu casa, así que te ayudamos- le contesté
- ¿y los orcos del bosque?
- mi amigo Mashuo les está dando una lección, tranquila, todo saldrá bien.
Tras aquella conversación volví mi atención a la batalla, Mashuo seguía
esquivando los golpes del orco aunque podía notar su cansancio pero en cambio
su contrincante estaba tan fresco como en el principio hasta que en un descuido
de Mashuo lo mandó al suelo de un grandísimo golpe en la yugular, creía que lo
había matado pero parecía que solo le había hecho un rasguño y tras aquello,
Mashuo empezó a concentrar todo su poder durante un corto periodo de tiempo y
lo liberó en su puño derecho, lo golpeó y le decapitó, la sangre que derramaba
era descomunal, parecía un grifo a presión, estuvo desangrándose durante un
buen rato hasta que decidí reunirme con Mashuo.
- ¡¿cómo has hecho eso!?- le pregunté
- es una técnica secreta que me enseñó mi maestro
- oye… yo… esto…, gracias por lo que has hecho por mí- dijo la muchacha
- ¿cómo te llamas preciosa?- preguntó Mashuo
- Ashley
- pues yo Mashuo y este individuo es un sangre roja, Alberto.