Mi hermano, mi mujer y yo nos encontrabamos en un lugar extraño donde debíamos pasar la noche
extrañamente nos separaron y junto a una gran multitud de gente nos dieron unos papelitos
con un núm, cuando me di cuenta nos había separado, mi pobre hermano era demasiado pequeño
y temía por su salud, pregunté a uno de los representantes de aquel lugar y me mostraron
los rostros de mi familia...extraños gestos de felicidad como si estuvieran poseídos.
En efecto, aquello era una secta, millones de gente se acumulaban en los pasillos y asistian
a las actividades que tenía preparada el jefe que manejaba el cotarro. En las habitaciones
sentia una extraña fuerza que me doblegaba a seguir sus pasos pero al final pude resistirme.
tenia que encontrar a mi mujer y hermano. Me uní a un pequeño grupo que sentía lo mismo que yo
pero con pequeñas diferencias; aun eran victimas de la posesión del lugar en algunas ocasiones.
Al fin pude reecontrarme con mi mujer, la alegría me invadía pero ella no me recordaba hasta
que en un momento nuestras miradas se cruzaron y ella corrió para abrazarme.
Juntos de nuevo y a falta de encontrar a mi hermano. Seguiamos engañando al sistema, por la
mañana entramos en una sala para desayunar. Nos pusieron el fondo de un vaso de leche y
exhuberantes platos de postres tales como flanes, etc. Una vez hube terminado me levanté y
me diriguí al pasillo, fuera del alcance del magnetismo del jefe de la secta que pululaba
en aquella habitacion. juntos de nuevo, conseguimos huir y mientras mi mujer conducía nos
diriguimos a nuestro barrio y allí encontramos nuestro pequeño garaje y al fondo la puerta
azul de nuestra casa. Sospechando de las actuaciones de los integrantes de nuestro grupo,
no bajé la guardia ni un minuto. Bajé del coche y me diriguí a nuestra casa con el fin
de encontrar algo en aquel desertico vecindario.
domingo, 5 de octubre de 2014
sábado, 23 de agosto de 2014
Crónicas de un sueño 6
Todo comenzó con la tiranía de un dios, un dios que lideraba un ejercito que destruía todo a su paso. Yo vivía en un pequeño pueblo rural medio devastado y desértico. Apenas quedabamos unos pocos habitantes. La guerra había llegado a nuestras tierras y nos defendíamos como podíamos, algunas veces escondiéndonos y otras luchando en vano. Siempre me había hallado junto a una chica, desde el principio de nuestras vidas. Ella siempre se dedicaba a cuidarme, mostrando una mayor madurez puesto que teníamos la misma edad. Un anciano guerrero del pueblo tomó riendas en la guerra y con valentía se marchó al frente.
A los días, cuando me encontraba solo, deambulando por el pueblo de madrugada volvió el guerrero. El anciano entre lágrimas me abrazó y tartamudeó algunas frases que no entendí. Cuando pudo tranquilizarse un poco comprendí su llegada. Había matado al dios y derrotado al ejército aunque sabía que la guerra no había acabado, solo era un hiatus. El ejercito volvería a reagruparse y una vez supiera quien fue el asesino de ese dios marcharían en su búsqueda, donde también hay que sumar que el dios volvería a la vida en algún momento. También surgió el descendimiento de jesucristo que me eligió como el nuevo mesías para continuar la guerra y darle un punto final. Nuestro dios, con aspecto vagabundo se instaló en mi casa donde solamente hospedábamos la chica de mi infancia y yo. La chica se dedicada a enseñarme lo que desconocía a diario. Apreciaba enormemente su dedicación, sin ella yo no podría salir adelante.
Durante ese tiempo fui preparando lo necesario para el viaje si se daba el caso de un ataque sorpresa. Tenia la montura y el macuto listos para poneserlo a mi caballo y cabalgar lejos del pueblo sin olvidarme por supuesto de la joven que cuidaba de mi. La chica me estuvo enseñando esgrima, practicábamos a diario y fui volviéndome cada vez mas diestro en ello. Nuestro dios también me enseñó en una ocasión sus dotes con la lanza y escudo así como el uso de la magia de recuperación y como debía contrarrestarla. Los días pasaron y nuestro dios cada vez se parecía mas a un simple borracho de carretera. Empecé a dudar de él aunque su habilidad para recomponer cristales y meterse en mi mente eran unas habilidades inescrutables.
Una noche, hablándome por telepatía me hizo oler un extraño frasquito. Nada mas olerlo sentí como mi cuerpo ardía y se sentía extraño. si, era un extracto afrodisíaco fuertisimo. Esa noche me pesaron las preocupaciones y fui directo entre sollozos a la cama de la chica y me acurruqué en su regazo. Su calidez me transmitía tranquilidad, me encantaba estar junto a ella pero aunque nuestros sentimientos se encontraban al unísono, ella sentía un rechazo que no comprendía gritándome "No entiendes nada!". No recuerdo bien los siguientes días pero pasó un tiempo y fui volviéndome cada vez mas en el sucesor del mesías, preparado para la guerra inminente. Juntos a unos chavales, me encontraba caminando por una ciudad en proceso de reconstrucción, destruida debido al ejercito agresor. Allí observaba como la chica iba acompañada de otro chico, muy acaramelados. ¿Que había pasado para que se olvidase de mi? Sentía unos enormes celos y la angustia me consumía. Pero comprendía que no podíamos estar juntos a causa del deber que me fue encomendado, No nos dirigimos la palabra en toda la noche, es más, ella prácticamente iba aislada del grupo junto a su acompañante. Recuerdo perfectamente como el chico sobresalía en tamaño a ella e iba pegado a su pequeña espalda. No podía apartar la vista de ella y sentirme mal por no haber aprovechado todo el tiempo que pude en el pueblo, me sentía que aquellos tiempos habían quedado muy atrás lo que me produjo un amargo sabor de boca.
Bajamos por unas escaleras cubiertas con una bóveda de medio cañón que nos llevaba al extremo de la ciudad. El suelo de piedra se acababa y daba paso a una playa. Allí algo saltó en mi cabeza "me gusta, no quiero abandonarla" y decidí hablarle pese a que ella me estuvo ignorando todo el tiempo.
No tardamos mucho en volver a como eramos al principio. Me cosqué que su acompañante no resultaba ser muy de fiar, diría incluso que su cara era de un maleante. Grande, tochado y con cara de asesino. Alli hablamos ella y yo bajo la luz de la luna. Recuerdo cierta escena donde el maleante estaba hablando en un grupo apartado a nosotros y volvía para pedirle el número de teléfono a ella, ella se negó y sin entenderlo chocaron sus manos en son de amistad.
Ahora éramos nosotros los que nos habíamos aislado y decidí que no volvería a abandonar esos sentimientos por ella. No volvería a dejarla sola nunca mas. Su rostro y sus conversaciones conmigo volvían a transmitirme aquella tranquilidad que necesitaba. Y así fue como terminó el miedo que me apresaba de perderla.
sábado, 2 de agosto de 2014
Inerion14
Capítulo 14
Rememorando acontecimientos
Parecía que habían pasado
años desde que llegué a la ciudad principal, aunque realmente fueron solo un
par de semanas. Los entrenamientos de Mashuo para perfeccionar mi esgrima iban
dando sus frutos pero de manera muy mesurada. Las gallinas dieron su singular
canto mañanero con el fin de que pudiera despegarme de las sábanas. Desde la
ventana acometieron los primeros rayos de sol que fueron a parar directamente a
mi rostro. El malestar que causaba la claridad de la mañana hizo que me
levantara a desgana de mi muñido catre. Sentado sobre la cama abrí la ventana
que daba la bienvenida a un nuevo día; y con él, todo un sinfín de
acontecimientos en las calles que comprendían el exterior. Nos alojábamos en un
humilde hostal donde Mashuo me obligaba hacer recados a los dueños con la
excusa de que forma parte de mi formación, palabras que me entran por un oído y
me salen por el otro. Ashley se ocupa de las labores del hogar con el fin de
menguar las tasas que nos piden por alojarnos aquí. He de añadir que ella está
increíblemente mona cuando se pone un delantal, dan ganas de comérsela con
patatas.
Maldito Mashuo, que suerte tienes
de tener a semejante belleza comiendo de tus manos.
Una vez ataviado con las ropas que me
regalaron, bajé a la cocina que se situaba en la primera planta para desayunar
un vaso de leche y una tostada con una crema de un tipo de fruta que desconocía
pero que me supo a fresa.
-Mañana por fin es el gran día, Al!-Me animó con una sonrisa la preciosa
Ashley mientras me preparaba un pequeño trozo de pan con carne para el descanso
de los entrenamientos.
-Gracias Ashley, solo espero poder dar un merecido combate aunque no
consiga el primer puesto- Le contesté algo decaído. No tenía ninguna
posibilidad de ganar ni un solo asalto con las habilidades que poseía en estos
momentos así que mi única alternativa era demostrar un buen espectáculo.
Una vez hube terminado de
comer, cogí mi Katana, me despedí y salí pitando del hostal cruzando las
bulliciosas calles. El ambiente era cargado pero al vivir en un entorno
medieval se podía respirar una peculiar fragancia. Mientras me encaminaba a una
pequeña pradera en los límites de la muralla de la ciudad, lugar donde me
tendría que encontrar con Mashuo para las prácticas matutinas, tuve algunos
flashbacks de lo que había vivido desde que conocí a la desaparecida Yuchiko.
Aquel rostro angelical que impregnaba mi mente a todas horas hacia arder mi
sangre, sus labios emitían siempre una voz musical que acariciaban mis tímpanos
como cánticos de gloria. Sus increíbles ojos azules me recordaban a un
apaciguado océano. Su figura; piel tersa y suave, estremecía mi cuerpo
consiguiendo entrecortar mi respiración. Su cabello castaño ondeaba el viento dejando
un agradable dulce olor. En definitiva, amaba a esa mujer con toda mi alma,
aunque admito que apenas la conocía.
Y tan apenas si desconocía todo
sobre ella exceptuando su nombre. Situación que me hace sentir como un
auténtico inútil.
Recuerdo aquella primera vez que la vi, fue un encuentro esperado dado que
me había percatado por mi familia y mis vecinos que su llegaba era próxima,
pero a pesar de ello, nadie quita que me sorprendiera al verla, quedé prendado
de su belleza. Intenté que conociera un poco mi pueblo rural pero hubo algunos
contratiempos como el secuestro exprés de Yuchiko por un grupo de maleantes
liderados por un individuo conocido por su zona como Jesulito. Después de
aquello nada volvió a ser igual, empecé a notar algo extraño en Yuchiko,
conceptos que ahora puedo comprender con mayor claridad puesto que si en aquel
momento me hubiese hablado de Inerion lo habría tomado como una broma.
Pensándolo ahora, me doy cuenta que los hechos que conocía de su familia no
podían ser ciertos. ¿Y entonces, quien es su familia en realidad y si fuera una
mentira, significaría que mi vecina también es habitante de este mundo? Supongo
que intentar pensarlo por mi cuenta no me ayudará a despejar ninguna ecuación.
De momento me centraré en el
torneo y una vez haya encontrado a Yuchiko le preguntaré todas mis dudas.
martes, 15 de julio de 2014
Inerion13
Capítulo 13
Conflicto
Por fin, después de dos horas de salir del pueblo por fin llegamos a la
ciudad principal, la ciudad en la que se encuentra la reina Alshajara; la que
debe proporcionarme mi nuevo nombre y de paso responderme algunas preguntillas.
Allí estaba yo, frente a un gran portón de madera que daba paso a la
ciudad.
- ¿y ahora qué, Mashuo?- pregunté
- pues comunicar nuestra llegada
- estarás contento, ¿no, Alberto?- me preguntó Ashley
- si- contesté
Tras un rato de espera apareció un soldado que debía ser el guardia…
- ¡quién va!- gritó
- Mashuo, general de la guardia de la reina Alshajara- contestó
-¡¿general?!- me sorprendí.
El guardia sin responded abrió el portón y entramos en la ciudad. Las
calles estaban a rebosar de
gente; niños jugando en callejones, tenderos
vendiendo sus mercancías, señoras mayores cotilleando…todo lo que se puede
encontrar en ciudades, la verdad es que me esperaba otras cosas porque esta
ciudad era exactamente como las son en mi dimensión; con sus tiendas, bares,
pescaderías…todo. Nos adentramos hasta llegar a la calle mayor donde nos
detuvimos.
- ¿Qué te ha parecido la ciudad?- me preguntó Mashuo
- pues… la verdad es que es como las de mi dimensión- contesté
- ¿de verdad?-se preguntó
- un momento, ¡¿eres un general de yo se qué más?!- le pregunté
- ¿no se lo habías dicho?- le preguntó Ashley.
Pero un inesperado suceso nos interrumpió y sin saber de donde la reina
Alshajara apareció para darnos la bienvenida…
- valla, general ¿quién es ese muchacho?- le preguntó la reina
- es mi discípulo, su majestad. Está aquí por lo que usted ya conoce-
respondió
- sí, lo sé, viene a presentarse al campeonato por el honor a llevar un
nombre de ésta, nuestra dimensión
- exactamente, su majestad
- pues no me defraudes mozuelo- dijo dirigiéndose a mí.
Y acto seguido desapareció sin dejar
el menor rastro. Como pude observar, si esa era la reina, era una señora de
avanzada edad, nariz gruesa, estatura pequeña e iba vestida con un camisón
negro como si fuera de luto…
- disculpa Mashuo, esto… ¿y vuestro rey?- pregunté
- pues murió hace un año aproximadamente
- ¿por qué?
- por motivos familiares, cuando nuestra princesa decidió renunciar al
trono, nuestro rey cayó en una profunda depresión.
Inerion12
Capítulo 12
La verdad por delante
Cuando me desperté me encontraba en una habitación acostado en una cama,
pude observar que era de día porque en la ventana entraban unos rayos de sol.
Me senté sobre la cama y observé que tenía vendas en el costado y en el brazo
izquierdo, no llevaba puesta mi camisa, doloroso me acerqué al borde y no
encontraba mis zapatos, a mi alrededor solo encontré el saco de viaje de Mashuo
por lo que me imaginé que no se encontraba muy lejos. Intenté levantarme pero
mis piernas no me respondían así que me
volví a acostar. Pasado cierto tiempo
ví entrar a Ashley que al verme despierto me dirigió una sonrisa…
- ¿cómo estás?- me preguntó
- algo cansado- contesté mientras me apretaba las vendas
- tranquilo, descansa, Mashuo ha ido a comprarte ropa más cómoda
- ¿y la mía?- pregunté buscándola
- estaba demasiada gastada, además, llamarías mucho la atención con ropas
de la otra dimensión- contestó muy segura.
Tras aquello hubo un par de minutos de silencio hasta que vi entrar a
Mashuo por la puerta con una
caja de cartón en las manos que con un rápido
movimiento la depositó en la cama.
- veo que ya estás mejor- se alegró Mashuo- venga, pruébate la ropa.
No tuve mas remedio que probármelas aunque casi no me podía levantar por
las heridas pero una vez puestas comprobé que Ashley no se equivocaba, las
prendas que llevaba eran comodísimas, ligeras y
de una buena tela o al menos
eso parecía.
La camisa de mangas cortas interior era roja con un símbolo azul en el
centro de una espada y en la espalda una letra también azul en la escritura de
esta dimensión que era diferente al español, Mashuo
me dijo que significaba
“valor, coraje o furia”. El pantalón era de color negro con dos bolsillos
laterales y por la rodilla tenía una línea gruesa de color rojo. Los zapatos de
deporte iban a juego con el resto,
eran rojos y por los extremos de color negro
y por último y más representativo de mi nuevo equipamiento era la cazadora negra,
tenía en la espalda un símbolo rojo en el centro de un ala de murciélago y por
los codos unas líneas gruesas rojas.
- te quedan fenomenal- confirmó Mashuo
- Je, me han encantado, te lo juro- contesté emocionado
- está atardeciendo, será mejor que bajemos a cenar- dijo Ashley
- un momento, todavía no se donde me encuentro- pregunté
- estás en un pueblo al este del bosque de los cien espíritus- contestó Ashley
- ¿aquel bosque en el que…?
- sí, aquel en el que te enfrentaste con Iván- me interrumpió Mashuo.
Tras aquellas preguntas pudimos escuchar un grito de alguien del piso
inferior que nos reclamaba en la mesa para cenar y sin más dilación bajamos
para degustarlas.
Cuando bajamos el propietario del hotel en el que me encontraba me saludó
preguntándome por mi
salud a la que yo contesté con un…
- bien, gracias.
Me senté en el lado izquierdo de la mesa esperando a que me trajeran la
comida pero mientras, en la espera…
- Alberto, después tenemos que hablar de algo en privado- me dijo Mashuo
seriamente
- ¿de qué?- pregunté
- tranquilo, ya hablaremos en su debido momento
¡¿Y mi katana!?- grité acordándome
- está arriba, detrás del saco de Mashuo- contestó Ashley.
Antes de poder decir nada más, el propietario nos trajo la cena la cuál
tenía un aspecto raro para mí, aunque parece que en esta dimensión las
apariencias engañan; la probé y no me equivocaba, estaba deliciosa.
- ¿te gusta?- me preguntó el propietario como si supiera que yo era de otra
dimensión
- ¡está buenísima!- le contesté degustándola
- pues come despacio que te vas a atragantar- me advirtió el propietario-
¡AH!, son cuatrocientas monedas de oro- le dijo dirigiéndose a Mashuo
- ¿monedas de oro, no tenéis euros ni pesetas ni siquiera guiles?-
interrumpí
- ¿euros, pesetas? No conozco ninguna de esas monedas.
Yo fui el último en terminar de cenar y una vez reposado del banquete
Ashley y Mashuo me dirigieron una mirada y…
- Alberto, ya va siendo hora de hablar de cosas más serias, venga ven conmigo
fuera- dijo Mashuo levantándose de la mesa.
Me quedé mirándole sin decirle nada, temía malas noticias así que, cogí
aire y le seguí.
Una vez fuera de la posada contemplé el cielo estrellado que era
exactamente igual que el de mi dimensión y a un par de metros vi a Mashuo de
espaldas a mí…
- Alberto, quiero que sepas que ya se te ha ido el olor a sangre roja- dijo
seriamente Mashuo
- pues… bien, ¿no?- contesté asustado
- dentro de un par de días, tres como mucho llegaremos a la ciudad
principal, pero hay algo que no te
he contado
- ¿el qué?
- que para pertenecer definitivamente a esta dimensión te conté que
necesitabas que la reina te
cambiase el nombre, ¿lo recuerdas?
- sí
- pues hay algo más, para que la reina acepte cambiarte el nombre necesitas
pasar cierta prueba-contestó Mashuo en el mismo tono que al principio
-¿…cuál?- pregunté intimidado
- necesitas ganar un torneo de gladiadores
- ¿¡QUÉ!?- grité sabiendo que no tenía ninguna posibilidad- ¿y… que sucede
si pierdo?
- eso depende de la reina, si le gustara la actuación te dejaría con vida
pero si no… te decapitaría con la mirada
- ¡¿tanto poder tiene esa reina!?
- más de lo que te puedes imaginar.
Tras aquella charla hubo un momento de silencio el cuál pensé en las
consecuencias que acarreaba la situación en la que me encontraba pero no tardé
mucho en decidirme y dije en voz alta…
- ¡tranquilo Mashuo, no hace falta que te preocupes por mí, te vuelvo a
repetir que hice una promesa a una amiga la cual no pienso defraudar, juro que
entrenaré duro y ganaré ese campeonato cueste lo que cueste!- contesté terminando
con una sonrisa
- Ja, me sorprendes, pues si te lo tomas así, nada mas llegar a la ciudad
empezaremos tu entrenamiento- dijo Mashuo volviendo a la posada- por cierto…
espero que consigas encontrar a tu amada
- ¿¡qué, amada, pero…pero si solo es una amiga!?- tartamudeé sonrojado
- vale, vale.
Nada mas entrar Mashuo en la posada y quedándome solo a la luz de las
estrellas pensé nuevamente donde podría encontrarse Yuchiko en estos momentos y
me dirigí directo a la cama.
A la mañana siguiente, nada más salir el sol, Ashley me despertó para
continuar nuestra travesía y una vez preparados y listos para seguir el viaje
el posadero me despidió con un regalo que resultaron ser unos brazaletes los
cuales como me explicó duplicaban el poder ofensivo de quien los llevaba
puestos. Me
los puse, se lo agradecí y seguimos nuestro viaje hacia la ciudad
principal.
Pasaron un par de horas de viaje, Ashley estaba montada en el ciervo azul y
Mashuo llevaba las riendas y yo en cambio me situaba atrás sujetando con la
mano derecha mi katana hasta que me sugirió Mashuo…
- ¿por qué no te colocas la katana en la espalda?
- ¿con qué?- pregunté
- toma esto- dijo regalándome una correa.
Nada más colocármela en la espalda me sentí mas aliviado, ya no tenía que
sujetarla en las manos y si por algún casual nos atacaran la desenvainaría
fácilmente.
- oye, Mashuo, ¿por qué me ayudas?- pregunté
- tiene que ser el destino
- ¿el destino?
- el destino ha decidido que nos encontráramos para yo enseñarte el arte de
la espada
- esto… ¿Cuál será mi entrenamiento? – pregunté
- ya lo verás- terminó Mashuo.
Después de aquello pude contemplar a lo lejos una ciudad rodeada por una
gran muralla…
- ahí está muchacho, la ciudad principal- dijo Mashuo.
Tras esas supuestas palabras me adelanté para verla más de cerca pero pude
notar algo escalofriante
justo detrás de mí, me volví y una extraña silueta
encapuchada se acercó a mí y me dijo…
- toma, coge este amuleto- dijo mientras depositaba en mis manos un amuleto
redondo con un diamante rojo en el centro
- ¿Qué es, para mí?- pregunté, pero fue demasiado tarde, ya se había
marchado.
Estuve inmóvil hasta que llegaron Mashuo y Ashley…
- ¿Qué te pasa Alberto?- preguntó Mashuo
- nada- contesté ocultando el amuleto y la aparición.
Y proseguimos nuestro viaje.
Inerion11
Capítulo 11
Viejos conocidos
Cuando llegué al fondo del tobogán, podía observar que el lugar en el que
me encontraba era como una especie de biblioteca llena de libros a rebosar, no
veía a nadie hasta que…
- encantado de volver a verte- replicó una voz
- ¿quién anda ahí?- pregunté asustado
- ¿es que ya no te acuerdas de mí?...
- ¡déjate ver!- grité buscando mi katana que se me debió haber caído cuando
me deslizaba por el
tobogán
- ¿buscas esto?
Nada más volverme, entre estanterías pude ver una silueta recogiendo del
suelo lo que parecía ser mi katana pero justo antes de tocarla me dijo…
- ¿es que ya no te acuerdas de tu viejo amigo Iván?
Un gran escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
- ¿de verdad… eres tú?- pregunté emocionado
- entonces quien sino te haría… ¡esto!- contestó lanzándome un kunai
dorado.
Fue un milagro que no me alcanzara, mis piernas no me respondían y caí al
suelo muerto de miedo…
- ¡¿no puedes ser tú?!- pregunté
- ¿de verdad crees eso, Alberto?
- ¡el Iván que yo conozco no haría una cosa así!
- lo siento pero ya no soy tu compañero de juegos
- ¡¿?!
- tengo órdenes de eliminarte y gracias a esa persona me han proporcionado
todo el poder que siempre deseé
- ¡como puedes hacerme esto!- grité corriendo hacia a él para golpearle
- no conseguirás nada con eso- contestó Iván adivinando mis intenciones.
Tras aquellas palabras me detuve, en su oscuro rostro pude contemplar una
mirada fría y escalofriante, con más que lo observaba seguía sin creerme que
era él.
- … escoria- dijo mientras desenvainaba mi katana con la mano izquierda
- me has defraudado- contesté desviando mi vista hacia el suelo.
Después de que desenvainara mi arma, con la mano derecha desenvainó otra katana.
- ¿Sabes lo que voy a hacer ahora?- dijo Iván con una sonrisa sarcástica
- ¡Devuélveme mi katana!- grité
- ¿la “con”?- preguntó mientras la golpeaba contra la pared
- ¡dámela cabrón!- grité enfurecido
- no me ha gustado esa respuesta, así que…
Y con un rápido y sigiloso movimiento la clavó en el techo de la habitación.
Aquella acción realizada por mi viejo
amigo me hizo desconfiar de él definitivamente…
- Alberto, esta será tu tumba- dijo Iván mientras se preparaba para
atacarme
- siento que no sea así, tengo una promesa que cumplir y hasta entonces…
tendrás que esperar…a…mi….go- tras aquello mi adrenalina empezó a subir
aumentando considerablemente mis habilidades externas como internas
- bien, ya se verá quien tiene aquí la razón.
Tras aquellas palabras empezó a levitar y recogió mi katana entregándomela
consecutivamente.
- ya estamos igualados, que empiece la pelea- terminó Iván.
Empezó golpeando él, que me dio de lleno en el pecho con el mango de la katana
lo que me hizo un
gran daño y caí al suelo dolorido sin poder respirar...
- ¿ya ha terminado todo?- preguntó Iván autoproclamándose campeón
- no… tan…. Rápido… Aarghhh…- dije mientras vomitaba.
Sin esperar un segundo me volvió a golpear con el pie en la cabeza y rodé
un par de vueltas mientras
me retorcía de dolor. Tras aquello pude ver por un
acto reflejo sus intenciones y me pude apartar de la trayectoria de su arma que
se quedó clavada en el suelo; recobré los ánimos, me levanté y le clavé mi katana
en el hombro derecho lo que me salpicó toda la sangre en la cara.
- has… mejorado tus habilidades- me confesó Iván.
Y sin dirigirle la palabra intenté decapitarlo pero se desvaneció como si
fuera humo y reapareció
detrás de mí y me dio una patada horizontal lo que me
dañó algunas costillas.
-nunca conseguirás ganarme- dijo Iván levitando por encima de mí
- Ja… ¿crees que ya he llegado a todo mi potencial?- contesté apuntándole
con mi katana.
- demuéstrame que me equivoco.
Después de aquello apreté bien fuerte mi arma y fui directo hacia Iván,
salté y di un golpe vertical
que él bloqueó fácilmente con la hoja de su arma en posición horizontal.
- creo que esto debe acabar ya- contestó Iván apresurado.
Tras aquello repelió mi katana con un simple movimiento y tan rápido como
llegué al suelo una fuerte explosión azotó el terreno el cual el mismo árbol
empezó a gruñir…
- AAaHGRhrRrr… ¡malditos parásitos, que me estáis haciendo!
Los gritos no cesaban y el árbol no paraba de balancearse crujiendo toda la
habitación cayéndose así todos los libros de las estanterías hasta que a lo
lejos por el tobogán por el cuál yo había venido bajó
una persona de la que yo
si confiaba… Mashuo.
- ¿estás bien?- me preguntó.
Me alegraba verle pero el caso de Iván me había dejado sin palabras.
- veo que has venido, Mashuo- dijo Iván como si lo conociera de toda la
vida
- ¿Qué tienes en contra de este muchacho?- preguntó Mashuo
- eso te lo tendrá que responder la reina Alshajara
- ¿qué tienes tú que ver con la reina?
- todo y nada a la vez.
Tras aquella conversación el árbol dio un previo aviso para que nos
fuéramos de su interior y sin más dilación Iván se desvaneció y en ese momento
me faltaron las fuerzas y caí al suelo desmayado. Lo último que sentí y escuché
fue a Mashuo aupándome en su espalda e intentando reanimarme pero era demasiado
tarde, mis fuerzas me habían abandonado.
Inerion10
Capítulo décimo
¡A 300 kilómetros por hora!
Después de presentarnos, Ashley nos invitó a cenar bajo la luz de las
estrellas pero mientras preparaba
la comida como pudo; porque tenía la cabaña
destrozada, Mashuo y yo estuvimos practicando artes de esgrima. Aunque hubo
veces en las que me quise rendir Mashuo me animaba a seguir hasta que la
noche
calló. La cena que había preparado Ashley tenía un aspecto delicioso pero un
olor más bien raro.
- vamos, come- me dijo Mashuo.
Pero yo continuaba observando la comida que estaba servida en un cuenco de
madera.
- si no comes nunca se te irá ese olor a sangre roja- me volvió a decir
Mashuo saboreando su plato de comida.
Y sin más contemplaciones cogí un trozo que parecía un pescado y me lo
llevé a la boca y me puse a saborearlo con cara de asco pero la verdad era que
estaba buenísimo, nunca en mi vida había probado algo tan sabroso y hasta
repetí.
Después de cenar me dediqué a contarle a Mashuo como conocí a Yuchiko pero
a la mitad de mi
historia se quedó dormido…
- es normal, el pobre a tenido una tarde bastante ajetreada- me comentó
Ashley mientras arropaba a Mashuo.
Y en ese mismo momento no pude aguantarme y empecé a llorar, echaba de
menos a mi familia, mi hogar, mis costumbres a sentarme delante del videojuego
sin preocuparme de nada, solo había pasado
un día pero sin embargo parecían
semanas, lo único que tenía era la katana que me había regalado Yuchiko.
- tranquilo, al final acabarás acostumbrándote- me dijo sinceramente Ashley
- pero… “snif” ¿nunca más podré volver con mi familia?- pregunté esperando
una respuesta positiva.
Ashley agachó la cabeza, por su cara pude observar que me temía lo peor,
que no.
Al cabo de las horas cuando Ashley se quedó dormida me puse a contemplar
las estrellas
preguntándome que habría pasado con Yuchiko, porque no estaba
conmigo al despertarme en esta dimensión y cuando volvería a verla o si
volvería a verla.
No me podía quedar dormido, miré la hora de mi reloj pero no funcionaba, en
la pantalla solo salían ceros y unos, no me preocupé mucho por eso, con lo que
me estaba sucediendo como para preocuparme de la hora de mi reloj; así que me
acosté y al cabo de un rato me dormí.
A la mañana siguiente, nada más levantarme, Mashuo y Ashley hacían el equipaje para
marcharnos…
- tranquilo, descansa un poco más si quieres que no te vamos a dejar aquí-
me dijo Mashuo riéndose
- eso, eso, que todavía queda un largo camino- terminó Ashley.
Pero aunque les hubiera hecho caso yo no podría volver a coger el sueño…
- ¿os ayudo en algo?- pregunté mientras cogía mi katana
- bueno, vale, ve al bosque y tráeme un poco de madera- me pidió Mashuo
- entendido pero me llevo tu ciervo azul.
Y corrí hacia a él que se encontraba a unos metros de la cabaña, me monté y
nos dirigimos al bosque.
Pasaron un par de minutos desde que entré en el bosque, ya me sentía un
poco más animado que anoche. Pude observar un árbol que estaba destrozado y caído
en el suelo, desvainé mi katana y me puse mano a la obra. Corté un par de
troncos que eran más o menos rectangulares, los cargué a lomos del ciervo azul
y continuamos nuestra travesía.
El bosque era grandísimo, con una extensa hierva que cubría gran parte de
los árboles, los Risjus asomaban sus pequeñas cabezas entre sus madrigueras, a
lo lejos pude observar como entre tantos árboles había uno que destacaba, uno
que relucía, uno dos veces más grandes que los demás y así que; sin más
dilación me dirigí hacia allí.
Cuando llegué al lugar donde se situaba el gran árbol me detuve, me bajé
del ciervo azul y contemplé el esplendor de aquel árbol cuyas hojas musitaban
con las aves de los alrededores.
Me acerqué un poco al árbol hasta que…
- quien osa perturbar la tranquilidad de este lugar- habló el árbol.
No tuve palabras para contestarle, estaba perplejo.
- veo que has descuartelado a uno de mis hermanos caídos- replicó el árbol
- esto, yo…- aunque quise darle alguna excusa no pude.
- nadie osa dañar a mis queridos hermanos sin salir de aquí ileso- contestó
el furioso árbol y en un abrir
y cerrar de ojos me agarró con una de sus raíces
y me introdujo en su interior.
Cuando recobré un poco el sentido estaba cayendo en una especie de tobogán,
no tenía mucha visión porque en el interior del árbol no había claridad alguna.
- estarás cayendo eternamente en lo más oscuro de mis entrañas- gruñó el
árbol.
Aquello parecía interminable, por más que bajaba no se terminaba hasta que
se me ocurrió algo…
- ¡lo siento árbol!- grité.
Y con un rápido movimiento desvainé mi katana y la clavé en uno de los
extremos del acueducto; gracias a esto me pude frenar…
- ¡¿AHHhhhgrrr?! ¡Se puede saber que estas haciendo!- gritó el árbol
dolorido
- lo siento, pero yo me voy de aquí, tengo una promesa que cumplir
- ¿promesa?
- le prometí a una amiga que la protegería pero la he perdido y tengo que
encontrarla
- ¿se puede saber quién es esa mozuela?- preguntó el árbol con gran interés
- es Yuchiko, ¿no sabrás donde está, verdad?
- ¡¿Yuchiko?!
- ¡¿la conoces?!- grité.
Después de aquello el árbol no volvió a dar señales de vida alguna y todo
calló en un profundo silencio. No me quedaba más remedio que intentar salir con
mis propios medios y sin ayuda de nadie, estuve allí quieto hasta se me ocurrió
algo que podría salvarme de este aprieto. Gracias a la estrechez del tobogán,
me pude aguantar con los pies en los extremos; desclavar la catana con la boca
y volviéndola a la clavar un poco más arriba, así sucesivamente durante un buen
rato hasta que un fortísimo viento me empujó, perdí pie y salí rodando cuesta abajo
nuevamente como al principio…
-¡gran árbol, por qué me haces esto!
Pero el árbol seguía sin contestar. No me imaginaba que estaría tan
enfadado por cuatro trozos de troncos muertos. Cuando recobré un poco el
equilibrio, a lo lejos, muy al fondo, se podía observar una tenue luz blanca
entre toda la oscuridad.
Inerion9
Capítulo noveno
Las tierras
de Inerion
Estuve persiguiendo al hombre
hasta que llegamos a una extraña cueva en la que en su interior aguardaban
cofres y víveres, lo suficiente como para aguantar unos meses tranquilamente.
La cueva era oscura y tenebrosa pero no tenía miedo porque sabía que aquel
hombre misterioso no me haría nada.
Después de andar un buen rato,
el hombre se paró, se volvió hacia mí y me dijo…
- aquí estaremos seguros, ahora
te responderé a todas tus preguntas
- ¿dónde estoy?- pregunté
- estás en las tierras de
Inerion, un mundo paralelo al tuyo- me respondió
- ¿sabes quien es Yuchiko?
- no, ¿así es como la llamas en
tu mundo?- me preguntó pensativo
- ¿Qué quieres decir con eso?
- en este mundo las personas u
otros seres se llaman diferentes a como los llaman en tu mundo
- ¿entonces Yuchiko tiene otro
nombre aquí?
- a sí es, exacto
- ¿y entonces como haré para
encontrarla?- pregunté algo confuso
- tendrás que preguntar en la
ciudad principal
- ¿está muy lejos de aquí?
- a unos tres días, más o
menos- respondió calculando mentalmente
- ¡¿qué!?- grité.
Tras aquella respuesta se me
descompuso el estómago, se me quitaron todas las ganas de viajar pero no había
otra solución, si quería reunirme con Yuchiko tendría que ir, sea como sea.
- bueno… pues me voy- dije
decidido
- espera, todavía no te he
dicho mi nombre, es Mashuo, ¿y el tuyo?
- Alberto
- me temo que habrá que limpiar ese nombre- contestó
- ¿y eso como se hace?- pregunté
- tendré que llevarte a la ciudad principal para que te vea la reina Alshajara
y te dé un nuevo nombre
para esta dimensión
- ¿y qué pasará con el mío?- pregunté
- eso es lo malo, lo irás olvidando sin darte cuenta y sin él nunca podrás
volver a tu dimensión- me contestó seriamente
- pues entonces no me lo cambio y punto- contesté feliz
- entonces será peor aún, la reina te encontrará y te convertirá en una
rata o te matará con un simple chasquido de sus dedos.
Aquella frase me dejó los pelos de punta, creía que solo era un sueño pero
con más que me peñiscara no me despertaba porque todo esto era real.
Decidido le contesté que sí con la cabeza y con un rápido movimiento cogió
los suficientes víveres
como para llegar a la ciudad; salimos a la superficie y
con un simple silbido llamó a una especie de ciervo azul con tres cuernos y mas
bien peludo que se montó sobre él y cogió los sacos de alimentos y los puso
detrás suyo como de un caballo se tratase y me invitó a montar; me dio la mano
para ayudarme a subir y me acomodé detrás de él, aguantando los sacos por si se
caían y emprendimos un viaje hacia
la ciudad principal.
Había pasado un cuarto de hora desde que emprendimos el viaje, yo estaba callado
e inmóvil contemplando el paisaje que era precioso; el verde prado con finas
hierbas, el cielo azul, los extraños animalejos que asomaban la cabeza desde
pequeños agujeros y la fresca brisa que solo se encontraba en las montañas. Por
lo que me había contado, los animales con los que me cruzaba se llamaban Risjus
que en su país significaban pequeños seres come fuego, aunque me pareció
extraño, aquellos seres se parecían a pequeñas ardillas rojas con fuertes
garras de tres puntas. Aquel camino que seguíamos
parecía interminable, no solo
por el grandísimo prado, sino por la tranquilidad del ciervo azul; hasta que me
preguntó Mashuo…
- ¿de dónde has sacado esa espada?- me preguntó algo nervioso
- me la regaló Yuchiko, ¿por qué lo preguntas?
- esa es una espada elemental
-¿eh?
- son espadas que pueden absorber los poderes de los cuatro elementos de
estas tierras, el viento, el fuego, el agua y la tierra, si consiguieras alguno
de esos poderes serías un gran guerrero y conseguirías habilidades únicas- me
respondió emocionado
- pero si yo no sé pelear y además, si tengo menos fuerza que una rata-
respondí avergonzado
- eso no tiene nada que ver, si consiguieras por casualidad alguno de los
elementos tus fuerzas e habilidades se incrementarían por cien
- entonces… ¿si es tan poderosa esta espada, por qué me la daría?- pregunté
mientras observaba mi katana
- no lo sé, pero lo que sí sé que solo existen dos espadas como esa, las “sin”
y la “con”, si llegaran a juntarse serías el ser más poderoso de estas tierras y
las de tu mundo.
Tras aquella explicación pude ver como ardía una cabaña a lo lejos…
- ¡Mashuo, mira allí!- grité.
Y con un fuerte movimiento, golpeó al ciervo con el pie y éste empezó a
correr hacia la cabaña.
El humo era muy espeso y se podía ver a una legua pero
cuando llegamos era demasiado tarde, las llamas habían consumido todo, solo
quedaban cenizas pero por sorpresa una muchacha de unos veinte años se acercó a
nosotros y calló al suelo con respiraciones leves, Mashuo y yo nos bajamos y
corrimos a ayudarla, por lo que me explicaba Mashuo se encontraba fuera de
peligro, volvió hacia su fiel corcel y dentro de un saco recogió una gran
espada de hierro, la desvainó y gritó…
- ¡salid malditos orcos!
De repente tras aquel grito empezaron a salir seres verdes, feos con mazos
y martillos de piedra que debían pesar por lo menos cien kilos cada uno, median
casi dos metros cincuenta de altura y estaban “cuadrados” que quiere decir que
tenían músculos hasta en las orejas así, que debían de ser orcos, verdaderos
orcos. Hablaban otra lengua distinta a la mía pero con los gestos que hacían no
era muy difícil de comprenderlos, querían matarnos.
Había unos quince pero Mashuo se dispuso a luchar contra ellos, se me
adelantó y me aconsejó…
- no te preocupes llegarás vivo a la ciudad.
Tras aquello, empezó una encarnizada pelea, aunque parecía imposible de que
ganara Mashuo, él repartía mandobles a diestro y siniestro como se suele decir.
En cambio yo no podía mover un solo
dedo, estaba atemorizado, aquellos rostros
de los orcos asustarían hasta al más fiero de las bestias, por
lo menos en mi
dimensión. Traté muchas veces de desvainar mi katana pero mis brazos no me
respondían, así que me dispuse solo a contemplar aquella batalla.
Mashuo había tumbado ya ha cinco de los quince, en su rostro pude observar
la cara de cansancio pero
él no se rendía y seguía luchando hasta que el
destino le hizo resbalarse y caer al suelo, yo me
sorprendí pero él seguía
peleando aunque en desventaja, él no se rendía pero lo que temí se cumplió, sin
que él se diera cuenta un orco se le estaba acercando por la espalda y en ese
momento mi cuerpo respondió solo y mi adrenalina empezó a subir, desvainé mi katana
y me uní a la lucha.
Rápido pero sigilosamente me acercaba al orco que pretendía atacar a Mashuo
por la espalda pero cuando le iba a golpear le pude reventar los tendones del
pie y calló al suelo sangrando como un cerdo y sin más dilación le clavé la katana
en la frente, salpicándome a mí de sangre y gracias a aquella acción que
realicé, Mashuo pudo levantarse y acabar con los orcos que quedaban y así poder
descansar de una vez.
- gracias por venir en mi ayuda- me agradeció Mashuo
- ja, de nada- respondí mientras envainaba mi katana.
Pero como de costumbre la tranquilidad no es eterna y de repente un orco
violeta con el doble de
tamaño que los que había visto se acercó a nosotros y
nos dijo algo en otro idioma al que yo no le entendí y lo que Mashuo sí
entendió.
Los gestos faciales del orco eran escalofriantes y más cuando lo tenía a
solo unos metros delante de mí. Mashuo parecía entender al orco lo que me dejó
asombrado y tras esas palabras me
susurró…
- escóndete, rápido.
Y con un sigiloso movimiento me estuve alejando del orco hasta que éste
golpeó el suelo con su mazo
de piedra…
- ¡ahora, corre, vete con el ciervo azul!- me gritó Mashuo.
Los nervios no me dejaron pensar y le obedecí al pie de la letra, así que,
sin más dilación me monté en
el ciervo azul y me alejé del terreno mientras
observaba como empezaban a luchar entre ellos. Aquella pelea era espectacular,
Mashuo esquivaba todos los golpes de su adversario mientras que éste atacaba a
lo loco y sin control.
Cuando me alejé lo suficiente como para estar a salvo la muchacha que
estaba a mis espaldas a lomo de la bestia se despertó por fin y…
- ¿dónde estoy, qué ha pasado?- me preguntó confusa
-te encontramos inconsciente en tu casa, así que te ayudamos- le contesté
- ¿y los orcos del bosque?
- mi amigo Mashuo les está dando una lección, tranquila, todo saldrá bien.
Tras aquella conversación volví mi atención a la batalla, Mashuo seguía
esquivando los golpes del orco aunque podía notar su cansancio pero en cambio
su contrincante estaba tan fresco como en el principio hasta que en un descuido
de Mashuo lo mandó al suelo de un grandísimo golpe en la yugular, creía que lo
había matado pero parecía que solo le había hecho un rasguño y tras aquello,
Mashuo empezó a concentrar todo su poder durante un corto periodo de tiempo y
lo liberó en su puño derecho, lo golpeó y le decapitó, la sangre que derramaba
era descomunal, parecía un grifo a presión, estuvo desangrándose durante un
buen rato hasta que decidí reunirme con Mashuo.
- ¡¿cómo has hecho eso!?- le pregunté
- es una técnica secreta que me enseñó mi maestro
- oye… yo… esto…, gracias por lo que has hecho por mí- dijo la muchacha
- ¿cómo te llamas preciosa?- preguntó Mashuo
- Ashley
- pues yo Mashuo y este individuo es un sangre roja, Alberto.
Inerion8
Capítulo octavo
Comienza la
aventura
Al día siguiente, nada más
levantarme cogí mi katana y la observé durante un buen rato mientras pensaba en
Yuchiko. Miré el reloj y marcaba las siete y media, quedaba una hora para mi
“cita” por llamarlo de alguna forma, cuando iba a coger un trapo para limpiar
la hoja empezaron a llamar a la puerta y acto seguido la abrí y resultó ser
Yuchiko que con un rápido movimiento cogió la katana y se marchó corriendo, yo
no entendía muy bien lo que pasaba pero de repente me vino a la cabeza un
recuerdo inquietante, la carta que me dejó Ganondorf que decía…
Dentro de unos días tendrás que superar una prueba que tú no podrás
seleccionar, una prueba que
solo habrá un camino, al final de éste encontrarás
tu auténtico destino.
Me puse los zapatos viejos que
se situaban a la entrada de la casa y la perseguí.
- ¡Yuchiko, para, ¿pero que te
pasa?!- grité sin parar de correr.
Aunque no tuviese ninguna
respuesta yo no me daba por vencido, después de un rato corriendo me di cuenta
de que se dirigía al monte.
Cuando llegué, Yuchiko sin
decir palabra se dirigió hacia un árbol que parecía que era milenario por lo
grueso que era y lo alto que se encontraba la copa. Yuchiko se paró delante del
gran árbol, desvainó la katana y la clavó en el “corazón” del árbol.
No sabía ni lo que hacía ni lo
que iba a ocurrir y sin más dilación le pregunté…
- ¿Se puede saber lo que
pretendes hacer?
- Lo siento Alberto, pero la
visita de Sanlúcar va a tener que ser anulada.- me contestó mientras observaba
como caía la sabia del árbol.
- Pero… ¿por qué?- volví a
preguntar acercándome a ella sigilosamente.
- Por favor, no te acerques más.
- lo siento pero no voy a
hacerte caso, te prometí estar siempre a tu lado.
Y acto seguido, Yuchiko
desclavó la katana del árbol y me apuntó con ella. En ningún momento pensé en
huir, después de lo que pasé en la chatarrería, esto no era nada.
- ¿Qué pasa, no me entiendes?-
aclaró Yuchiko.
Y seguido de la pregunta me
clavó la katana en el hombro izquierdo, yo soporté el dolor aunque no
pude aguantar
las lágrimas.
- ¿Por qué no te marchas a tu
casa de una vez?- Yuchiko empezó a llorar- ¿no ves que como no te marches vas a
morir?
- ¡Ja, ja, ja! ¿Es que no te
enteras?, no pienso irme sin saber lo que te pasa- dije dolorido en el suelo
mientras miraba a Yuchiko con la mirada más firme que nunca tuve.
Yuchiko se arrodilló en el
suelo junto a mí y empezó a llorar, yo no sabía que hacer y además, con la
herida que me hizo ya tenía diversión para rato.
Empecé a observar el árbol al
que Yuchiko había clavado la katana; la sabia seguía cayendo rigurosamente y
volviéndose cada vez más roja, al color de la sangre.
Después de un rato en llantos y
penas, conseguí cortar la hemorragia pero me temía perder el conocimiento por
la cantidad de sangre que había derramado.
- Tranquilo, no he alcanzado
ningún punto vital- me dijo Yuchiko como si supiese lo que iba ha decir
en ese
mismo instante.
- ¿Por qué no me dijiste que
sabías empuñar armas?- le pregunté con asombro.
Aunque ella no me contestó yo
sabía más o menos sus intenciones; no sabía lo que iba a ocurrir pero lo que sí
sabía era que no me quería involucrar.
Yo estaba mareado y fatigado
pero en ningún momento bajé la guardia y estuve firme al lado de Yuchiko sin
separarme de ella, hasta que…
- Gracias, sabía que no me
abandonarías- me dijo Yuchiko dejándose caer en mi hombro derecho.
- je, a partir de ahora yo seré
tu guardaespaldas- contesté decidido.
- creo que ya está a punto- se
dijo para si Yuchiko mientras observaba la sabia del árbol que fluía como la
sangre- ¿estás preparado?
- ¿para qué?- pregunté.
- si de verdad te importo,
acompáñame- me contestó Yuchiko agarrándome del brazo.
Cuando nos levantamos, Yuchiko
recogió la katana del suelo, la guardó en la vaina y me la volvió a entregar.
- lo siento por la herida, pero
en el otro abismo así es como las armas eligen a sus dueños; derramando
la sangre
de quien las empuña- después de aquella frase, Yuchiko se dirigió hacia el árbol y pasó algo que cambiaría mi vida para siempre, algo que
nunca me hubiera imaginado, mientras caminábamos
hacia el árbol, éste se
desvanecía como un espejismo que daba lugar a un portal tridimensional hacía yo
que sé donde, pero me pude dar cuenta que por la cara de Yuchiko empezaron a
derramarles lágrimas y acto seguido perdí el conocimiento.
Cuando me desperté me
encontraba en otro lugar diferente a la Algaida, un lugar que nunca había visto
ni imaginado, un lugar siniestro y a la vez reconfortable. Yo me encontraba en
un prado de verdes hierbas, me puse boca arriba, tendido en el suelo viendo las
nubes en el cielo azul hasta que me situé un poco en el asunto.
- Yuchiko, ella dijo algo sobre
un portal tridimensional- susurré.
- ¡¿Qué haces aquí sangre
roja?!- me gritó un extraño ser mientras me levantaba con una sola mano.
No podía articular palabra
alguna, estaba atemorizado pero cuando pude verle el rostro al ser que tenía
ante mí resultó ser un hombre normal y corriente, o al menos eso creía.
- ¡¿no sabes que es peligroso
estar aquí, al aire libre, sangre roja!?- me gritó el hombre mientras me
devolvía a tierra firme
- ¿yo, sangre roja, y eso que
es?- pregunté
- los sangre roja son humanos
de la dimensión terrestre
- ¿dimensión?, espera un
momento y empieza desde el principio porque no me sitúo.
No me dio tiempo a parpadear
que de repente el hombre se abalanzó sobre mí y nos escabullimos entre la
hierba, como pude observar me estaba ocultando de un monstruo alado parecido a
un dragón. En ese momento no me podía mover, estaba asombrado con el ser que
tenía a kilómetros de mí aunque parecieron metros con lo gigantesco que era.
Pasó un par de minutos hasta
que el monstruo se alejó de nosotros y después de aquello el hombre me susurró…
- venga, persígueme y no te
pares.
Acto seguido se puso a correr
silenciosamente y no tuve mas remedio que seguirle sin saber lo que me
esperaba, solo quería saber donde me encontraba y porque.
Inerion7
Capítulo séptimo
Noches de
luna llena
Han pasado tres días desde lo
de la chatarrería, mis heridas ya se han curado milagrosamente, solo tenía
vendado el antebrazo izquierdo y la pierna derecha aunque podía caminar
tranquilamente, pero en cambio no volví a ver
a Yuchiko desde la pelea y me preocupaba de que Mercedes, su tía, no la
dejase salir de su casa hasta que se fuera a Madrid. Esa misma tarde subí a la
azotea de mi casa y observé
desde aquella distancia de que Yuchiko estaba en su
cuarto. La ventana de su habitación estaba abierta con la luz encendida pero de
repente escuché los pasos de alguien subiendo y cuando me doy cuenta
veo a mi
amigo Iván y…
- ¿y esas vendas, te has
caído?- me preguntó
- calla- dije.
Cuando me volví hacía la
ventana de Yuchiko ya estaba cerrada y con las cortinas bajadas.
- ¿qué miras?- me preguntó
mientras intentaba averiguar lo que yo observaba- ¡ey, responde!
- maldita sea- murmuré
- tranquilo, tranquilo, que ya
te dejo- dijo apartándose de mi lado.
- ¿para qué has venido?- le
pregunté
- para pasar el rato
- pues ya puedes irte
- ¿y si no quiero?
- pues abúrrete ahí sentado
porque yo me voy a quedar aquí hasta la noche- le contesté mientras volvía mi
mirada hacia la ventana de Yuchiko.
Después de pasar un buen rato
callados vi como una muchacha salía de la casa de Mercedes, debía ser Yuchiko por
el pañuelo rojo que siempre le veía puesto y se dirigía hacia el final de la
calle y sin más dilación me levanté y fui directo hacia ella sin recordar la
visita de Iván que después se marchó a su
casa enfadado.
Ya casi se veía la jaula del
perro de caza de un vecino que se situaba al final de la calle y que doblando
hacia la derecha en un camino entre un invernadero y un pequeño puente de unos
tres metros nos
situaba en el final del terreno y el transcurso del río
Guadalquivir, allí estaba Yuchiko, sentada y
mirando al río pensativa y con tristeza;
me acerqué y le dije:
- buenas noches, Yuchiko
-……..
- ¿te gusta este sitio?
-…….si
- ¿Cómo estás?.... lo digo por
lo del otro día
-……bien.
Aquella conversación no llegaba
a ninguna parte, estaba muy recaída, casi a punto de llorar y cabizbaja contestó…
- …. El tres de enero me marcho
a Madrid
- ¡¿tan pronto?!- grité
sorprendido- pero, ¿pero cuando te lo han dicho?
- después de lo de la pelea, mi
tía llamó a mi padre para que me recogiera antes de tiempo
- tranquila mujer, todavía
quedan un par de días, no pasa nada
- pero si nochevieja es pasado
mañana
- (¡¿eh?! Jo, como pasan los
días) pues mañana nos iremos a Sanlúcar de Barrameda por la mañana temprano
hasta la noche y tú verás lo bien que nos lo pasamos
- va…le, mañana a las ocho y
media, ¿de acuerdo?- contestó secándose unas lágrimas que le caían de la cara
- ¡así me gusta, con entusiasmo!
- Je- me sonrió Yuchiko.
Le ofrecí mi mano para que
Yuchiko pudiera levantarse más fácilmente y nos fuimos a nuestras respectivas
casas. Por el camino de vuelta, caminando por un extremo de la carretera y bajo
la luna
llena podía observar la belleza que emitía la cara y los ojos de
Yuchiko; era hermosa, no podía permitir perder la amistad que tenía con ella
por nada en el mundo. Yo me quedé mirándola sonrojado y de repente ella me
devolvió la mirada como si ella supiera desde el primer momento que yo la
estaba mirando y me dijo:
- ¿te ocurre algo?
- ¡¿?! No, nada- contesté
desviando mi mirada hacia el suelo.
Estuvimos un par de minutos en
silencio, a lo legos ya se veía la casa de Mercedes, cuando entonces….
- lo siento, yo quería quedarme
más tiempo aquí pero…- me dijo mientras caminábamos
- no lo sientas, yo también
quería que te quedaras más pero si no se puede… ¡que le vamos ha hacer, ja, ja,
ja!….- contesté con una mentira.
Yo no soportaba que Yuchiko se
fuera pero no podía impedírselo a su padre por mucho que insistiera. Cuando
llegamos a la casa de Mercedes, Yuchiko y yo nos paramos en la puerta y nos
miramos mutuamente hasta que Mercedes salió y nos dijo:
- ¿Qué hacéis ahí fuera?,
venga, entrad
- ¿yo… también?- pregunté
señalándome con el dedo
- ¡claro!- prosiguió Yuchiko.
Yuchiko me agarró del brazo y
me llevó hasta su habitación y consecutivamente cerró la puerta.
El tamaño de la habitación era
como la mía, normal para un muchacho de quince años, lo suficientemente grande
como para que quepa una cama, un ropero, un escritorio y algo más de por medio.
Tenía un reloj arriba del escritorio que éste a su vez se situaba a la
izquierda de la habitación, la cama se situaba frente a la puerta y en la pared
de la cama estaba la ventana, a la derecha de la puerta estaba el ropero que
llevaba colgado en el pomo izquierdo un peluche de un conejo blanco con ojos
rojos y por último; la pared era de color blanca.
Yo me senté en su cama y
Yuchiko en su silla de escritorio, yo no sabía que decir en ese momento, solo
dejaba pasar el tiempo hasta que…
- oye, yo…- me dijo Yuchiko
interrumpiéndose
- ¿eh?
- Alberto… yo lo…
- ¿Qué te pasa Yuchiko?
Y de repente Yuchiko sin yo saber
porque me abrazó y empezó a llorar, yo no sabía que hacer en estos casos, solo
la abracé y me mantuve en silencio hasta que Mercedes….
- Alberto, déjala, ven un
momento.
No tuve más remedio que soltarla
y salir de la habitación, Mercedes cerró la puerta y la seguí hasta el salón
donde me ofreció sentarme en el sofá.
- ¿Qué le pasa a Yuchiko?-
pregunté
- su madre está muy enferma.
Aquella respuesta me hubiera
gustado no oírla, era por eso por lo que Yuchiko estaba tan recaída y
triste.
- ¿Qué le ocurre?- pregunté
asustado por la respuesta que me iba a dar
-tiene mucha fiebre y los
doctores no saben porque
- ¿Cuánto lleva así?
- un par de semanas.
No sabía que contestar, solo
estuve en silencio hasta que miré el reloj del vídeo y ya eran más de las
diez
de la noche.
- ya es muy tarde- contestó
Mercedes levantándose del sofá
- adiós- dije mientras me
dirigía a la salida.
Cuando llegué a mi casa no
podía dejar de pensar en lo mal que lo estaba pasando Yuchiko y en lo triste
que la veía, pero recordaba cuando estábamos en el final de la calle hablando y
que mañana a las ocho y media iríamos a Sanlúcar pero…. con lo de su madre no
sabría decir que fuese lo mejor para ella salir ese día. Pasara lo que pasara
yo siempre estaría con ella en todo momento. Terminé de cenar, me acosté y como
no podía conciliar el sueño me puse a pensar en Yuchiko, pasaron un par de
horas y mi familia estaba dormida, eran las dos de la noche, me levanté y me
asomé por la ventana del salón para ver lo
que hacía Yuchiko, en el momento que
puse mi mirada sobre la casa de Mercedes vi como Yuchiko
salía y se dirigía
nuevamente al final de la calle. Me prometí a mí mismo que siempre estaría con
Yuchiko, y decidido me vestí y me fui detrás de ella.
Cuando llegué al final de la
calle, Yuchiko ya estaba allí sentada en el suelo y mirando al río; me
acerqué
cuidadosamente y me incorporé a su lado.
- Mercedes me lo ha contado-
dije- pero tranquila, todo saldrá bien, valla que sí
- ¿sabes una cosa?
- ¿el qué?- pregunté mirándola
- ¿sabes que si a las dos de la
madrugada sales a mirar al mar con alguien que te importa los males
desaparecen?- dijo Yuchiko levantando la cabeza
- jo, no lo sabía, esto…
¿sigues queriendo ir mañana a Sanlúcar?
- no lo sé- me contestó
volviendo su mirada hacia el río- espera aquí un momento- dijo levantándose
- ¿A dónde vas?- pregunté con
curiosidad
- tranquilo, espera aquí, ahora
vuelvo.
No sabía lo que iba a hacer
pero salió corriendo hacia la casa de su tía, la esperé durante un cuarto de
hora más o menos hasta que volvió con algo en las manos, estaba envuelto en una
tela y….
- toma, es para ti- me dijo
Yuchiko entregándome el objeto que llevaba en las manos.
No podía aguantar la curiosidad
y cuando lo abrí era…. ¡una katana!
- ¿Dónde has sacado esto?-
pregunté desvainando la katana
- era de mi tatarabuelo
- ¿y me la das, así, sin más?-
volví a preguntar envainándola
- pues claro, gracias a ti ya
me siento mejor y además… tenía que darte las gracias de algún modo por
lo que
hiciste por mí en la chatarrería
- con las gracias sobraba,
bueno… de todas formas… gracias, Yuchiko.
Vi como Yuchiko se sonrojaba, y
después de aquella ofrenda nos fuimos a dormir.
inerion6
Capítulo sexto
En los
límites de la desesperación
Yo estaba enfrente de Jesulito,
observándolo, cuidadosamente, los demás
de su pandilla estaban a nuestro alrededor y por lo tanto yo no podía escaparme
ni ocultarme, el edificio estaba a oscuras y mi visión solo me permitía ver a
mi rival. No sabía la situación en la que se encontraba Yuchiko y por mucho que
intentaba averiguarlo no lo conseguía por los “ladridos” de los maleantes, así
que me decidí
a enfrentarme definitivamente a Jesulito.
- ¿y tu compañero?- pregunté
- ¿Cuáles de ellos, el herido o
los que van a matarte?- dijo mientras los señalaban
- el herido
- ¡ja!, ¿te crees muy gracioso,
verdad?- dijo mientras se crujía los dedos
- ¿Qué conseguirás con todo
esto?
- diversión, humillación…
¿sangre quizás?... y lo mejor, a tu amiguita Yuchiko- contestó mientras se
tocaba la entrepierna
- ¡nunca lo conseguirás!- esas
últimas palabras y gestos me pusieron furioso y mi adrenalina comenzó a subir
considerablemente.
Y con un rápido movimiento
corrí hacia a él, le golpeé en la cara con todas mis fuerzas y lo tumbé, pero
como ya había imaginado, mis fuerzas aunque mi adrenalina esté por las nubes no
eran suficientes como para dejarlo inconsciente, se levantó y…
- ¿crees que me puedes ganar?-
dijo mientras escupía en el suelo.
Di un salto atrás y me preparé
para lo peor. Los esbirros de Jesulito empezaron a acorralarme hasta dejarme
sin espacio para atacar y en un abrir y cerrar de ojos empezaron a aporrearme
con los tubos de hierro, yo intentaba cubrirme pero eran cinco y yo no tenía
suficiente fuerza y caí al suelo, dolorido a punto de desmayarme escuché…
- parad, yo le daré el golpe de gracia- dijo
Jesulito.
Los esbirros se apartaron y le
dejaron paso a Jesulito que como pude observar, tenía una sonrisa malévola.
Caminaba despacio hacia mí con intención de matarme pero de repente un ruido de
cajas y objetos metálicos empezaron a caer desde la otra parte del edificio, y
con el jaleo todos miraron hacia
allí descuidando mi situación, en ese instante
supe que Yuchiko estaba allí, intentando de algún modo ayudarme a salir de
aquella paliza que me estaban dando, me levanté pero el pie derecho no me
respondió y caí de rodillas y no pude evitar dar un grito y de nuevo los
maleantes se volvieron hacia mí y…
- ¿no estarías intentando
escapar, verdad?- me dijo Jesulito mientras preparaba el tubo de hierro para
golpearme.
Pero un instante antes un
objeto metálico redondo le golpeó a Jesulito en la cabeza lo que le hizo una
brecha, con un gesto se tocó en la herida y al ver que estaba sangrando gritó:
- ¡maldita zorra, espera a que
te coja!
Jesulito tiró el tubo de hierro
contra el suelo dándome a mí en la cara, se giró en donde se suponía que se
encontraba Yuchiko y se fue en su busca. Volvieron a descuidar mi posición y
con ayuda del tubo de hierro me puse en pie y me escondí entre las cajas.
Entre la oscuridad pude
observar la silueta de una muchacha que debía ser Yuchiko, me encaminé hacia a
ella pero siempre con cuidado de que no me descubrieran y después de un par de
minutos llegué a su lado.
- Yuchiko, tienes que salir de
aquí- le dije apoyando mi mano en su hombro- si no escapas de atraparán
y quien
sabe las cosas que te harán
- pero…
- por favor Yuchiko, vete
- ¿y tú que harás?- me murmuró
Yuchiko preocupada
- yo intentaré ganar tiempo
mientras que tú buscas a alguien
- vale…pero… ten cuidado- dijo
mientras se marchaba por el agujero.
Cuando la vi salir del edificio
me quedé muy tranquilo pero había algo sospechoso, no había rastro de los
maleantes ni de Jesulito por ninguna parte, miré por los alrededores del
edificio pero nada, no los veía, salí de mi escondrijo y de repente alguien me
golpea por la espalda y por un acto reflejo noto como se me rompen dos
costillas y caigo al suelo muy dolorido casi sin conocimiento. No se como pude
caer en su trampa, me habían engañado por completo y por ese descuido casi me
cuesta la vida. Tenía que hacer tiempo pero estaba acabado, mi cuerpo no me
respondía, mi dolor me nublaba la vista y no podía pensar con claridad de cómo
salir de aquel aprieto.
- ¿te rindes?- me gritó
Jesulito mientras me golpeaba en el estómago- todo ha terminado pero para ti
chaval
- mal…di…to…- contesté con el
poco aliento que me quedaba.
Nada más terminar mis palabras
me volvió a pegar en el estómago, ya no tenía fuerzas ni para respirar, solo
quería descansar pero si lo hacia significaría su victoria y acabaría con mi
vida sin importarle las consecuencias que eso acarreaba, así que intenté
levantarme pero mi cuerpo no me respondía.
Sin esperarlo, un hombre mayor
de unos cuarenta años vino en mi ayuda junto a Yuchiko, al ver que lo habían
descubierto, Jesulito y sus esbirros intentaron huir pero cuando iban a salir
de la chatarrería la policía les esperaba en la entrada, yo, en cambio me
alegré al ver que Yuchiko estaba bien y que por lo menos lo malo había pasado.
Con ayuda de Yuchiko me pude sentar en el suelo apoyando mi espalda contra la
pared, aunque estaba medio muerto nunca estuve tan feliz de haber tenido
aquella aventura; que al principio iba ganando yo, y que después me busqué un par
de buenos cardenales. Cuando las cosas se pusieron más tranquilas y yo había
recuperado el aliento observé que Yuchiko siempre estaba a mi lado sin
separarse de mí en ningún momento.
- gracias por cuidar de mí toda
la noche- me decía Yuchiko con una expresión de sonrisa en su cara
- ¿cómo le golpeaste en la
cabeza a Jesulito?- le pregunté mientras me rascaba la cabeza
- yo estaba escondida entre las
cajas y de repente entre mis pies me encuentro con un ratón que se metió en un
agujero y a su lado estaba aquello, el cacho de metal redondo, lo cogí y se lo
tiré en la cabeza
- jo, que puntería- le
contesté.
Y mientras terminaba la frase
un señor que parecía ser un inspector nos dijo con firmeza:
- esos tipos nos han dicho que
solo estabais jugando “a ver quien tiene más resistencia”
- pero…-y antes que terminara
mi frase…
- como os vuelva a ver en esta
situación os vais a enterar- después de decir aquello se marchó firme como en
el primer momento.
Yuchiko y yo volvimos a casa y
les contamos; yo a mis padres y Yuchiko a su tía, que solo estábamos en una fiesta
y que yo me había caído de un segundo piso. No quería preocuparlos con el
asunto del Jesulito, así que yo y Yuchiko, guardamos el secreto y estoy
completamente seguro que los maleantes aquellos no nos volverían a molestar
porque estaban avisados de que nos “chivaremos” a la policía si nos hacían
algo.
Y con respecto a mis heridas al
cabo de dos días se me curaron milagrosamente.
Pero algo me corroía por
dentro, y en el lugar en dónde ocurrió la aventura; la chatarrería, había
alguien atrapado entre los escombros, el esbirro al que yo herí, estaba solo y
pidiendo ayuda pero eso ya es otra historia.
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