domingo, 23 de diciembre de 2012

Crónicas de un sueño 5




Mis recuerdos empiezan cuando nuestro grupo se encontraba sumergido en lo más profundo de un bosque. Allí se encontraba Takuya, Tommy, Jp, Zoe y yo que realizaba el rol de Koji Minamoto. Recuerdo vagamente un enfrentamiento contra algún digimon del cual salimos victoriosos. Aunque no recuerdo el principio de ese periplo, unos sentimientos afloran desde lo más hondo de mi corazón como si esas personas creadas por mi subconsciente cobraran vida y personalidad propia. Imaginariamente me llegaban los olores de las encinas y robles que nos rodeaban dejando este sueño a un alcance casi lúcido. No recuerdo todas y cada una de las conversaciones que mantuvimos pero lo esencial para nosotros en aquel momento era obtener una serie de estrellas para poder volver al mundo real. Subimos por una rampa de arena hasta llegar a una especie de desfiladero, allí nos esperaba una prueba para obtener esos cristales. Debíamos de lanzar a unos pequeños pinguimons por una deslizante rampa ascendente para que alcanzaran una fruta que según parecía, contenían esas estrellas. Lo más absurdo del sueño, es que era un plátano el envoltorio que salvaguardaba los cristales. Yo fui el único que logró pillarlo.





Pero el bosque no se quedó quieto, empezó a lanzar una especie de humo que marchitaba a los árboles y afectaba a mi capacidad respiratoria, dejándome asfixiado y agotado físicamente. Aquel suplicio que sentí era agonioso y pesado cuyo malestar incluso nublaba mi vista. Tuvimos que huir lo más rápido posible de aquel lugar si queríamos salvarnos, o al menos salvarme yo pero no fue una huida tan placentera como pensé, unos digimon nos quiso dar caza a lo que tuvimos que; Zoe, Takuya y yo, digievolucionar en nuestra forma animal. Siendo Kendogarurumon pude dejarlos atrás con facilidad hasta llegar hasta una especie de riachuelo descendiente que se perdía en una pequeña cueva. Yo me detuve en la cola del grupo para detener el avance del enemigo, acto que hizo descuidarme y todos saltaron al riachuelo dejándose deslizar perdiéndose en sus profundidades. Cuando quise darme cuenta, los flancos del riachuelo empezaron a aumentar su cauce descontroladamente, si pretendía entrar acabaría ahogado así que no tuve más remedio que buscar una vía alternativa de escape. Salté en modo Kendogarurumon por encima de la cueva volviendo a sumergirme en la espesura del bosque dejando atrás a mis enemigos. Observé que la cueva comunicaba con un claro no muy lejos de mi posición y sin más dilación esprinté lo más rápido que pude pero sin conseguir ganar terreno frente a la maldición del bosque que me asfixiaba cada vez más hasta perder el conocimiento.
Cuando desperté, mi cabeza estaba apoyada sobre las piernas de Zoe que hablaba de mi condición a los demás. No tenía fuerzas para continuar, mi cuerpo apenas me respondía y no paraba de tiritar, mi vista seguía nublada aunque mi respiración mejoraba. Me volteé hacia la derecha y me acurruqué en su regazo. Por lo que pude apreciar, aún nos faltaba una estrella de cristal para salvarnos todos. Por culpa de mi enfermedad estaba retrasando al grupo así que les comenté que me abandonasen y salieran de este peligroso mundo de una vez por todas. El silencio se hizo hasta que Zoe gritó que aquello era una locura y debíamos salvarnos todos. Por una parte me alegró esa amabilidad y compañerismo, pero me sentía mal por no poder ayudar lo suficiente.


Sin pensarlo hice acopio de mis fuerzas y me reincorporé a la búsqueda. No podía dejarles todo el trabajo a ellos y dedicarme a dormir así que volví a buscar por los alrededores la estrella que nos faltaba. Con su debido tiempo por fin la pude encontrar pero una laguna de recuerdos hace mella este punto. Tras reorganizarnos el bosque volvió a embestirme con su polución dejándome para el arrastre, eso y sumando a otros digimon que nos quiso dar alcance. Takuya y yo ultradigievolucionamos para detenerlos mientras nos dirigíamos a un pasillo que comunicaba con el ascensor de nuestra salvación. Siendo Magnagarurumon pude derrotarlos y volver con los demás en mi forma humana. Las puertas del ascensor se cerraron a nuestras espaldas. Mi corazón me palpitaba frenéticamente por la emoción del momento. Habíamos perdido una serie de fotos del lugar para preservarlas en nuestro mundo con la intención de mantener la credibilidad de nuestra experiencia. Zoe volvió a echar fotos del entorno a través del cristal de las paredes. El ascensor de repente empezó a descender sin previo aviso abandonando aquel inhóspito mundo sumergiéndonos en el nuestro.









De entre las nubes fuimos descendiendo a tierra firme. Desde aquella altura pudimos contemplar todo cuanto nos rodeaba, los edificios, campos de alrededores etc. Pero aunque la vista era excepcional, las piernas me flaqueaban frente a la inmensidad del horizonte.
Una vez en tierra firme cada uno de nosotros tomó un camino diferente a sus hogares, yo, al contrario de los demás busqué a Zoe para agradecerle lo que había hecho por mí pero un extraño movimiento despertó una escalofriante duda en mi cuerpo acertando desgraciadamente de lleno, la habían secuestrado en mis narices.


Sin pensármelo dos veces, aunque ya no tuviera mi dispositivo digital y por consiguiente la facultad de digievolucionar, no podía dejar sola a Zoe y mirar para otro lado. Los secuestradores se introdujeron por un alcantarillado. Yo los iba siguiendo de cerca pero  me descubrieron enviándome perros endemoniados. Sin entender cómo, un extraño me ofreció un arma de fuego para defenderme y así poder continuar entre la humedad de esas sucias cloacas. Incluso conejos blancos enormes me saltaban al cuello para degollarme de cuajo. Tras sortear una serie de circunstancias que no logro recordar bien llegué a la habitación donde tenían encerrada a Zoe y demás gente. La desaté, agarré su mano y juntos huimos de aquella pesadilla agradeciéndole por fin todo cuanto hizo por mí.


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Todo lo ocurrido solo son vagos recuerdos…me hubiera encantado degustar todo desde un principio, cuando entramos en aquel mundo, la amistad que entablamos…Los sueños siempre nos suelen dejar en las mejores partes y nos hacen olvidar todas aquellas personas que nacen y mueren en esa misma noche, aquellas personas que durante ese corto período de tiempo nos ofrecen todo e incluso más que aquellas en vigilia.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Fin del mundo



¡importante!: Leer esta entrada junto a la siguiente canción



Tras levantarme contemplé lo inesperado, el último día del mundo. Mi despertador no marcaba la hora, el cielo mostraba un espectacular juego de colores morados, rojizos y anaranjados. Al vestirme busqué a mi familia por la casa, no había nadie. Decidí pues salir de mi hogar aterrado por lo que pudiera encontrarme. El frío del invierno calaba mis huesos y hacia tiritar mi dentadura, cogí mi abrigo y mi gorro de lana, abrí la puerta cerrándola con llave tras salir al vestíbulo.
Una ahogante sensación de melancolía y pesar inundaban las calles, las personas no mostraban ninguna emoción exceptuando el pesar de su alma. ¿Cómo ha podido llegar a pasar esto realmente? Ninguna respuesta razonable rondaba por mi cabeza en esos momentos y adentrándome en esas calles en penumbra observé como todas aquellas personas derrumbadas psicológicamente se posaban en el suelo abandonadas, sus rostros se encontraban ocultos tras un tupido velo de negativos sentimientos. Intenté hablar con cuantos pude pero no tuve respuesta de ninguno, mi voz no llegaba a sus oídos y mi persona no alcanza sus ojos.
Toda esta sensación me absorbía… ¿acabaría como ellos?
Unas escalofriantes risas llegaban a mis oídos desde las más oscuras y recónditas calles, decidí investigar su origen, no perdía nada puesto que mi corazón ya lo daba por hecho. Allí, tras cruzar varias calles repletas de personas desperdigadas por el suelo, suspirando abatidas me vislumbré al contemplar la calle principal de mi ciudad, hexagonal y peatonada llega de personas que miraban al cielo, un cielo lleno de estrellas con dos lunas, una más grande que otra y rojizas. Mi corazón empezó a palpitar con fuerza al verlas, como si desgarraran mis huesos y quisieran llevarse mi alma con ella. Los sudores fríos recorrían mi cuerpo...

¿Era este mi fin?
¿Sería esta la verdadera salvación?
¿Los mayas al final han tenido razón?
¿Es este el momento tan esperado?

Notaba como mi mente abandonaba mi cuerpo y me desperdigaba como tantos otros había visto, por el suelo. No podía mover ni un ápice de mis agarrotados músculos o ¿sería acaso que no lo intentaba? Esta amarga sensación me estremecía así pues me dejé llevar, no quería pasarlo mal, la sensación de pesar me había devorado.